Muere la actriz de teatro María Fernanda D’Ocón a los 84 años
Considerada la gran intérprete de Galdós por su papel de Benina en ‘Misericordia’, tuvo una carrera fulgurante desde muy joven en las tablas y buenos trabajos en televisión
La actriz valenciana María Fernanda Conejos Gómez, conocida artísticamente como María Fernanda D’Ocón, ha fallecido este jueves a los 84 años en un pequeño pueblo del Montseny barcelonés, adonde había ido a vivir con sus sobrinos cuando su cáncer peritoneal estaba avanzado. Aunque con muchos y buenos trabajos en la televisión desde los inicios de este medio en España, en octubre 1956, “la D’Ocón”, como todo el mundo la llamaba, tuvo una carrera fulgurante y destacadísima desde muy joven en teatro. Nacida en 1937 en Valencia, donde tiene una calle con su nombre, cuando se encontraba estudiando canto en una reconocida academia, un miembro del Teatro Español Universitario (TEU) le ofreció su primer papel como actriz a los 16 años. Nada menos que la prostituta maravillosa de Maribel y la extraña familia, con un joven Miguel Narros en el equipo de dirección. Debutó ahí y se hizo amiga del autor, Miguel Mihura, de quien dijo que “era un señor entrañable que adoraba a las mujeres”. Fue una profesora en el Conservatorio de Arte Dramático quien le sugirió que se cambiara su nombre por D’Ocón, su cuarto apellido.
A partir de ahí el destino y su valía profesional la llevaron a ser protagonista de numerosas obras por cuyos trabajos recibió 46 premios, entre los que están los más importantes de este país; dos veces el Nacional de Teatro, tres El espectador y la crítica, el Mayte, el Margarita Xirgu, varias medallas de oro, y los últimos: el Patio de Comedias de Torralba de Calatrava (Ciudad Real), donde tiene una sala con su nombre, realizó su última representación y recibió un último homenaje. Esa gran trayectoria teatral, la llevó durante una década a ser primera actriz del Teatro María Guerrero, en el que trabajó con el director José Luis Alonso.
Tenía adoración por directores que le marcaron su carrera, como, además de Alonso, Miguel Narros, Ángel Fernández Montesinos y, como es lógico, Mario Antolín, su marido con el que llegó a formar compañía y del que se separó tras 20 años de matrimonio. Todos ellos le dieron papeles protagónicos, cosa que ella siempre contaba entre orgullosa y extrañada al tiempo que sostenía que para ella el público lo era todo: “Pertenezco a los espectadores y en el escenario se percibe si te sienten o no”.
Desde el comienzo de su trayectoria, a mediados de los cincuenta, D’Ocón compaginó las tablas con la televisión y, en menor medida, con el cine, medio que contaba con ella esporádicamente, ya que la actriz estaba entregada en cuerpo y alma al teatro. En más de una ocasión comentó que sólo había una cosa para ella por encima del teatro: “La vida, me gusta vivir y he exprimido la vida mucho”, señalaba esta mujer que era especialmente querida por sus amigos, como el grupo de siete que se acercó el pasado fin de semana a despedirse de ella ante el empeoramiento de su enfermedad y entre los que estaba Antonio Serrano, amigo y director de las Jornadas de Teatro Clásico de Almería, quien ha señalado al conocer la noticia de su desaparición que “la mirada ingenua de María Fernanda sólo era comparable a la de Giuletta Massina”.
Mujer de carácter siempre optimista, en el escenario actuó en clásicos contemporáneos, muchos autores grecolatinos y en piezas de la más diversa índole, como Los derechos de la mujer (1962), de Alfonso Paso; El arrogante español (1964) y El caballero de Olmedo (1984), de Lope de Vega; La dama duende, de Calderón de la Barca (1966); Así es (si así os parece), de 1967, de Pirandello; Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1968), de Jardiel Poncela; en 1972, Los caciques, de Arniches; Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? (1995), de Adolfo Marsillach, o Antígona, de Sófocles, un personaje que representó en numerosas ocasiones, la primera con 19 años. Pero su gran triunfo fue su papel de Benina en Misericordia de Galdós, hasta el punto de que ella hace escasos meses comentó que era el mayor logro profesional de su vida. Fue todo un reto, pues aún no había cumplido los treinta y su personaje era una anciana. Ella no se veía y terminó aceptando porque José Luis Alonso y el resto de la compañía, formada por 47 actores, muchos de ellos primeros espadas de la profesión, la empujaron a ello. La actriz puso la condición de que si no la aplaudían en un primer monólogo no seguiría la representación el día del estreno, pasara lo que pasara. La ovacionaron. Años después la representó para el programa Estudio 1, de Televisión Española.
En televisión participó en numerosos espacios, y sobre todo en las adaptaciones teatrales de Estudio 1, en los sesenta y setenta, lo que le permitió representar a Tirso de Molina, Miguel Mihura, Carlos Arniches.. Entre sus apariciones más recordadas está el episodio titulado El televisor de la serie Historias para no dormir, en 1974, de Chicho Ibáñez Serrador. Entre 1979 y 1981 encabezó el popular programa infantil La mansión de los Plaff. Una de sus últimas actuaciones fue en la serie Dime que me quieres (2001), en Antena 3. Mientras que su carrera en el cine fue más intermitente, en la que debutó en 1954 con la adaptación de El alcalde de Zalamea, de Calderón. Una de sus últimas apariciones en escena fue en 2015, en su ciudad, para protagonizar la obra Juntos y separados.
Fue Valencia una ciudad a la que estuvo unidísima siempre, hasta el punto de que no se perdía procesiones y por supuesto las Fallas, festividad en la que muchos distritos contaban con ella. “En Valencia noto que soy querida, me dan cariño”, señalaba. A pesar de ello tras ser incinerada mañana viernes, sus cenizas serán trasladadas al madrileño cementerio de la Almudena, donde están enterrados sus padres.
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