‘Canto cósmico’: magnético documental sobre el heterodoxo universo de Niño de Elche

“Yo soy una persona criada en el miedo”, dice Francisco Contreras, alias Niño de Elche, en los primeros compases de Canto cósmico, el magnético documental de Leire Apellaniz y Marc Sempere Moya sobre uno de los últimos grandes renovadores del cante flamenco. No era nada sencillo acercarse a un universo tan libérrimo y heterodoxo como el de este cantaor nacido en 1985, pero los directores lo logran gracias a una serie de rotundas decisiones de puesta en escena que van conformando un retrato extrañamente hermoso de un hombre cuya potencia poética parece anclada en esa primera confesión: miedo de todo, también de Dios.

La película de Leire Apellaniz y Marc Sempere Moya fluye con pasión gracias a un montaje exquisito que logra dar forma al onírico rompecabezas de un hombre impar cuya sensibilidad se asentó en la ortodoxia de las peñas, los concursos y los festivales flamencos para acabar con la etiqueta de cantaor experimental, algo que a su juicio solo es un innecesario epíteto porque el flamenco siempre es experimental. Como dice uno de sus cómplices habituales, Pedro G. Romero, en una plaza de toros abandonada, para Niño de Elche el flamenco no es una música sino “un campo de sentido”.

La película está sembrada de imágenes y secuencias maravillosas: la madre, siempre la madre, despellejando una perdiz o escuchando ese grito cósmico de su hijo a oscuras en un pasillo; la coreografía sobre una silla roja y entre paredes blancas de un Israel Galván de pantalón corto y lesionado; la rave jonda junto a Los Voluble; la carne velluda del cantaor estrujada entre sus manos; las referencias al flamenco queer o esa conversación entre grillos con un tubo de plástico en la mano hablando de sexo, ronquidos y fanatismo. La risa algo diabólica del músico, su mirada tierna e inteligente, sus excesos y miedos al desnudo abren una puerta al fascinante arte de este hijo de Juan de Mairena, Falstaff y, cómo no, John Cage.