A la búsqueda de un nuevo James Bond, pero “siempre será un personaje masculino”
Los productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, dueños del agente 007 en el cine, celebran el 60º aniversario del personaje en la gran pantalla, y aplazan hasta 2023 la elección del sustituto de Daniel Craig: “Tiene que poseer presencia, encanto, y talento interpretativo”
16 de enero de 1962. Aeropuerto de Palisades, en Kingston, la capital de Jamaica. Ahí empezó la leyenda cinematográfica de James Bond. Ese día y en ese lugar arrancó el rodaje de Agente 007 contra el doctor No, la primera de las 25 películas oficiales del agente secreto británico creado por el escritor Ian Fleming casi una década antes. En 2022 se cumplen 60 años de aquella aventura cinematográfica que, a pesar del éxito del que ya gozaban las novelas y de una experiencia previa televisiva, fue un salto al vacío de los productores Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, y que hoy, convertida un imperio colosal, no tiene visos de terminar. La última entrega, Sin tiempo para morir —cuyo estreno sufrió todo tipo de retrasos provocados por la pandemia hasta que se presentó el pasado septiembre— ha sido un éxito, aunque también incluía una nota triste: la despedida de Daniel Craig como 007 tras cinco películas rodadas en 13 años. Como ya ha ocurrido en anteriores ocasiones, no hay actor contratado como nuevo Bond. Sin embargo, esta vez el contratiempo ha devenido en feliz calma chicha para los actuales dueños de Bond en el cine, Barbara Broccoli y Michael G. Wilson, hija e hijastro de Albert R. Broccoli. “Es tiempo de celebrar el legado de Daniel Craig”, cuentan por teléfono. También es momento para reflexionar sobre el futuro de Bond y recordar su pasado. Y acceden a ello.
Broccoli y Wilson responden desde las oficinas de la productora Eon. La empresa fue fundada en 1961 por Saltzman y Broccoli. El primero había comprado los derechos de adaptación de las novelas de espionaje de Fleming, un éxito que arranca lentamente con la publicación de la primera, Casino Royale, el 13 de abril de 1954. Hasta su fallecimiento una década después, Fleming escribió 12 libros con el personaje de Bond, pero su saga literaria no fue popular hasta 1960. El protagonista, un comandante de la marina real británica y espía, de 1,89 metros de altura y 93 kilos de peso, moreno, mechón rebelde, nariz larga y recta, pequeña cicatriz en la mejilla derecha —Fleming utilizó muchos detalles autobiográficos en su obra, aunque esta descripción encaja con el compositor y pianista de jazz Hoagy Carmichael—, podía ser un imán para la taquilla.
Saltzman, impulsor del nuevo realismo británico, compró la opción para llevar estas novelas a la gran pantalla, pero su talento para el cine artístico no acababa de cuajar con las películas populares. Y a punto de que le caducaran los derechos, pidió ayuda a un amigo, que le presentó al neoyorquino Broccoli, fan también de Bond, y con mejores contactos en Hollywood. Hace sesenta años, ellos encararon por primera vez la decisión de elegir al actor que encarnaría a James Bond. La lista de intérpretes que rechazaron el papel es kilométrica, y por ser demasiados caros no pudieron ser contratados ni David Niven (la opción favorita de Fleming), ni Cary Grant (amigo íntimo de Broccoli). En cambio, a Broccoli y a su esposa Dana (la madre de Barbara y de Wilson, hijo de un anterior matrimonio) les había llamado la atención un joven escocés, Sean Connery, en la película Darby O’Gill y el rey de los duendes (1959). Le buscaron y le citaron en el apartamento de Saltzman. Allí, Connery se comportó de forma altiva y brusca, golpeando a veces la mesa, y se negó a hacer una prueba. Resultado: le contrataron.
Seis décadas más tarde, sus hijos afrontan la búsqueda del nuevo Bond. Ya tienen experiencia en ello: Barbara (Los Ángeles, 61 años) lleva en la franquicia desde los 22 años, cuando empezó como asistente de dirección en Octopussy en 1983, y Michael (Nueva York, 80 años), abogado, entró en el departamento legal de Eon en 1972 y participa en la producción de las películas desde Moonraker (1979). “Es un privilegio ser los capitanes de la saga. Ahora vivimos el tiempo de celebrar el legado de Daniel y el éxito de Sin tiempo para morir, que confirma que acertamos en nuestra apuesta por la pantalla grande después de capear el retraso de su estreno provocado por la covid”, cuentan al alimón.
¿Qué se necesita para ser Bond? “Presencia, encanto, personalidad y talento interpretativo” (Michael G. Wilson, productor)
En cualquier caso, el nuevo proceso recordará más a la elección de Craig o de George Lazenby (curiosamente, los dos únicos Bond enamorados y emparejados en la gran pantalla), que llegaron de nuevas a la saga, que al de Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan, cuyos nombres habían sido mencionados en cribas anteriores y que por ello tal vez eran mayores cuando encarnaron a 007. “Todos fueron los adecuados en su momento. Aunque con perspectiva, la elección de Craig fue un exitazo”, apunta Wilson. “Ha marcado una era”. ¿Cuándo buscarán? “En 2023. Queda lejos” ¿Qué se necesita para ser Bond? “Presencia, encanto, personalidad y talento interpretativo”, desgrana Wilson. ¿Podría ser una actriz? “No”, explica la productora, “siempre será un personaje masculino. Porque así lo hizo Fleming. El cine en general tiene que generar más protagonistas femeninos, sin duda, pero con entidad por sí mismos, no mutando a otros que existían previamente”.
Ante ese delicado equilibrio, que todas las sagas tratan de alcanzar, entre mantener la tradición, respetar el legado, y, por otro lado, aportar modernidad y no quedarse fuera de la actualidad para seguir atrayendo espectadores, ¿no sufren la presión? “Yo lo calificaría como oportunidad. El mejor ejemplo es Daniel, con quien hemos jugado en el terreno emocional”, responde Wilson. Se muestran más contundentes ante las preguntas sobre un Bond que se estrenase directamente en plataformas digitales. “Apostamos por las salas, incluso estrenamos en IMAX y 3D. Bond es una experiencia cinematográfica. En estos tiempos críticos que atraviesan los cines, más que nunca Bond seguirá en ellos”.
Un Bond en los Oscar
Hoy martes acaba el periodo de votación para elegir las candidaturas a los premios de la Academia de Hollywood, que se anunciarán el próximo martes ocho de febrero. Con esa evolución en la serie, ¿no es tiempo de que Bond esté entre los 10 títulos candidatos al Oscar? “Podría, nos encantaría, pero sentimos que la Academia no está por labor”, ríe Broccoli. “En cualquier caso, tenemos una inmensa legión de fans. El mérito es de Fleming, que creó un personaje complejo, pero Daniel ha dado una gran humanidad al Bond cinematográfico, ha sabido conducirlo hasta los tiempos actuales”. Y apunta: “Lo ha hecho relevante en 2021, algo nada fácil”.
Wilson subraya: “Si sientes que los últimos Bond son más personales, incluso con mayor peso dramático, más cercanos al cine de autor, es gracias a Daniel”. Los productores rechazan que esta evolución sea mérito suyo: “Solo impulsamos la exploración emocional del personaje”. Pero ellos sí han contratado para las entregas protagonizadas por Brosnan y Craig a cineastas de mayor prestigio autoral, alejados de los habituales artesanos previos de la saga. “Cada elemento del equipo es importante: los guionistas, los realizadores, los directores de fotografía, los actores... Todo suma, todo influye. Como los villanos: ¡menudo trabajo hizo Javier Bardem!”, incide el productor. “Entre los mejores”, insiste Broccoli.
El Bond torturado ya se mostró antes de Craig en las dos entregas protagonizadas por Timothy Dalton a finales de los ochenta. ¿Fueron demasiado adelantadas a su tiempo? “Puede ser”, y rehúsan explicarse más. Tampoco eligen ni su actor Bond, ni su película favorita. “Es nuestra familia, no podemos”, dice Wilson. Sí escogen su gadget favorito de la serie: “¡El coche de la última!”, salta Broccoli. “¡Y cómo entra en la secuencia inicial!”. Se refiere al Austin Martin DB5, un clásico del universo del espía, como la misma Barbara, la auténtica chica Bond: “Me gusta el calificativo. Tengo una foto en aquel primer rodaje en Jamaica, a pocos kilómetros de Goldeneye, la villa de Fleming, en la que estoy con año y medio en biquini, y, reconozco, no causa la misma impresión que el de Ursula Andress”.
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