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Rafael Tous: “Las cosas en la vida hay que repartirlas”

Coleccionista incansable de los más variados intereses, donó el año pasado al Macba, de Barcelona, su legado de arte conceptual

El coleccionista Rafael Tous, junto a la obra 'Avenida de la Victoria' de Francesc Torres (1991), en el Macba.
El coleccionista Rafael Tous, junto a la obra 'Avenida de la Victoria' de Francesc Torres (1991), en el Macba.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

“Distinto” es un adjetivo que a menudo se emplea a la ligera. Pero se ajusta idealmente a la personalidad de Rafael Tous (Barcelona, 1940), un hombre tan fascinante como poco ortodoxo. Tous ha convertido el coleccionismo en un arte, gracias a su capacidad de armar conjuntos coherentes en su diferencia, ya sea de discos, libros u obras de arte. Fue noticia en mayo de 2021, cuando donó su legado de arte conceptual al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Tan importante era el regalo, que, como indicaba la nota de este periódico, obligaba al centro “a revisar la exposición permanente”. Fue el final de un camino que el empresario, vinculado desde siempre al mundo textil y de la moda, echó a andar en 1965, a los 25 años, y que incluye un breve periodo en el que, más que al arte contemporáneo, se dedicó al impresionismo catalán.

Fruto de esa donación al Macba se montó una exposición adecuadamente titulada En tiempo real (que permanecerá abierta hasta el próximo 6 de junio). Vestido con vaqueros, relajado, locuaz y con un espíritu aún jovial a sus 82 años, Tous nos guió por el recorrido de la muestra antes de citarnos al día siguiente en su imponente casa, donde los libros son emperadores. No resulta extraño; Tous, afirma, lee 400 páginas diariamente. Desde afiches de películas hasta libros de viaje, de cocina, de literatura inglesa o española, más de 150.000 títulos conforman una biblioteca que aumenta a ritmo vertiginoso y que él clasifica con paciencia y rigor.

Coleccionista también de fotografías y de arte primitivo africano, Tous fue director del fantástico espacio Metrònom (1980-2006), que presentó al público barcelonés el trabajo de artistas hasta entonces desconocidos. Ganó el Premio “A” de Colección Nacional Particular, que concede la Fundación Arco, y el galardón GAC 2016 al Coleccionismo. Está casado con la creadora Ana de Matos. Y, en el tiempo que todo lo anterior le deja, mantiene un orfanato para 500 niños en Burundi.

Rafael Tous, propietario de Galeria Metrónom en una imagen del año 2000.
Rafael Tous, propietario de Galeria Metrónom en una imagen del año 2000.marcel·lí sáenz

En ese ambiente, rodeados por vidrios venecianos, postales, juguetes, esculturas africanas de madera, casetes, CD y LP, libros de arte y una enorme variedad de Budas del Tíbet, se hace inevitable comenzar la charla por la curiosidad. ¿De dónde le viene, tanta y tan variada? “A los seis años descubrí mi pasión por coleccionar, a través de esos cromos adhesivos tan bonitos que tan poco gustaban a los jesuitas de mi escuela, y luego a través de los carteles cinematográficos y de los cómics. Me convertí en un maniático del coleccionismo”, recuerda entre risas. “Mi padre, que era el hermano mayor, recibió una herencia muy importante, pero eso fue fuente de múltiples desavenencias familiares. Ya casado con Carmen Godia [su primera mujer] fue cuando empecé a coleccionar pintura de artistas como [el pintor Santiago] Rusiñol. Al cabo de algunos años y con tres hijos, me separé de ella, lo que causó el fastidio de mi padre, que era muy católico. Pero como le debía plata a mi suegro, ella se quedó con todas las obras. ¡Y yo... con una mano delante y otra detrás! Así empezó mi nueva vida y, con ella, mi negocio de confección, cuyos artículos fabricaba básicamente en Cataluña, y con el que comencé a ganar dinero de verdad: era fantástico, porque me sacaban las prendas de la mano”.

“Isabel de Pedro, mi esposa de entonces, con la que tuve una hija, fue mi compañera para la aventura de Metrònom”, continúa Tous, que, tras perder en la separación sus tesoros del noucentisme, tomó una decisión: coleccionar arte contemporáneo “con un significado político y antifranquista presente, aunque no explícito”, especifica. “Al notar que lo que estaba emergiendo a nivel internacional era el arte conceptual, recorrí el mundo, me adentré en ese universo y ya no salí de él”.

“En una de las galerías que tuve, hice 500 exposiciones de arte y de fotografía, debates, mesas redondas, espectáculos de danza contemporánea y conciertos. Es decir, me dediqué de manera intensiva a promover el arte”, comenta. Pero ¿qué lo apasionaba de un género que podía resultar tan críptico como el conceptual? “El desconocimiento de lo que significaba ese tipo de arte, de qué mensaje contenía, de quién lo realizaba, así como el hecho de que nadie quisiera exponerlo. Entonces, el arte conceptual de tipo político y social no lo entendía ni Dios. Pero yo sí, y protegía a sus creadores. ¿Cómo? Comprándoles obras”, afirma, y relata con gracia cómo la separación de Isabel de Pedro provocara que ella se quedara la obra más tradicional —de nombres como Tàpies― y que él conservara su colección conceptual, hoy tan cotizada económicamente y valorada críticamente.

'Diez notas para un mantel', de Antoni Miralda (1975), de la colección de Rafael Tous, ahora en el Macba.
'Diez notas para un mantel', de Antoni Miralda (1975), de la colección de Rafael Tous, ahora en el Macba.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

“He llegado a acumular 1.100 obras de ese tipo. Pero paralelamente a esa colección, sobre todo a partir de mediados de los años 70, me interesó la fotografía contemporánea, hasta llegar a unas cuatro mil piezas con una fuerte querencia la fotografía social –y allí encontrarás homosexuales que lucharon por sus derechos, protestas, manicomios o penitenciarías―, con orígenes muy diversos —desde América Central hasta Japón, Canadá, Sudáfrica y España― y, en todos los casos, adquiriendo series enteras, porque una fotografía aislada de un artista no te dice nada”.

La compositora y flautista Barbara Held fue la tercera esposa de Tous. Hoy está casado con De Matos.

“Quería venderle la colección por un precio muy bajo a algún museo de jerarquía, para, de ese modo, poder seguir realizando actividades culturales. Pero como no aceptó ninguno, y luego de pensarlo y de hablar con mis hijos, que son chicos muy bien educados culturalmente, pero para los que la falta de espacio para cobijar la colección pasó a ser un problema, decidí regalarla. ‘Haz lo que te dé la gana, porque la has formado tú’, me respondieron. Así que doné esta colección, cosa que me alegra, porque dará a conocer a grandes artistas a la gente. Después, sí, deberé decidir qué destino le daré a las muchas obras de otros tipos que atesoro”, confiesa.

Solo de arte africano tiene unas cuatro mil piezas. Pero todo comenzó con los cromos. “Empiezas con eso cuando eres pequeño, continúas por cosas más serias y ya no paras. Y todos esos libros que ves, ¿por qué los colecciono? Pues porque los leo. Todo lo catalogo yo, porque cuando pedía ayuda terminaba faltando algo sin que me diera cuenta en mi puñetera vida quién había sido el responsable. Así que todo lo compro, lo coloco y lo ordeno yo”, declara con una sonrisa inamovible.

Antes de terminar, contesta a una pregunta que inevitablemente sobrevuela la conversación: ¿qué pasará con sus múltiples colecciones cuando él ya no esté?: “No lo sé exactamente. Tal vez deje una línea en mi testamento para que hagan lo que quieran con ello. Mi familia sabe que siempre me ha interesado la parte social y que durante mi juventud fui muy de izquierdas, pese a que mi primera mujer era sumamente conservadora. Quiere decir que he considerado que las cosas en la vida hay que repartirlas. Y, para que toda esta obra la disfruten la gente y los artistas —que verán su obra en lugares públicos, como ya ocurre en el Macba― sigo pensando lo mismo. Aunque claro, no será sencillo, pues solamente entre libros y revistas de arte tengo 250 mil ejemplares”, remata.

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