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CANCIONES CON SECRETO (V)

Cuando la dictadura de Pinochet se apropió de ‘Libre’ de Nino Bravo

De cómo un simple humorista se convirtió en el centro de una polémica que implicaba al dictador Pinochet, a las víctimas de sus torturas, al segundo muerto por intentar saltar el muro de Berlín y a un cantante malogrado.

Nino Bravo (1944-1973), en Barcelona, antes de sus icónicos retratos melenudos.
Nino Bravo (1944-1973), en Barcelona, antes de sus icónicos retratos melenudos.Julià Peiró (efe)

Hay una ley básica en el arte de la composición y producción de canciones: piensa una estrofa de melodía agradable y tócala con los instrumentos básicos. Luego, deja para el estribillo la verdadera buena idea que guardabas para inflamarla con muchos más instrumentos y coros. Si la estrofa tiene una calidad de un 7 sobre 10, y el estribillo, de un 10 sobre 10, ve eligiendo mansión.

PODCAST: Libertad para Bigote Arrocet

Bien, pues Libre (de Armenteros y Herrero) obedece a ese modelo, cantado por Nino Bravo con la misma estrategia: menos despliegue al inicio para luego regalar todo el pulmón al explotar en un imbatible “Libre, como el sol cuando amanece…”. Es perfecta. Al escucharla sentimos lo que invade a ese “ave que escapó de su prisión”, o la mismísima liberación de quienes lograron traspasar el telón de acero soviético.

Aunque muchos no lo consiguieron. Muy al contrario, el protagonista real de la letra, Peter Fechter, lo que sintió fue un disparo en la cadera y su propio peso desarbolándose en la tierra de nadie del muro de Berlín, el espacio alambrado de entre los dos lienzos paralelos que separaban los sectores soviético y occidental de la ciudad alemana. Fechter y su amigo Helmut Kulbeik –que sí escapó– pasearon con aire casual varias semanas por distintos tramos del muro de la vergüenza: consideraron el ancho variable del pasillo entre paredes, ubicaron las torres de vigilancia, localizaron los sistemas de disparo automático, cronometraron los cambios de guardia… Hasta que optaron por partir del zaguán de una panadería desde el que podían intentar un salto rápido sin ser vistos por los guardias de la Alemania Democrática.

Pero, al fin y al cabo, su único plan era saltar rápido y correr mucho. Y no fue suficiente. Como dice la letra, “Marchaba tan feliz que / no escuchó / la voz que le llamó”. Más bien no quiso oírla ya que era el “¡Alto!” de un centinela. El disparo, la caída y los borbotones de sangre también están en el texto: “Y tendido en suelo se quedó / sonriendo y sin hablar / sobre su pecho flores carmesí / brotaban sin cesar”.

En cambio, algunos de los 40.000 detenidos por la dictadura de Pinochet (1973-1990) sí que lograron salir por su propio pie de los más de mil centros de detención que el régimen militar montó en todo Chile. Y pudieron llenarse el pecho con ese coro liberador: “Mientras esperábamos en las graderías para ser interrogados […], entonábamos Libre a aquellos que se formaban para ser liberados. Libre era una catarsis, mezcla de alegría por los que se iban y esperanza para los que nos quedábamos”, contaba a la musicóloga e investigadora chilena Katia Chornik un represaliado que pasó dos meses de 1973 –el año del gran éxito del tema– en un campamento de prisioneros. La profesora de la Universidad de Manchester (y violinista) va reuniendo en CantosCautivos.org estos testimonios y muchísimos documentos sobre el uso de la música como “tortura sin contacto” que la CIA estadounidense comenzó a practicar en los años 50.

El testimonio anónimo no acaba ahí: “Desgraciadamente, la dictadura y sus esbirros civiles o militares la usaron para su propia propaganda”. Y así fue, por dos razones: primero, con el ánimo de robarles su himno de libertad y lanzárselo a la cara, tal como se lee en las declaraciones de Paicavi Painemal, un mapuche también torturado por la DINA chilena: “Ponían canciones de Nino Bravo, especialmente Libre. De fondo me las ponían y fuerte para que no se escucharan tanto mis gritos”. La segunda razón por la que los represores pinchaban la canción era la de utilizarla como propaganda anticomunista, por aquello de un soldado pro-soviético abatiendo un hombre que huye hacia la libertad.

Lo que nadie esperaría es que esa diatriba casi filosófica confluyera en una figura tan poco solemne como la de Bigote Arrocet. En 1974, pocos meses después del golpe contra Allende, el entonces imitador de cantantes salió a interpretarla en el Festival de Viña del Mar. Es el gran certamen hispanoamericano, hay público a reventar y se retransmite en directo por televisión. Bigote remata la faena triunfante y arrodillado en la proa del escenario. Un entusiasmo que no sería políticamente reseñable si no fuese porque en las primeras filas disfrutaban de la velada un Pinochet y su esposa a los que los presentadores del festival, como Antonio Vodanovic, regalaban cada año frases como “es la juventud chilena la que agradece vuestra presencia”. La pregunta en Chile es la misma desde hace 46 años: ¿quiso Edmundo Arrocet cantarla en nombre de los represaliados o del dictador? Él se limita a decir que fue un simple homenaje a su “amigo” Nino Bravo, fallecido poco antes. Pero quizá la respuesta esté en estas dos preguntas: ¿por qué Bigote volvió a cantarla en 1978 con todo garbo en el mismo festival que era escaparate internacional del régimen, y después de la sonada polémica que desató en 1974? ¿Alguien cree que conservaría ese pelazo si lo hubiera hecho con fines democráticos, y en dos ocasiones?

Rebobinando: Bravo por Luis Manuel

— Álbum: Mi tierra (Fonogram / Polydor).

— Año: 1972.

— Listas de éxitos: El single estuvo en el número 1 desde enero hasta mayo de 1973.

— Nino Bravo (Aielo de Malferit, Valencia, 1944) se llamaba en realidad Luis Manuel Ferri Llopis (Manolo), pero según su representante, Miguel Siurán, le puso Nino en honor al compositor Nino Rota. Le añadió el apellido después de que el mánager espetase un “¡bravo, nano!” a un hombre que intervino en un garito valenciano en favor de una prostituta con quien discutían tres marineros.

En cantoscautivos.org pueden consultarse todas las canciones que presos, carceleros y políticos usaban (y tocaban) como armas políticas o simple asueto y consuelo. Hay un índice de todas ellas junto con testimonios (guardias de la DINA incluidos) del uso que se les daba.

Lo cierto es que Bigote Arrocet no se defendía mal cantando, aunque la imitación era ninguna.

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