Apoteosis de The Killers en Mad Cool ante 70.000 personas
Con un maestro de ceremonias perfecto, Brandon Flowers, el grupo de Las Vegas colma de felicidad al público de la segunda jornada del festival madrileño
Como sentirte en la parte feliz del mundo. Así de dichoso estaba uno en el concierto de The Killers de anoche. Corría una brisa refrigerante en el recinto de Valdebebas de Mad Cool, al norte de la capital, y Somebody Told Me sonaba ante los 70.000 espectadores que habían agotado el aforo. Imposible no dejarse llevar. La canción y la masa te arrastraban allí donde Brandon Flowers, el líder de los estadounidenses, quería. Fue una hora y cuarto de recital apabullante, una ametralladora de zambombazos, quince himnos de purpurina oficiados por una banda perfecta para un festival. Solo se han consumido dos jornadas de las cinco de que consta Mad Cool (acaba el domingo 10), pero va a ser complicado superar el recital de los estadounidenses. Por mucho que te llames Muse o Kings of Leon.
Cuando pasaba media hora de la medianoche la marabunta de Mad Cool se desplazaba al escenario grande, un público al que podemos integrar en la tribu festivalera: gente variopinta, mayormente joven, muchos ingleses bebiendo Aperol y cerveza, y, en general, público con la mente abierta siempre que lo que se proponga incite a la fiesta. Y aquí entran el juego The Killers, que pueden presumir de ser una de las bandas de pop de los últimos años con más himnos de estadio. Los de Las Vegas, además, cuentan con el perfecto maestro de ceremonias, Brandon Flowers, 41 años. Se presentó todo de negro, con pantalones de traje acampanados, camisa de tirantes y una chaquetilla adornada con un medallón plateado en la solapa. A partir de ahí fue un espectáculo seguir sus evoluciones.
Se pasó el concierto subido a los monitores con las piernas arqueadas y flexionadas, paseándose por el escenario con plasticidad y elegancia, dominando al público y amarrando el micrófono como si fuera Elvis etapa Las Vegas. Flowers fue el absoluto protagonista, ya que el resto del grupo se dedica a tocar (muy bien) sus instrumentos sin apenas moverse un palmo. El cantante, finísimo de cuerpo, minuciosamente afeitado y con ese peinado estático a raya que estratégicamente solo deja un mechoncito bailándole en la frente, recuerda al Hugh Grant de los grandes momentos. Flowers parecía un bello cuadro cincelado al óleo. Contrastaba con el resto de la banda, tipos toscos, barbudos y melenudos. Un coro femenino de tres voces apoyó excepcionalmente unos estribillos que están compuestos para precisamente hacer lo que pasó anoche: entonarnos por una multitud eufórica. Hubo confeti, llamaradas y una pantalla al fondo que proyectaba imágenes tan reales que parecían estar allí; eso que dicen alta calidad de imagen, pero a lo bestia.
Pronto soltaron Shot At The Night, Spaceman, Smile Like You Mean It o Jenny Was a Friend of Mine. Antes de Somebody Told Me dijo el cantante, juguetón: “Perdonadme, que no nos hemos presentado. Somos The Killers, de la fabulosa Las Vegas, Nevada”. Cuando empezó Human a alguien del público le dio un vahído y se lo tuvieron que llevar al exterior en busca de una bocanada de aire. El líder presentó Human con una introducción en castellano donde cantaba “somos humanos” con un deformador de voz robótica. A medida que avanzaba el concierto y certificada la entrega del público, Flowers se sentía más poderoso. No paró ni un instante de moverse, siempre con una sonrisa en el rostro y con una voz impecable. Llegó el momento de la grandilocuente Runaways, una canción que recuerda, por temática e intensidad, a las epopeyas de perdedores de Bruce Springsteen y la E Street Band. En ese momento alguien entre el público le mostró un peluche de la rana Gustavo; el cantante lo divisó y sonrió.
“Estamos vivos”, gritó en español. Tuvo a continuación la intención de seguir hablando en castellano leyendo de un papel, pero se trastabilló con las palabras y retomó a su idioma para enumerar sus prioridades: “Paz, amor y rock and roll”. A ver quién no firma esa terna. También estrenaron una canción, Boy, otro pepinazo desde la primera escucha, y no se entretuvieron en interpretar piezas lentas. Fueron 75 minutos de zarpazos que culminaron con All These Things That I’ve Done, When You Were Young y una apoteósica Mr. Brightside. Canciones enormes con estribillos perfectos. El concierto nos sentó tan bien que les vamos a perdonar ese ataque de engreimiento al no permitir a los fotógrafos de los medios profesionales captar imágenes durante la actuación (las que se ven en esta crónica las ha aportado el fotógrafo del grupo). Una tacha que no empaña un conciertazo.
Imagine Dragons en el escenario equivocado
También de Las Vegas, como The Killers, y asimismo con especial talento para componer odas buenrollistas son Imagine Dragons, los otros cabezas de cartel de la noche del jueves. Actuaron en el escenario dos, más pequeño que el principal. Se trata de un recinto donde pueden ver y escuchar en condiciones un concierto unas 20.000 personas (es solo una cifra orientativa). Cuando a las 23 horas de anoche salieron Imagine Dragons sumaban tres veces más. Así que más de la mitad del público vivió la experiencia lastrada. No veía un pimiento y el sonido llegaba a ráfagas.
Fue un concierto jalonado por canciones que se pueden cantar aunque se estén escuchando por primera vez. Así de bien tienen pillado estos chicos el truco al pelotazo, y así de predecible es su repertorio. La mayoría de las piezas son un calco: un arranque relajado, la cosa va subiendo hasta llegar al “oh, oh”, luego un parón, y vuelta a empezar. Y cuela, si el listón de exigencia no anda muy alto. El cantante, Dan Reynolds, de imponente presencia y que pecó de charlatán, difundió alguno de sus mensajes bienintencionados, como “todos nos necesitamos” o “estamos aquí para celebrar la música y la vida, desde la diversidad de culturas, de idiomas, de sexos”. Es un grupo que parece hacer permanentemente canciones de superación. Mucho del público de Mad Cool les compró la idea.
Babelia
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