Fuerza nueva en Barcelona
El proyecto de Los Planetas y El Niño de Elche gozó de la complicidad del público, que cantó hasta ‘El novio de la muerte’
Día señalado en el Coliseum. Un proyecto, Fuerza Nueva, presentaba un disco homónimo que vio la luz un 12 de octubre y cuya inicial tirada fue de 1.492 ejemplares. En tiempos en los que levantar ampollas es tan fácil como para una criatura rozarse las rodillas jugando, hubo ampollas por doquier, particularmente en Cataluña, donde la revisión de Els segadors nos recordó que no solo la iglesia sacraliza sus cosillas. La respuesta en el teatro de la Gran Via no dejó dudas: hay veces que la evangelización solo alcanza a los ya conversos, y llegado el momento del himno, con una letra de Guy Debord que en su punto álgido avienta “con la pistola, hermanos proletarios, con la pistola”, los aplausos de la asistencia quisieron explicar a Fuerza Nueva que ellos no se habían dejado llevar por la incomprensión. “Público inteligente”, dijo El Niño de Elche, lisonjero, muy en su papel casi religioso de repartidor de bendiciones. Sí, el concierto, que llenó el recinto y de nuevo lo haría al día siguiente, puso una pica en el Flandes de la cerrazón y de las verdades inmutables.
Puestos a tocar las narices, que sea de verdad, pensaron en su día Los Planetas y El Niño de Elche al lanzar este proyecto. Lugar de encuentro natural de artistas que sienten devoción por la tradición popular, la religión desde el punto de vista de la espiritualidad y de la identidad cultural, del rock y del flamenco. Y su puesta en escena fue magnífica, incluyendo a Franco, el NODO, la crucifixión y el chotis que sonó antes del concierto. Además había cinco capirotes blancos que decoraban el escenario, símbolo aquí no tan vinculado con el racismo, que también, como con la pasión de Jesús. Y como guion del artefacto político un cruce entre el rock ruidista, la psicodelia, la canción popular y el flamenco. Quejío y distorsión. Todo ello servido entre acoples y la acerada voz de El Niño, espléndido al imponerse a todo en Canción para los obreros de la Seat (Els Segadors), junto con Romance de Juan de Osuna, tema del repertorio de Planetas, estrellas de una noche estrellada con piezas como Canción de los gitanos, una revisión de su himno, una adaptación escalofriante sobre la persecución/ incomprensión/ desconfianza que este pueblo padece, ha padecido y todo indica seguirá padeciendo. La condena del diferente.
Punto y aparte en la resignificación de sentidos que aborda este proyecto, iniciada ya con su propio nombre, fue El novio de la muerte despojada del militarismo nihilista insuflado por Millán Astray, quien por cierto volverá a reinar en el callejero madrileño por obra de los tribunales, para ser ya casi un himno pop en el que el tono apagado de J al cantarla chirría con el espíritu combativo asociado al cuerpo, escorándolo hacia una simple canción de amor, tal y como la ve J. Y cuando en el estribillo entró la voz del Niño, el teatro hizo suya la canción hablándonos de la importancia de los contextos y de los sentidos, de la volubilidad de las palabras y de cómo neutralizar los símbolos. Y así, en los bises, dos de los músicos se pusieron sendos capirotes, allí más sombreros extravagantes que evocaciones a la pasión. Las cosas son, pero no siempre lo mismo, ¿qué significa ahora libertad?, y en manos de la acción política los sentidos pueden alterarse. ¿Es maoísmo el Mao de Warhol? Probablemente sólo para maoístas cuadrados y anticomunistas obtusos.
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