Huracán Nathy Peluso cierra a lo grande el Mad Cool de la tortuosa vuelta a casa
El dúo de hip hop Natos y Waor triunfó y Jack White aburrió en la clausura de una cita madrileña que deja un balance de cinco días perfectos en el interior y caóticos en el exterior
Al final, encuentras el sentido a todo esto: hemos sobrevivido a los cinco días de Mad Cool, nos sentimos más endurecidos en lo físico y en lo emocional que hace una semana. Hemos derrotado a los precios de Uber, a las esperas de dos horas para sentarte en un taxi, a caminar 20 minutos a las 3 de la madrugada para coger un metro que te deja a una hora de tu casa... Lo hemos conseguido. Hemos crecido como personas. Hasta damos por buena la elevada inversión económica. El instante de felicidad es demasiado breve teniendo en cuenta lo duro que ha sido el camino hasta aquí, pero ha compensado. Y ya que hemos pasado la exigente prueba podemos pedir para el año que viene que nos hagan el regreso a casa más agradable. Falta un año para comprobarlo...
Anoche terminó Mad Cool con Nathy Peluso en plan reina. Y desde el primer minuto, además, con esa salida en tromba que realizó, vestida de negro, con guantes rojos y el cabello corto y engominado. Derrochó una amplia gama de recursos escénicos la argentina. Poderosa en el baile, dominadora de la audiencia, divertida, agitadora, vocalmente potente... Estuvo arropada por una banda de siete músicos, todos vestidos igual, con una sección de vientos y unas congas que propulsaban música caribeña que entraba de fábula a eso de las 9 de la noche, cuando el sol se despedía.
Tiene una dicción extraña esta cantante que impide entender nítidamente el mensaje. Es su estilo, personal, sin duda. Después de cuatro días de guitarrazos, su caliente propuesta rítmica sentó de maravilla. El césped artificial de Mad Cool recibió el zapateo de botas y deportivas al son de la bachata o la salsa. “Yo no me imaginaba que iba a ser tan buena”, decía mientras bailaba un joven, sin duda una nueva incorporación a la causa Peluso.
La actitud desprejuiciada a la hora de combinar estilos no solo hay que verbalizarla; además, precisa ejecutarla. Y Nathy Peluso lo hizo anoche. Además de los ritmos latinos, su repertorio avanza a base de hip hop, soul, electrónica y hasta rock. Imposible no pasárselo bien. Otra de sus cualidades es que utiliza de maravilla las cámaras para provocar efectos impactantes en las pantallas. Y qué decir de su derroche físico. Una hora de crossfit es pan comido para ella. Bailes agresivos, sensuales, visitas al público... Hasta estuvo varios minutos saltando incansablemente a la comba. Llamó continuamente “mi gente” al público y expresó desde el principio de qué iba lo suyo: “Viva la fiesta, carajo”. Interpretó canciones como Puro veneno, Ateo (el popular tema con C. Tangana, aunque el músico madrileño no estuvo) o Mafiosa. Y terminó con una versión de Vivir así es morir de amor, de Camilo Sesto. Excelente concierto el de Nathy Peluso.
Fue la noche con menos público (unos 20.000 en comparación a los 70.000 de jornadas anteriores) y la de más gente joven. Chicos y chicas veinteañeras, muchas de estas con la cara decorada con cristalitos adhesivos (la moda de los festivales), que disfrutaron de lo lindo con Natos y Waor, fenómeno del hip hop español. El dúo madrileño que se conoció en las batallas de gallos de barrios como Aluche es desde hace tiempo cosa seria. Ya reventaron el madrileño Palacio de Vistalegre con 10.000 personas y ahora apuntan al WiZink capitalino y su aforo de 15.000 para febrero del año que viene. “Robando en el Carrefour y no en el chino. / Jodiendo al de arriba, ayudando al vecino. / Partiendo ficha, compartiendo el litro. / Ojos de vidrio, vómitos, chupitos. / Quemando el micro libre de cualquier garito. / Aprendimos a convertir el agua en vino. / Para bien o para mal esta es la vida que elegimos”, cantaron en Generación perdida, y la entonaron los miles de jóvenes que les siguieron en el escenario grande del festival.
Es un grupo que ha conectado con la gente joven de los barrios obreros, y también las zonas residenciales. Había entre el público dos bomberos uniformados (en la parte de atrás de su camiseta ponía: “Bomberos de Madrid”) que aprovecharon que no había ningún incendio por allí para ver el concierto. Sin duda eran seguidores, ya que conforme avanzaba el recital se fueron animando hasta sacar el móvil para grabar canciones y recitar con el resto de la audiencia temas como Más alcohol: “Y dame más alcohol, más medicina. / Para curarme las heridas de la vida. / Una razón para soltar el timón. / Yo soy feliz cuando navego a la deriva”. Además de sus textos sobre juergas y la vida en el barrio, el dúo maneja otros registros, como el interesante Gato de callejón, con un homenaje al sonido Caño Roto en el estribillo; temas más melódicos como Bicho raro; hermosas piezas de desgarros amorosos como Caminaré, y ese trallazo bailable que es Sudores fríos y que cantaron con su colega Recycled J. Por lírica, actitud y trascendencia en la calle, Natos y Waor son una especie de Extremoduro del hip hop que no van a hacer más que crecer en los próximos tiempos.
El comienzo del concierto de Jack White fue un poco desastre. El estadounidense salió como un ciclón, interpretó Taking Me Back y, cuando terminó la canción, hizo un gesto con el brazo a su banda para que se marcharan con él. Con el escenario vacío surgió un ruido de acoples eléctricos que, a todas luces, no era una nueva canción (aunque nunca se sabe con este ruidoso guitarrista) del fundador de White Stripes. Un puñado de técnicos estuvieron correteando nerviosos por la tarima. Tras cinco minutos de enchufar y desenchufar cables, salió de nuevo la banda (batería, teclados y bajo) y comenzaron a tocar; algunos minutos después regresó White. Todo un poco raro, porque ni él ni nadie dieron explicaciones, aunque era evidente que allí había problemas de sonido.
White ejercía como el cabeza de cartel del día. No lo pareció, empezando porque tocó en el escenario 2 y continuando porque concurrió menos gente que para ver a Nathy Peluso y Natos y Waor. Una vez solucionada la cosa técnica se reanudó un concierto que resultó un poco tostón. White se empeñó en demostrar lo virguero que es con su extensa colección de guitarras, primando su virtuosismo a las canciones. Nos pudimos ahorrar su concierto pinchando un disco de Led Zeppelin tranquilamente en casa. Mucho mejor. Solo se animó en el tramo final con Steady, as She Goes, de su grupo Raconteurs, y con, claro, Seven Nation Army, himno de los himnos de White Stripes. A la misma hora que Jack White había mejor ambiente en los recitales de La M.O.D.A. y Recycled J, que tocaban en los otros dos escenarios activos de Mad Cool en ese momento. Incluso se estaba mejor en la pequeña carpa Vibra Disco, lugar de encuentro bullanguero durante todo el festival, donde la gente apuraba el final de Mad Cool bailando música petarda.
Se marchó un Mad Cool con una buena organización dentro del recinto y muchos inconvenientes para llegar a casa. El año que viene seguramente se cambiará de ubicación al sur de Madrid, a Villaverde. Un detalle grande sería que los organizadores priorizaran una vuelta a casa tranquila y, a ser posible, en transporte público.
Babelia
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