La respuesta a la guerra en Ucrania también es literaria
El sector editorial se ha propuesto saciar el interés del público por el brutal ataque de Rusia y sus antecedentes. Un aluvión de nuevos títulos de ficción y no ficción se adentra en la trágica historia del país invadido
El 24 de febrero arrancó el ataque del ejército ruso a Ucrania. Cerca de 130.000 soldados habían sido movilizados a la frontera, y apenas tres días antes el Kremlin había reconocido oficialmente como Estados independientes dos regiones del Este de Ucrania. El Protocolo de Minsk de 2015, que había tratado de contener y detener el conflicto armado en esas regiones por medio de dos acuerdos, era definitivamente papel mojado, caían las bombas y la población trataba de ponerse a salvo. Las escenas apocalípticas descritas por Serhiy Zhadan (Ucrania, 48 años) en su novela Orfanato, publicada originalmente en 2018 y editada ahora en lengua española por Galaxia Gutenberg, podrían parecer una crónica del desolador paisaje bélico, pero forman parte de la trama imaginada por este autor de obras de ficción y poemarios además de músico, galardonado con el premio de la paz de los libreros alemanes en la última edición de la Feria de Fráncfort. “Contratamos el libro antes de febrero. Es un autor muy reconocido y ampliamente traducido al alemán”, explica el editor Joan Tarrida. “Frente a la no ficción, novelas como esta te permiten entrar en detalle en la vida cotidiana. En estos meses el interés de los lectores ha crecido y tanto agentes como editores han reaccionado”, admite.
Efectivamente, más allá de los artículos de prensa, el sector editorial se ha propuesto saciar el interés del público por el conflicto y sus antecedentes, por Ucrania y el imperialismo ruso, por su intrincada y sangrienta historia. “La guerra ha puesto a Ucrania y a Rusia bajo los focos y esa atención e interés se han canalizado no solo a través de libros políticos y de análisis, sino también con nuevas traducciones a distintos idiomas de obras literarias escritas por autores ucranios”, explica al teléfono Rebecca Servadio, socia gestora de London Literary Scouting, una de las principales agencias de scouts, con clientes en 24 países a los que informan sobre títulos y obras que se publican por todo el mundo. “Nuestros clientes en Polonia y Lituania se han visto afectados por el conflicto de manera bastante directa y han tratado de ofrecer su ayuda a los editores ucranios para que puedan seguir adelante. La oleada de refugiados también ha aumentado la demanda en esos países de libros en ucraniano, para los niños que han llegado y también para adultos”.
Durante los primeros meses resultaba imposible recibir informes de lectura sobre lo que se estaba escribiendo y publicando porque quienes podían hacerlos tenían otras urgencias que atender, cuenta Servadio. Añade que en lo que va de año han estudiado cerca de 50 títulos, tanto de ficción como de no ficción, relacionados con Ucrania y la actual crisis. “Los sellos se muestran cautelosos a la hora de publicar títulos demasiado pegados a la actualidad más inmediata. Por eso hasta ahora no ha habido tantos sobre la invasión en sí, sino más bien sobre Rusia, Putin, los oligarcas, que han funcionado bien, y también sobre Zelenski”, apunta.
Una de las novedades más recientes en lengua española ha sido precisamente el libro que reúne 16 discursos del presidente Zelenski, Un mensaje desde Ucrania (Debate), un título que en el mercado anglosajón salió poco después de que arrancara la guerra. Ucrania 22 (Alianza), de Francisco Veiga, es otro de los libros aparecidos este otoño, y en él el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona opta por lo que define como “reportaje historiográfico”. A partir de su trabajo de campo en Europa del Este en las últimas décadas, Veiga se adentra en la guerra que pelea Ucrania hoy y se remonta a la que comenzó en 2014. “Falta todavía mucha información, y pasarán años hasta que la vayamos obteniendo, mientras otros acontecimientos, quizás distantes, nos aportarán contrastes para entender lo que sucedió en Ucrania. Pero de momento los historiadores podemos explicar la trayectoria recorrida hasta llegar al aquí y ahora”, escribe en la introducción.
Borja Lasheras también echa la vista atrás y habla desde su propia experiencia en Estación Ucrania. El país que fue (Libros del KO) para reconstruir, a partir de su viaje a Kiev en 2015, su estrecha relación con ese país que apenas empezaba a brotar como una democracia liberal. Lasheras traza una historia personal, literaria y política en la que recorre bares, calles, libros y trenes. “Me lancé a escribir en diarios mientras viajaba por Ucrania, impulsado por la necesidad de recoger cosas que habían sido transmitidas de forma oral y de las que no había registro escrito. Arranqué sin filias ni fobias, quería describir lo que iba viendo, y rellené las lagunas con buenas fuentes”, recuerda. “Y al buscar bibliografía, para ir completando la historia, descubrí el llamado ‘Renacimiento ejecutado’, esos autores de los años veinte del siglo XX en Ucrania. Ha habido distintos momentos de eclosión cultural, el uso de la lengua ucrania tolerado por Lenin terminó con Stalin y más adelante fue retomado en los años noventa, aunque el mercado estaba entonces totalmente rusificado”.
Casado con una ucrania y en contacto con una amplia red de ciudadanos de ese país, el libro de Lasheras quedó inevitablemente tocado por la contienda desatada en febrero, como queda reflejado en el epílogo, Wasaps de guerra. Mucho más directamente atravesadas por el conflicto están las páginas de Andréi Kurkov, otro de los grandes nombres de la escena literaria ucrania, que en Diario de una invasión (Debate) reúne sus notas escritas en los dos meses previos al ataque, junto a las que ha tomado desde febrero. “Es tanto un diario privado como mi historia personal de esta guerra. Esta es mi historia, la de mis amigos, la de mis conocidos y la de personas que no conozco, la historia de mi país”, relata el autor nacido en Leningrado, y concluye que esta guerra ha fortalecido la identidad nacional de su tierra.
La amenaza rusa y la violenta invasión no era algo descabellado para los ucranios que conocían bien a su enemigo, pero costaba acabar de creer lo que sucedía y sigue sucediendo 10 meses después de los primeros ataques. A Victoria Belim (pseudónimo de Victoria Frolova) la pilló con su primer libro, Mi Ucrania (Lumen), recién terminado, y confiesa al teléfono desde Bruselas, la ciudad donde reside desde hace años, que nunca pensó que la escalada bélica llegaría a desgarrar de esta manera el país en el que nació y vivió hasta los 15, cuando emigró tras la caída de la URSS a Chicago. “He tratado de explicar la historia de Ucrania desde una perspectiva personal. El catalizador fue el diario que encontré de mi bisabuelo, descubrir que su hermano había desaparecido y que ese asunto seguía siendo un tabú en la familia aunque el estalinismo hubiese acabado hacía mucho tiempo”, cuenta. “En 2014 con los movimientos separatistas volvió a haber muertos y desapariciones, sentí que la historia se repetía”. Las agitadas discusiones con un hermano de su padre, residente en Tel Aviv y defensor de la URSS, también la acercaron a su país: “Mi Unión Soviética era el colapso de la década de 1980 y el desastre de Chernóbil; la suya, el boom de los cincuenta y el vuelo de Yuri Gagarin”, escribe. Todo aquello la llevó a indagar en esa compleja relación de Ucrania con su pasado, a visitar a su abuela y a pasar largas temporadas en Kiev. De ahí salió el libro cuyos derechos han sido vendidos en 16 países.
Una vidriera en Leópolis (Alianza), de Žanna Sloniowska (Lviv, 44 años), ha sido otro gran éxito en la venta de derechos. La autora incluye una nota previa a su novela en la que expone cómo tras el ataque ruso “la historia vuelve a interrumpir Una vidriera en Leópolis como si nunca le hubiera puesto el punto y final”, y describe cómo imagina a sus personajes en la actualidad ahora que las bellas vidrieras vuelven a estar cubiertas. “Resulta trágico que haya tenido que estallar una guerra para que la riqueza de la escena literaria y artística de Ucrania salga a la luz, pero allí ha habido mucho talento”, comenta Victoria Belim. La fotógrafa Yelena Yemchuk, emigrada también a EE UU en la infancia, siente algo parecido. Ella también redescubrió su tierra gracias a su abuela y comprendió que era allí donde tomaba sus mejores fotografías. Odesa (Gost) es el libro que tenía listo en 2020, que recogía su trabajo allí desde 2015 a 2019 y que tuvo que retrasar por la pandemia. Finalmente, se editó en abril y Yemchuk decidió donar el 20% de lo recaudado a una ONG que trabaja en Odesa. El libro ha sido reeditado, y se ha convertido en uno de los mejores títulos fotográficos del año. “Es el testimonio de cómo era la vida antes”, explicaba Yemchuk durante un breve viaje a Madrid. “Es horrible saber que no queda nada, que todo ha sido destruido. Te debates entre seguir adelante y pensar en lo que está sucediendo”.
Babelia
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