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In memoriam
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tú a Carmona y yo a Nueva York

El galerista estadounidense Brooke Alexander, fallecido el pasado lunes, fue una persona de una gran formación sobre la historia del arte, y más la del siglo XX, con grandes dotes de seducción

El galerista Brookes Alexander.
El galerista Brookes Alexander.Pepe Cobo

Alla por el año 1987, en Art Cologne, una de las primeras ferias en que participaba con La Máquina Española, vi en un estand una obra de Tim Rollings & K.O.S. Me interesó y llegué a un acuerdo con el dealer de la galería: era Brooke Alexander. Un apuesto, elegante y distinguido gentleman que chapurreaba un español con mucha gracia debido a sus orígenes californianos. Con mi torpeza de inglés de aquella época creamos una situación muy paradójica y tuvimos una conexión inmediata.

A los dos meses, en enero de 1988, inauguraba mi galería en Madrid con la artista Cindy Sherman. Él la conocía perfectamente y allí estuvo a mi lado. A partir de ese momento me invitó a visitarlo a Nueva York y a hospedarme en su maravilloso loft, lleno de obras de famosos artistas, tres plantas más arriba de su galería en el número 59 de Wooster St. en Soho, lugar y centro de todas la escena de arte contemporáneo de los ochenta. Fue una persona de una gran formación sobre la historia del arte, y más la del siglo XX, con grandes dotes de seducción. Hizo sus primeros pinitos como asistente a principio de los años sesenta en la galería Marlborough de Nueva York, donde conoció a su amorosa mujer Carolyn. Allí entró en contacto con los grandes artistas que pertenecían a la cuadra de la galería; fue con la ayuda de un proyecto de Josef Albers cuando decidieron aventurarse ambos, recién casados, y abrir su propia galería basada en ediciones de grandes y reconocidos artistas.

En mis primeras visitas a la gran manzana y debido a mi casi nulo conocimiento del idioma, con gran generosidad me fue presentando a todos y cada uno de los grandes dealers, comisarios y directores de museo, el verdadero establishment neoyorquino. Fue una experiencia única, la base para mi desarrollo en mi larga historia galerística. Yo quería replicar ese espíritu de colaboración en mi país y era imposible hacer entender que el coleccionismo se teje con la unión de muchos dealers. Fue un choque permanente: allí eran colaboraciones, aquí reino de taifas.

Le fascinaban los rasgos sureños y acabó comprando una casa en Carmona, en la que descansaba muy a menudo de sus innumerables viajes y sacaba su lado latino. A la par, llevado por mi similar admiración por la cultura americana, disfruté con él de los veranos de Marthas Vineyard, Nantucket y Cape Cod: allí nos uníamos ambas familias, para mi hijo Moisés un recuerdo imborrable.

Gracias a su experiencia y relaciones creamos muy pronto una sociedad conjunta para asesorar a grandes empresas y colecciones privadas al final de los ochenta. Introdujimos en aquellos años obras de Ruscha, Polke, Richter, Warhol, Rauschenberg, Nauman, Baldessari y un largo etc. Todavía me sorprende a mí mismo esa aventura, en una España donde el coleccionismo serio era casi impensable. De ahí saltamos a inaugurar una galería en el año 1991 para hacer exposiciones de grandes artistas (Sol LeWitt, Rosenquist, Richard Long, Jasper Johns, Robert Mapplethorpe, Rauschenberg, entre otros): Weber, Alexander y Cobo, actualmente hoy la sede de la galería Helga de Alvear. Seguimos haciendo proyectos con juntos y durante casi cinco años participamos en la nueva feria Art Basel Miami, en un estand conjunto con la galería Mai36.

Brooke, siempre estarás en mi corazón. Fuiste mitad padre, mitad hermano, cómplice y amigo. Sigo agradeciéndote y llevando a gala todo lo que me enseñaste, ¡y más aún ahora!

¡Hasta pronto!

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