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Gutiérrez Aragón resucita en Tánger para el teatro ‘La vida perra de Juanita Narboni’

El cineasta y escritor adapta en escena la novela de Ángel Vázquez con Romina Sánchez como protagonista

Romina Sánchez y Manuel Gutiérrez Aragón, en un ensayo de la adaptación teatral de 'La vida perra de Juanita Narboni'.
Romina Sánchez y Manuel Gutiérrez Aragón, en un ensayo de la adaptación teatral de 'La vida perra de Juanita Narboni'.Rachid Ouettassi
Jesús Ruiz Mantilla

Juanita Narboni estuvo siempre segura de que nunca sería una mujer moderna. No porque se considerara carca, porque su tiempo pasara cuando el siglo XX andaba por la mitad, sino porque ese latir del reloj que esperaba nunca llegaría, al menos para ella. Tenía toda la razón. Y así lo reflejó Ángel Vázquez, quien la creara en 1976 como protagonista de la novela La vida perra de Juanita Narboni, que Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 80 años) ha adaptado para el teatro y estrena este jueves en Tánger.

Es la ciudad donde Vázquez vivió y en la que fijó la estela deambulante de este personaje que en la versión escénica encarna Romina Sánchez. La actriz lo hace a las órdenes de Gutiérrez Aragón para una producción del Instituto Cervantes de la ciudad, que dirige el periodista y cineasta Javier Rioyo, y la Embajada española en Marruecos.

Vázquez, bohemio e inadaptado, sabía que la modernidad es una quimera constante que no acaba de cuajar o que ya se ha extinguido sin que nos diéramos cuenta. Juanita la convoca, subyugada por un estado de alerta sonámbula, en esa tierra de nadie, muy parecida a la Casablanca de entreguerras, ajena a códigos seculares, abierta en canal, atizada por viento tozudo de Levante y bañada por el Estrecho. La señorita Narboni no se comporta como un personaje de otra época: es de la que le da la gana implantar para sí misma y lo que le rodea con sus propias normas y en su lenguaje mestizo de tres culturas: la cristiana, la árabe y la judía.

La madre de Ángel Vázquez tenía una tienda de sombreros en la calle más comercial de la ciudad durante la posguerra mundial. “El autor se pasaba horas escuchando la charla de las amigas y clientas de su madre. Seguramente de ahí sacó sus diálogos y su observación del mundo a través de ojos femeninos”, comenta Gutiérrez Aragón. Vázquez tenía buen oído para el habla coloquial, y por eso esta versión teatral de su novela no difiere mucho de lo escrito por él en ella, dice quien se encarga de llevarla a escena. “La voz de Vázquez suena tan cercana como secreta, tan familiar como sarcástica”.

En la función, Romina se expresa en español, francés y en jaquetía, la lengua sefardí del norte de África. “La versión refleja así el alma de la novela, escrita en castellano, con algunas incrustaciones locales del habla popular del Magreb”, dice el cineasta y escritor cántabro.

A Romina Sánchez no le es nada de esto ajeno. Nació en Granada, creció en Tánger y reside entre esta ciudad y Madrid. “Aunque yo no viví la época que refleja la novela entre los años cuarenta y cincuenta, he conocido a alguna Juanita Narboni. Su mundo no me es ajeno”, asegura. Se refiere a ese espacio casi sin ley adonde van a parar apátridas, esquinas que en su día poblaron figuras como el escritor y crítico Eduardo Haro Tecglen u otros como Emilio Sanz de Soto junto a Paul y Jane Bowles. Todos ellos huían de mundos donde no conciliaban el sueño, martilleados por el desarraigo y eligieron sus propios refugios en los que dejaban la puerta de sus casas siempre abierta.

Espacios idóneos para personajes como Juanita, que según Romina Sánchez, podía ser víctima y verdugo de rabias dispares. “Era hija de un mundo cosmopolita que juzgaba a veces con dureza, muy desinhibida y ajena a la represión reinante en aquel tiempo, pero muy marcada también por su propia soledad”, afirma la actriz.

En ella resuenan resabios de clase media colonial, un fingimiento social y su mal genio reprimido, dice Gutiérrez Aragón. “Ángel Vázquez no tiene piedad con Juanita Narboni, quizá porque no tenía piedad consigo mismo. No lo conocí personalmente, pero tanto Haro-Tecglen como Sanz de Soto, estudioso del cine, hablaban mucho de su amigo, de su perra vida como escritor maldito y genial”.

Vázquez vivía con agobios en una pensión de la calle Atocha. Homosexual, alcohólico y atado a la pobreza, Vázquez tenía más motivos para vivir en la ficción que en la vida real, cree el director, escritor y miembro de la Real Academia Española. Allí precisamente escribió la novela que más fama le dio y rebajó en cierto sentido su condición de autor marginal.

La vida perra de Juanita Narboni también fue adaptada al cine por Farida Benlyazid en 2005, con Romina Sánchez en un papel de reparto y Mariola Fuentes como protagonista. Ángel Vázquez reflejó dentro de sus páginas un mundo que conocía al dedillo, propio y ajeno, como ocurre con el de los trasterrados. “Juanita es una mujer sola que habita en un universo brillante, entre culturas y gentes diversas, y que se relaciona con todas ellas, pero que se siente sola y resentida con sus amigas ricas y con su propia familia”, describe Gutiérrez Aragón. Una mujer sin recursos obligada a lidiar con la vida en mitad del ocaso de una ciudad que la arrastra. “Nos hace ver el final del Tánger internacional y cosmopolita, y también el de la clase media colonial”.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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