Irene Escolar: “El teatro en España vive una revolución frágil y debemos cuidarla”
De gira con ‘Finlandia’ junto a Israel Elejalde, la actriz asume que la familia artística de la que forma parte, Gutiérrez Caba, la coloca en un lugar en el que no solo debe demostrar quién es, “sino quién debería ser”
Irene Escolar todavía anda metida con Israel Elejalde en la catarsis de Finlandia, la obra de Pascal Rambert, el autor del que también hizo Hermanas. Van ahora paseándola por España después de arrasar en el teatro de La Abadía. Espera también el estreno de Las chicas están bien, de Itsaso Arana, que acabó de rodar en verano. A sus 34 años, la madrileña lleva una carrera consagrada en las tablas al riesgo y entregada en la pantalla a no dejar indiferente. Es la gran actriz teatral de su generación y un seguro de imán para el cine. Nos deja colarnos en su casa a pesar del riesgo que eso conlleva para cualquier cotilla de los objetos que pueden definir a una persona.
Pregunta. Con 34 años y ya un carrerón, ¿sigue persiguiendo gente a la que pueda pegarse para no dejar de aprender?
Respuesta. ¡Claro! Yo he tenido mucha suerte por la gente que me he ido encontrando. Una vida, una carrera, la marca en muchos aspectos eso. Siempre me he topado con gente más inteligente que yo, de la que he aprendido y que me han inspirado.
P. Tenga cuidado porque dentro de nada pasará usted al bando de los que inspiran a otros más jóvenes.
R. ¿Ah sí? Yo he pensado mucho en eso, pero no solo por los maestros, sino por la gente que se ha cruzado en mi camino.
P. Quizás porque pertenece a una generación de la que están saliendo muchísimos buenos y arriesgados talentos. ¿Por qué los vejestorios no lo saben reconocer?
R. No lo sé, quizás porque se tiende a generalizar. Pero es verdad, esta generación es sorprendente.
P. Y eso que viene usted de una estirpe escénica bestial. ¿Es usted la descendiente de los Gutiérrez Caba 2.0 o 5G?
R. A veces llevo eso con cierta complicación porque me coloca en un lugar en el que no solo debo demostrar quién soy, sino quién debería ser. Es una lucha que a veces he librado en silencio.
P. ¿Cómo recuerda a su abuela, Irene Gutiérrez Caba?
R. Uno siempre busca la raíz. En ella encontré eso. Ellos me han dado el espacio donde poder existir y ser feliz, algo muy esperanzador.
P. ¿Lo que justifica el hecho de ser?
R. Exactamente. ¿Por qué soy actriz? Por buscar eso: un lugar donde puedes ser y existir. También por adentrarme en la vida a través de otros. Una manera de ver el mundo. Lo que ellos me dieron fue esa esperanza. Cuando estoy desubicada, un tanto perdida y no sé muy bien en que creo vuelvo a ellos y me calmo. Me aportan alegría, seriedad y sentido. Es un gran regalo.
En el teatro muchas veces no sabes qué hacer con las manos. Y cuando eso pasa es que no tienes conectado el pensamiento con el cuerpo y la palabra
P. ¿Se siente perdida muy a menudo?
R. No, no, no suele ser así e intento que no me ocurra. Pero cuando ocurre busco el lugar del sentido, y eso es algo a lo que aferrarse.
P. ¿Por qué me ha puesto un café en esta taza de Shakespeare and Company? ¿Algún mensaje?
R. No, porque era pequeñita y buena para el café.
P. ¿Por qué tiene en ese rincón una guitarra?
R. Porque la música es mi gran asignatura pendiente. La música me acompaña e inspira y la tengo ahí para ver si por la mañana me levanto y toco unos acordes. Además, está puesta en un lugar del que no puedes librarte, me llama.
P. ¿Quiere decir eso que es una mujer con voluntad?
R. Creo que sí. La voluntad, además, tiene que ver con las ganas de dejarse inspirar.
P. En escena habla usted con la voz y con el cuerpo. ¿Cuánto trabajo cuesta eso?
R. En el teatro muchas veces no sabes qué hacer con las manos. Lo hablamos entre muchos compañeros. Y cuando eso pasa es que no tienes conectado el pensamiento con el cuerpo y la palabra. Ese se convierte en un punto de inflexión para un intérprete: cuando se da cuenta de que todo eso debe ir coordinado. Es muy difícil. De las cosas más difíciles. Encontrar la manera de decir las cosas y que el cuerpo de forma orgánica y coherente te acompañe. Lo interesante es buscar personajes con energías distintas a la de una.
P. ¿Cuál es su energía?
R. La mía es calmada, aunque tampoco sabría decir si esto es verdad. Hay que diferenciar entre lo que somos y lo que aparentamos. No dejamos de llevar máscaras.
P. En Finlandia no hay máscaras. Retrata el abismo del amor sin caretas. ¿Qué más?
R. El amor bueno debería expandirte. Finlandia habla de un lenguaje que ya no es común entre los hombres y las mujeres.
P. ¿Pero ha sido común alguna vez?
R. Existe un replanteamiento donde lo social penetra en una esfera íntima donde antes no entraba y eso afecta a las relaciones. De eso habla, y de la violencia que genera eso en los niños que rodean ese ambiente o en los que fuimos nosotros en algún momento.
Cada vez me encuentro más gente que quiere volver a lo analógico
P. ¿Por qué tiene ahí una cámara de fotos?
R. Pues es una cámara analógica, era de mi padre y me gusta. Pocas cosas se me dan bien, pero esta…, aunque se me queman los carretes. Cada vez me encuentro más gente que quiere volver a eso, a lo analógico.
P. ¿Estamos viviendo una revolución del teatro en España?
R. A mí el que me convence es el que está vivo, el que explora y debe provocar y hacer vibrar algo dentro del espectador. En España hay un talento joven muy fuerte, en la dramaturgia, con muy pocos medios. Lo hacen porque creen que deben hacerlo. Tiene muchísimo valor lo que está ocurriendo porque los recursos son muy limitados. Es una revolución muy frágil y debemos cuidarla mucho.
P. ¿No será esa falta de medios la que provoca la necesidad de hacerlo?
R. Claro, aunque verlo me asombra. Y digo: qué maravilla, que en vez de adormecerse, todo vibre. Más con esta ansiedad que nos rodea, al ver las ganas, la voluntad creativa absoluta, arrolladora y enorme... Debemos no distraer el foco de eso. De esa fe. Pero la felicidad es tan grande.
P. ¿Ah sí? ¿Es tan grande esa felicidad?
R. ¡Es enorme! Si no, ¿cómo te metes ahí? No se puede comparar con nada. Y es un instante, pero tan poderoso que lo justifica todo. Por ejemplo, ahora con Finlandia, Pascal te coloca en un lugar durante los ensayos que es un puro abismo donde sientes mucho terror. La sensación que te invade al escuchar que entra el público, tu cuerpo es tan poroso y se percibe tan vivo que da igual que te encuentres aterrorizada. Una vez que pasas la frontera, te sientes, eso, rey de un espacio infinito, como decía Shakespeare.
No he venido aquí a sufrir y la manera de ser agradecida con la suerte que he tenido es disfrutándolo
P. Ve, por eso me puso el café en esa taza.
R. Eso es.
P. Conoce a fondo el trabajo y el éxito, pero, ¿también ha llegado a sentir, después de un esfuerzo tremendo, la frustración de algún fracaso?
R. Soy muy exigente, pero me castigo muy poco a mí misma. Me gusta disfrutar lo que hago. No he venido aquí a sufrir y la manera de ser agradecida con la suerte que he tenido es disfrutándolo.
P. ¿Se imaginó alguna vez no ser actriz?
R. Nunca. Pero debes aprender a vivir y a ordenarte con la incertidumbre y la inestabilidad.
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