Un torero de Pamplona
Jesús Enrique Colombo cortó una oreja gracias al apoyo de las peñas a las que la terna brindó todos los toros, mansos y deslucidos de Cebada Gago
Juan Leal, Román y Jesús E. Colombo brindaron los seis toros a las peñas en solicitud de ayuda ante los toros deslucidos y violentos de Cebada Gago. Pero los tendidos de sol suelen estar más pendientes de su propia fiesta que la que se desarrolla en el ruedo. A pesar de ello, el empeño constante y cariñoso de Colombo tuvo su premio y paseó la única oreja de la tarde, inmerecida como tantas otras, pero muy trabajada.
El diestro venezolano quiere ser torero de Pamplona, y hasta aquí llegó con la lección bien aprendida: no solo brindó la muerte de sus dos toros al público, sino que llamó ostentosamente la atención de las peñas en los tercios de banderillas que él mismo protagonizó, les pidió apoyo sin pudor alguno, y los tendidos de la solanera le respondieron con entusiasmo. Colombo desplegó su repertorio: recibió a su primero con una larga de rodillas en el tercio, e incluso se atrevió a dar dos verónicas en tal postura; corrió como un descosido con los garapullos en las manos y los clavó casi siempre a toro muy pasado, pero animó la fiesta en una tarde sin pena ni gloria.
Es verdad que se ganó el favor del sol, pero no su atención. Cuando Colombo inició su faena de muleta al sexto, los peñistas prefirieron cantar ‘Una beso y una flor’, de Nino Bravo, antes que estar pendiente de la labor del torero. Claro, que tampoco la faena destacó por su hondura ante un animal que no facilitó la labor del venezolano; pero mató de modo fulminante, y esa es condición imprescindible para pasear una oreja. Colombo no es un torero de sentimiento y, por lo general, pasa desapercibido en el toreo fundamental. Y así ha sucedido esta tarde, justificado ante un lote violento y deslucido.
No se quedó atrás el francés Juan Leal, que también brindó sus toros, inició las dos faenas de muleta en el centro del ruedo -de rodillas en su primero- con ceñidos pases cambiados por la espalda, y abusó de circulares con la intención de encontrar en el tendido el eco que no le ofrecían sus oponentes.
Muy poca vida y escasa fortaleza tenía el toro que abrió plaza, y sin clase alguna fue el comportamiento del cuarto. Como no estuvo fino con la espada, vio silenciada su entregada labor.
Y quien tuvo ocasión de hacer el mejor toreo de la tarde fue Román. Intentó, como los demás, contar con los peñistas y dio manoletinas y molinetes de rodillas, pero su primera faena pasó desapercibida ante un toro de muy escaso empuje. Lo mató muy bien, lo cual no fue motivo suficiente para que asomaran los pañuelos rojos. Mejores oportunidades le ofreció el quinto, un toro con más clase que los demás, que le permitió una faena meritoria que destacó especialmente en un par de tandas de naturales con mucho sabor. Tuvo la mala suerte de pinchar y ahí voló la posibilidad de un trofeo.
Al final, triunfó quien tuvo la hoja de ruta más clara; y fracasaron los toros de Cebada, que pasarán a la historia de la feria por su peligrosidad en el encierro matinal, pero no por su buen juego en la plaza.
Cebada / Leal, Román, Colombo
Toros de Cebada Gago, muy bien presentados, astifinos, mansos, sosos, descastados y deslucidos; noble el quinto.
Juan Leal: dos pinchazos y estocada baja -aviso- (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio).
Román: gran estocada (silencio); pinchazo y estocada (vuelta).
Jesús Enrique Colombo: pinchazo y estocada baja (ovación); gran estocada (oreja).
Plaza de Pamplona. 11 de julio. Quinta corrida de la feria de San Fermín. Lleno.
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