‘RRR’, la película espectáculo india que ha provocado un terremoto en Netflix
El filme, el más caro de la historia de su país, mezcla efectos digitales, patriotismo, épica, peleas y amistad para reescribir la historia de dos de los líderes de la rebelión contra el imperio británico. Lleva 10 semanas entre las películas más vistas en todo el mundo en la plataforma tras liderar la taquilla en la India
¿Cómo se puede definir RRR, el increíble fenómeno cinematográfico indio? Pues como si John Rambo luchara con su hermano gemelo codo con codo en una película del universo Marvel aderezada con números musicales, chorros de sangre y sadismo. Desde su concepción, RRR, dirigida por S. S. Rajamouli, fue planteada como un taquillazo propagandístico, una jugada fílmica para la que todo valía: las mentiras históricas, la hipérbole, el desmesurado uso de las imágenes creadas por ordenador (CGI, sus siglas en inglés), y el mayor presupuesto de la historia de la industria audiovisual india (unos 70 millones de euros). El resultado: líder de la taquilla nacional, éxito por toda Asia, EE UU y Reino Unido, y 10 semanas entre las películas más vistas en todo el mundo en Netflix (la que más no rodada en inglés). Desde el pasado miércoles, los 185 minutos de RRR se pueden ver en Netflix España —donde se ha estrenado a escondidas, el algoritmo hispano no la aprecia— y así se puede degustar un espectáculo que ha provocado alabanzas hasta de los hermanos Russo, directores estrella de Marvel, y que ahora lideran los visionados de la plataforma digital con El agente invisible: “Un filme épico bien hecho”. O, como dice la revista Rolling Stone, “el mayor y mejor blockbuster revolucionario”.
RRR (siglas en varios idiomas indios de rabia, guerra y sangre, y en inglés y en hindi de levantamiento, rugido y revuelta) sirve, de paso, para presentar al resto del mundo el cine de Tollywood, realizado en Calcuta, al este de la India, que multiplica la espectacularidad del de Bollywood, creado en Bombay, al oeste del país.
Desde su mismo arranque, un cartel de RRR advierte: “Los personajes retratados, las áreas geográficas, las acciones, los vestuarios, bailes, dialectos y rasgos culturales son ficticios [...]. Cualquier etnia, casta, credo o tribu mencionada es pura coincidencia”. Y tanto. La acción transcurre en los años veinte del pasado siglo, y presenta a dos de los grandes revolucionarios indios que lucharon contra el imperio inglés: Alluri Sitarama Raju y Komaram Bheem. Ellos existieron, pero ni se conocieron ni se movieron por las motivaciones mostradas en pantalla. En RRR, sus caminos se cruzan y devienen en amigos íntimos tras salvar a un niño rodeado de llamas tras descarrilar un tren en un puente: el uso de la bandera nacionalista india para protegerse del fuego por parte de ambos ya anuncia el posterior mensaje. A esas alturas del metraje, el público ya ha visto a Komaram Bheem derrotar a un tigre —que previamente había chocado contra un lobo— a pura fuerza de pectorales. Y a Alluri Sitarama Raju enfrentarse contra una turbamulta (al estilo zombi de las masas de Guerra Mundial Z) con la única ayuda de una robusta vara.
Cámara lenta, colores saturados, animales creados digitalmente, bailes imposibles, comportamiento delirante de la ley de la gravedad, peleas influidas por el cine wuxia chino y sadismo británico por parte del responsable militar de la zona y de su esposa (por culpa de los retoques quirúrgicos cuesta reconocer a Alison Doody, que dio vida a Elsa, la novia nazi de Indy en Indiana Jones y la última cruzada). Así se adereza RRR. Así y con diálogos como “Yo soy la batalla” (dicho por el padre de uno de los personajes principales) o “¿Conoce el valor de su bala? ¡Una libra esterlina! ¿Y quiere derrocharla en basura marrón?” (discurso del villano militar inglés de turno). Sin embargo, el espectáculo descansa en las amplias musculaturas de N. T. Rama Rao junior (nieto de uno de los grandes actores indios) y Ram Charan, que interpretan a los protagonistas. Eran estrellas de Tollywood, ahora lo son mundiales.
La producción de RRR ha sufrido un sinuoso recorrido. Su rodaje estaba previsto para 2018 con un estreno en 2020. Finalmente, llegó a las salas el pasado 25 de marzo. En su primer día recaudó por todo el mundo 29,5 millones de euros, ha sido la primera película india en la época covid en superar los 100 millones de taquilla, y su llegada a Netflix, donde se estrenó el 22 de mayo, aumentó su eco. En sus primeros siete días sumó 18 millones de horas de visionados, aún hoy no ha abandonado el top ten de las películas más vistas en la plataforma digital (España es uno de los últimos territorios en el que se ha estrenado) y ya es el filme no inglés de más éxito en la casa de la N escarlata, donde se ha lanzado doblado al hindi, en vez del télugu original. El mensaje propagandístico, el desaforamiento digital y la épica de RRR solo pueden ser comparables con La batalla del lago Changjin, la película china producida por su Gobierno para mayor gloria del ejército nacional que llegó a las salas españolas a inicios de julio.
Para muchos espectadores. RRR será la primera película que vean de Tollywood, contracción de Tollygunge (la región del sur de Calcuta, en Bengala, donde se produce) y Hollywood. Durante años, esa industria creó productos más de autor: allí reinó el mítico Satyajit Ray, director de La trilogía de Apu. En India no solo existe Bollywood, aunque sus productos han sido los más exportados y su estilo, el más imitado incluso en Occidente. Sin embargo, en la última década, tanto Tollywood como Kollywood (la producción filmada en el idioma tamil) han ganado terreno. Sus directores ya no necesitan emigrar al norte para hacer carrera y fortuna, y uno de los motores de ese cambio ha sido el guionista, productor y director S. S. Rajamouli, el responsable de RRR, que ya había estrenado taquillazos como Baahubali: The Beginning (2015) y Baahubali 2: la conclusión (2017), y que aquí se ha permitido bailar y cantar en la canción de los títulos de crédito finales, una oda anticolonialista acompañada de imaginería soviética.
La polémica sobre sus licencias históricas ha acompañado desde su estreno a RRR, que se protegió contra las críticas con el mensaje inicial, y cuya verosimilitud podría compararse a la de un spaghetti western con respecto a la colonización de América del Norte. El guion ha borrado cualquier referencia al islam como religión en el antiguo imperio británico asiático, proyecta en Rama (Alluri Sitarama Raju) una semidivinización y una complejidad psicológica que ningunea a Bheem... ya que eran de castas muy distintas. El estereotipo religioso y social marca toda la narración, que en su secuencia final no tiene en cuenta a Mahatma Gandhi o Jawaharlal Nehru del listado de libertadores del yugo antiimperialista, y que borra a los numerosos líderes islámicos que guerrearon contra los ingleses. RRR es mala propaganda hindú, aunque un espectáculo bombástico de primera.
Babelia
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