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ACTORES
Columna
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Cuántos intérpretes gloriosos en papeles secundarios

Pensando en el mejor cine estadounidense, estoy convencido de que parte de su grandeza le corresponde a extraordinarios actores y actrices marcados con esta etiqueta

David Warner, en 'La balada de Cable Hogue'.
David Warner, en 'La balada de Cable Hogue'.
Carlos Boyero

Cambiaron la terminología respecto a los intérpretes que nunca, o casi nunca, gozaban de estrellato, pero cuya presencia y trabajo eran y son fundamentales en el cine que les cobija. Antes les denominaban secundarios (suena a infravaloración), ahora las academias lo han cambiado por algo más justo, pero que puede resultar aséptico, como actores y actrices de reparto. Acaban de fallecer dos de ellos, muy buenos ambos, pero cuya necrológica solo ocupará unas líneas. Uno, Paul Sorvino, será recordado siempre por su poderosa interpretación del temible y paternal jefe de la mafia en esa obra maestra titulada Uno de los nuestros. Recibía toda la información trascendente susurrándole al oído y tapaba su boca al dar sus intimidatorias e incontestables órdenes. De cualquier forma, sus apariciones en películas que pueden resultar olvidables le harían reconocible y creíble para los espectadores. O sea, tenía personalidad.

También se ha ido David Warner, dueño de una pinta inquietante y utilizado por el inolvidable Sam Peckinpah en la violenta y tenebrosa Perros de paja, en el alucinante y alucinado cine bélico que representa La cruz de hierro y en un wéstern que amo, la poética, divertida y triste La balada de Cable Hogue. Warner interpretaba al falso reverendo Joshua Duncan Sloane, golfo e impostor, mentiroso y oportunista, con vocación de proxeneta, disparatado y divertido. Cuando Cable Hogue, aquel eterno perdedor que por fin encontró agua y supervivencia en el desierto, constata al amanecer que se ha largado hacia el este su amante Hildy, antigua puta obsesionada legítimamente con encontrar un marido rico, y le comenta al Reverendo: “Alguna vez aparece una mujer en tu vida que te toca en lo más hondo”, este le responde: “No es grave, Cable. Imagino que eso desaparece con la muerte”.

Y pensando en el mejor cine estadounidense, estoy convencido de que parte de su grandeza le corresponde a extraordinarios actores y actrices marcados con la etiqueta de secundarios. Mis favoritos son Walter Brennan y Thelma Ritter. Sus interpretaciones, cortas o más largas, dando vida a todo tipo de personajes, son imborrables. Te los crees en cualquier registro, ofrecen lo máximo con lo mínimo, nunca fallan. Compruébenlo con Thelma Ritter en Eva al desnudo, Manos peligrosas, Vidas rebeldes, en cualquier película bendecida con su secundaria presencia. Y Brennan en Tener y no tener, Pasión de los fuertes y tantas otras...

Igualmente, el difunto Philip Seymour Hoffman es una de las cosas más eminentes que le han ocurrido al cine norteamericano durante veinticinco años. Le ofrecieron a este actor genial el protagonismo absoluto en Capote, pero se tiró dos décadas como actor de reparto. Solo por su presencia, su ductilidad, su talento, su poder hipnótico y su credibilidad, merecerían verse esas películas. Y si hablamos de cine español, ¿han existido actores tan buenos como José Isbert y José Luis López Vázquez? El primero protagonizó dos obras maestras como El cochecito y El verdugo, pero durante mucho tiempo ejerció como secundario de lujo. A López Vázquez fueron Carlos Saura y Pedro Olea los que le otorgaron el protagonismo absoluto como actor dramático. Pero antes, este señor se movió como pez en el agua, con tanto ritmo, con tanta gracia, en infinidad de películas, algunas de ellas horrendas. Pero su trabajo siempre fue impecable. Tiene mucho mérito.

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