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La M.O.D.A. reivindica sus raíces en el folclore de Burgos

La banda presenta ‘Nuevo cancionero burgalés’, un disco inspirado en canciones populares de su tierra

Juan Navarro
Los miembros de La M.O.D.A. en Pradoluengo (Burgos), el pasado 10 de diciembre.
Los miembros de La M.O.D.A. en Pradoluengo (Burgos), el pasado 10 de diciembre.Javier Casares

Son siete músicos populares treintañeros que pasean tranquilamente por un mercado de abastos de Pradoluengo (Burgos, 1.100 habitantes). La clientela compra pescado y lechazos junto a La Maravillosa Orquesta del Alcohol, más conocida como La M.O.D.A. La banda recuerda entre bromas y nostalgia aquel concierto de 2012 bajo ese mismo techo, con un humilde escenario, un puñado de espectadores “y sin olor a carne”. Hoy, años después de aquello, los artistas cabalgan la ola de la fama, pero no olvidan su origen, hasta el punto de sumergirse en el folclore de su tierra para crear el Nuevo cancionero burgalés. Allí cantan sobre molineras, señores pastores, el barrio de Gamonal y los rayos de luz de Villarcayo.

El disco, a la venta este mes de diciembre, se apoya en las letras de los cancioneros burgaleses de Federico Olmeda, de 1903, y de Antonio José, de 1932. Los jóvenes músicos los descubrieron en 2017 y accedieron a un legado cautivador porque “trata sentimientos universales”, dicen, y las anécdotas que glosa trascienden lo “local”. El grupo lo integran el cantante, David Ruiz, burgalés como Joselito Maravillas, Alvar de Pablo, Caleb Melguizo y Jorge Juan Mariscal, bien asistidos por el gallego Jacobo Naya, y el madrileño Nacho Mur. Diseccionaron los poemas y combinaron estrofas de los cancioneros mediante “un croquis” para musicalizar esas “canciones del día a día y cantos de trabajo” que han perdurado por su valor emocional. Los ocho temas acreditan ese trabajo y la evolución de La M.O.D.A., que partió en su génesis de estilos británicos y que ha virado hacia sus raíces castellanas.

Bien lo agradecen en su tierra. La pradolenguina Claudia Salas, de 26 años, celebra que la banda haya pasado de actuar en mercados a llenar festivales. “Ya vale de reguetón y todo eso”, afirma. El integrante del grupo De Pablo destaca la cercanía de la gente, el jolgorio de los conciertos en los pueblos y el orgullo de tocar ante sus familiares: “Echábamos de menos esas cosas”. Ver a los músicos actuar en Pradoluengo sustituye a mirar la demolición de una casa hundida como gran atractivo para los jubilados, que cuchichean cuando pasan esos forasteros que han grabado uno de sus videoclips allí.

Reyes de Benito saluda a los chicos en la cafetería donde siempre almuerzan y comenta que “en Burgos hay cosas además del Cid, agradezco infinito el aire nuevo y vanguardista que dan”. Hasta en una tienda de calcetines audaces, con diseños que van desde bicicletas hasta el Guernica, jalean a los artistas, y ellos aprovechan para comprar algún par. Para rematar llega el regalo del carnicero Ángel Arceredillo, que se acerca con un sobrio “a ver, para La M.O.D.A.” y les entrega una bolsa con embutidos.

Los miembros de La M.O.D.A. en Pradoluengo (Burgos)
Los miembros de La M.O.D.A. en Pradoluengo (Burgos)Javier Casares

La siguiente parada del viaje por la sierra de la Demanda incluye una parada en Villasur de Herreros (270 vecinos), un cuidado pueblito donde saluda cordial Jacinto Arnáiz, de unos 60 años, que se presenta como “operador logístico de ganado ovino”. Lo de pastor, dice, ya no se lleva. Arráiz asegura conocer al grupo y aplaude esa “cultura que revive” estos lugares.

Honrar a las bisabuelas

Los músicos comentan que su propósito es honrar esos versos que cantaban sus bisabuelas. Insisten en que ojalá ellos tuviesen a mano letras actuales de tal calidad, capaces de superar el círculo vicioso de “consumir y tirar música”. Sus actualizaciones del cancionero les evocaron recuerdos infantiles, dice Joselito, que aprendió en el colegio alguno de esos versos que pronto interpretarán en pabellones por toda España.

Una inscripción en latín en un portal centenario de Villasur resume, dicen, su filosofía de trabajo: “Si el obrero no hace la casa, Dios no se la va a hacer”. Aunque el trabajo resulta siempre más fácil, sostienen, con el apoyo de paisanos como Claudia Bustillo, de 33 años y con un bebé a cuestas. La reconocen cuando se aproxima porque regenta una tienda de productos ecológicos en Burgos a la que acuden. “Me parece genial que hagan música con nuestras raíces”, sonríe Bustillo.

Los artistas anuncian que están planeando otra gira por localidades burgalesas para mostrar el disco. Ya lo hicieron en 2019 y ahora quieren cerrar un círculo con demasiadas casualidades: el edificio donde se ubica el bar de Villasur está fechado en 1932, año fetiche para La M.O.D.A. por una de sus canciones (llamada también 1932), mismo año asimismo que el cancionero de Antonio José. Todo era distinto en 1932, pero la música sigue viva, subraya el grupo, antes de montar en su furgoneta.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.

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