Así nació el cine ‘gore’: en autocines y con bolsas para vomitar a la entrada
La madrileña Muestra de Cine Lo + Prohibido proyecta en su inauguración ‘The Gore Gore Girls’, medio siglo después de su estreno, como homenaje a su director, Herschell Gordon Lewis, padre de este subgénero del terror
Como profesor de Literatura Inglesa en la Universidad del Estado de Misisipi, Herschell Gordon Lewis se aburría mucho, muchísimo, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo. Aquello no iba a ningún lado, era joven y ya estaba estancado, y a la vez se le daba bien la publicidad. Sabía rodar anuncios, entendía el poder de la comunicación, olfateaba con sagacidad en el negocio audiovisual y un pálpito le auguraba un gran futuro. Para su suerte, a finales de esa década, dos hechos le cambiaron la vida radicalmente: conoció al productor David Friedman, que puso a Lewis (Pittsburgh, 1926-Fort Laudesdale, 2016) a dirigir películas con chicas desnudas, las nudie-cutie, que a pesar de su baja calidad obtenían beneficios en los cines de barrio; y un día de 1960 vio Psicosis, y decidió que él rodaría lo que Hitchcock no mostraba. Así nació el cine gore, películas de vísceras, sangre y cuerpos desmembrados, género que protagoniza la décima edición de la Muestra de Cine Lo + Prohibido, que se celebra en el cine madrileño Artistic Metropol desde este jueves. Se inaugura con The Gore Gore Girls, de Lewis, de la que se cumple ahora medio siglo de su estreno.
Sin saberlo, Lewis inventó el cine gore (un verbo traducible del inglés como desmembrar a cuchillo o incluso cornear), aunque la pasión por el desmembramiento de cuerpos humanos o su evisceración ya existía en algunas religiones hace 2.000 años. Espectáculos sangrientos triunfaron en la antigua Roma y en la Edad Media. Y en 1897 en París abrió Le Théâtre du Grand-Guignol, que se especializó en espectáculos de terror ultranaturalista. Pero para Lewis la llama prendió con Psicosis. “Para mí, la película hacía trampa”, contaba años después. “Hitchcock mostraba los resultados, pero no la acción, porque no podía arriesgarse a que lo rechazaran los cines. A nosotros no nos importaba”. A su cine de torsos desnudos le añadió sangre, cuchilladas, piernas y brazos arrancados, heridas por las que se escapaban los intestinos o el cerebro. Y arrasó.
Tres años después del paseo de Hitchcock por el motel Bates, en 1963, Lewis y Friedman estrenaron Blood Feast, la primera película gore. Rodada en Miami con 25.000 dólares en nueve días, Stephen King la considera la “peor película de terror” que ha visto en su vida. A Lewis no le interesaba la interpretación, ni la cámara, ni en realidad poseía talento artístico. Pero sí albergaba una visión por la estética que deberían subrayar en pantalla: litros de sangre, una secuencia con una lengua arrancada de la boca de una mujer para la que usaron una de cordero. Y por supuesto, nada de blanco y negro: sus filmes serían en color para que la sangre luciera en todo su esplendor.
Ese tipo de cine no tenía cabida en las salas tradicionales, y por ello Friedman y Lewis abrieron mercado en los autocines, donde sus filmes sumaron éxito tras éxito. A pesar de las críticas negativas, tanto por el resultado artístico como por el terremoto que supuso para la moral de la época, Lewis triunfó. Magos de la publicidad, director y productor repartían bolsas para vomitar al inicio de las proyecciones y usaban a su favor sumándolas a sus anuncios cualquier frase en contra de su trabajo.
Así juntaron en dos años otros siete títulos más, películas que duraban entre 60 y 75 minutos, y entre las que destacan 2.000 maniacos o Color Me Blood Red, título tras el que Friedman y Lewis emprendieron carreras separadas. De 1965 a 1972 Lewis dirigió otros 20 largometrajes de ficción. Diversificó temáticas —aunque siempre del género gore—, aumentó la duración de los filmes (A Taste of Blood, de 1967, ya duraba dos horas) y siguió en su nicho de mercado de los autocines. En 1970 estrenó The Wizard of Gore, la primera vez que sacó el concepto en el título. Pero la siguiente generación de cineastas apasionados del terror poseía muchísimo más talento que Lewis: en Italia, Mario Bava inició el giallo (el terror italiano) en 1963 con La muchacha que sabía demasiado, y en EE UU se estrenó en 1968 La noche de los muertos vivientes, de George A. Romero. En muy poco tiempo la obra de Lewis se había quedado anticuada, articulada en torno a la provocación, y sin lograr salir del gueto de los autocines.
En 1972 Lewis decidió retirarse del cine. Y lo hizo con The Gore Gore Girls, la proyección de gala de la Muestra de Cine Lo + Prohibido. Es, probablemente, el mejor trabajo del cineasta, su intento postrero de entrar en las salas comerciales (cercenado, porque recibió la calificación X), que además aprovechó para hablar de positivismo sexual, del estrés postraumático entre los soldados estadounidenses que habían participado en la guerra de Vietnam... Es la crónica sangrienta de la persecución de una periodista y de un detective privado para atrapar a un asesino de strippers, que ejecuta sus crímenes con sadismo (incluye la famosa secuencia en la que a una de las mujeres le cortan un pezón y le sale leche chocolatada, en un intento de hacerla pasar en pantalla por leche materna mezclada con sangre). Y contiene algunas dosis de parodia sobre la obra precedente de Lewis; al final del filme, un cartel remata la trama: “We announce with pride: this movie is over!” (Anunciamos con orgullo que la película se ha acabado), algo que resultó completamente cierto en el caso de Lewis, que abandonó la industria. Volvió a la publicidad y al marketing, ganó mucho dinero, publicó decenas de libros centrados en la comunicación, y no dirigiría cine otra vez hasta tres décadas más tarde, cuando en 2002 estrenó Blood Feast 2: All U Can Eat, devenido ya en cineasta de culto.
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