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Muere Javier Marías
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Si Javier Marías tenía un primer párrafo, tenía una novela

Pilar Reyes, editora del autor desde 2009, recuerda su proceso creativo, sus obsesiones y su maestría: “Nunca me hablaba de sus libros mientras los escribía”

De izquierda a derecha, Pilar Reyes, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa y Javier Marías, en los Teatros del Canal, en Madrid.
De izquierda a derecha, Pilar Reyes, Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa y Javier Marías, en los Teatros del Canal, en Madrid.samuel sánchez

Javier Marías fue una de las personas más originales que he conocido. Su manera de ser y de pensar eran una misma cosa indivisible; eso lo hacía único. Fue un escritor enorme y un comentarista singular y agudo de su tiempo, del nuestro, por eso le echaremos profundamente de menos.

Fui editora de sus libros desde el año 2009, cuando preparamos una hermosa edición en un volumen de Tu rostro mañana, esa catedral de la literatura en español, de la literatura. En ese primer proyecto compartido descubrí muchas de sus obsesiones, que también eran mías y creo que por eso nos hicimos amigos: buscaba elegir la mejor imagen de cubierta para sus libros, participaba activamente en ese proceso. Tenía una carpeta en la que coleccionaba fotografías, postales y reproducciones de cuadros que llamaban su atención y que, por tanto, podrían convertirse en tapas de sus libros en el futuro. También era detallista en la tipografía, la corrección impecable de cada texto, incluyendo contraportadas, notas biográficas y fajas.

Nunca me hablaba de sus libros mientras los escribía, a lo sumo me decía cosas como “he empezado algo, que no sé si va a algún sitio”. Pero yo sabía lo que significaba eso: si Javier tenía ya un primer párrafo, tenía una novela. El párrafo inicial de todas sus novelas contiene la novela entera, aunque él se reconociera como un escritor con brújula y no con mapa, es decir, que iba descubriendo el libro a medida que lo iba escribiendo. Luego me iba actualizando sobre el número de páginas que iba escribiendo. Atesoro varias copias de la contabilidad del proceso de escritura de libros como Los enamoramientos, Así empieza lo malo, Berta isla o Tomás Nevinson. Llevaba también el conteo de todas las piezas, entre artículos y entrevistas, que hacía al año. Para mí, ese era su particularísimo modo de contar los días.

Por citar un ejemplo, en 2015 esto fue lo primero que me dijo sobre el nuevo libro que había empezado a escribir: “Creo que será una novela corta, unas 200 páginas más o menos, con un narrador en tercera persona, que no usaba desde El siglo”. En mayo de 2016 me dijo que llevaba 173 páginas de la nueva novela, con dos partes narradas en tercera persona y una tercera parte narrada en primera. Aparecerían varios personajes de Tu rostro mañana. Que seguro tendría muchas más páginas que esas 200 que preveía inicialmente. Hablaba de Berta Isla.

La novela fue para Marías un gran mecanismo para pensar el mundo, sin denostar la trama. Abogó siempre por diferenciar entre la ficción y la realidad. Le parecía que no hacerlo era renunciar a una de las grandes invenciones humanas: la imaginación.

Una vez le pregunté por una palabra de la lengua española por la que sintiera especial afecto y me dijo la palabra emulación. Por eso empezó a escribir, para imitar a los escritores que admiraba. En ese sentido, creo que fue un escritor con enorme ambición, que logró escribir los libros que se propuso. Parece una frase de Perogrullo pero no lo es: no siempre la ambición de un escritor está secundada por su talento. Sí en el caso de Marías, que dio para la literatura varios libros fundamentales.

Aun así, él pensaba que la idea de posteridad ya no tenía lugar en el mundo de hoy, que era un término o una aspiración de otro tiempo. Yo creo que la posteridad será suya y de sus libros. Y su rostro mañana, el que él quiso darnos de sí a través de su obra, de sus comparecencias públicas, de sus artículos, el rostro de un hombre absolutamente libre para expresar lo que pensaba, imaginaba y sentía. Fue muy celoso de esa libertad y nunca quiso reivindicar ni ser reivindicado para ninguna causa, ni para un país, ni para una lengua. Pero la literatura, Madrid, España, la lengua española, quienes le leímos y le quisimos, estamos quebrantados por su pérdida.

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