Kyle Chayka: “Marie Kondo tiene mucho peligro”
El crítico cultural estadounidense lamenta que las enseñanzas radicales de la vanguardia artística del minimalismo hayan quedado reducidas a un ‘hashtag’ de Instagram y a los consejos de la gurú japonesa del orden
El periodista estadounidense de arte y tecnología Kyle Chayka, de 33 años, estudia la historia del minimalismo en su libro Desear menos (Gatopardo Ediciones; traducción de María Antonia de Miquel) para tratar de entender cómo las enseñanzas de un movimiento radical de vanguardia de los años 60 y 70 mutaron en simples recetas de autoayuda y en un hashtag con 25 millones de publicaciones en Instagram. Para hablar del tema, nos cita en un hotel (minimalista) de Washington, desde donde colabora para publicaciones como New Yorker o The New York Times Magazine. Este lunes conversa en el Centre de Cultura Contenporània de Barcelona (CCCB) con la socióloga Liliana Arroyo sobre “la abundancia digital”.
Pregunta. El escultor Donald Judd y compañía no querían enseñarnos cuál es la mejor manera de organizar un armario, a diferencia de los actuales gurús del minimalismo cuqui.
Respuesta. Es paradójico que aquella revolución estética haya quedado reducida a cómo vivir y cómo rodearte de cosas bonitas. Fue en torno a 2015 cuando me di cuenta. La palabra se usaba para cualquier cosa: hoteles, bares, tratamientos para la piel seca, moda … Ahí, pensé, hay un libro.
P. ¿La culpa de todo la tiene Marie Kondo, gurú japonesa del orden?
R. Su figura tiene mucho peligro, en cierto modo. Ofrece soluciones demasiado fáciles para cambiarte la vida. A mucha gente le ha podido funcionar, pero hace que no piensen por sí mismos. Es enfermizo: te pide que examines todos tus objetos y que, uno por uno, decidas cuáles son de verdad importantes, para, acto seguido, venderte unos cajones ideales para que organices aquello que has salvado de la quema.
P. En el libro cuenta el caso de una exposición en Nueva York (y luego en Londres) de la pintora Agnes Martin, cuyo mensaje transgresor convirtió en ropa una marca de moda.
R. El cambio real se produjo con Instagram. De pronto, todos los productos de moda y diseño tenían que acomodarse a ese espacio y a ese lenguaje. El cuadrado con fondo blanco.
P. “Menos es más”, que decía el arquitecto Mies van der Rohe…
R. Él fue quien lo popularizó, pero se remonta a mucho antes, a la vida austera de los monjes de la Edad Media, por ejemplo. Y en Oriente, mucho más atrás. El proceso fue así: del arte, pasó a la arquitectura, con iconos como la Casa de Cristal, de Philip Johnson, y de ahí al diseño, la moda y los blogs con consejos sobre cómo retomar las riendas de tu vida en esta época ansiosa.
P. Estados Unidos no es un país especialmente minimalista.
R. Aquí inventamos la libertad de comprar...
P. ¡Y la de acumular!
R. Es verdad, está en la Constitución [Risas]. Por eso esta última encarnación del minimalismo pegó fuerte en este país. La gente se hartó de tanto cachivache. Y luego estuvo la crisis de 2008. Ahí nos dimos cuenta de que nuestro estilo de vida ya nunca sería ganar cada vez más y consumir lo que diera la gana. Especialmente nosotros, los millenials. Aprendimos en nuestros miserables y diminutos apartamentos que siempre habría más cosas que espacio.
P. Siguiendo ese razonamiento... ¿Qué provocará la actual crisis de desabastecimiento?
R. Nos está haciendo darnos cuenta de que vivir en el mundo de Amazon y tener cualquier cosa a domicilio en dos días puede que solo sea otro de los grandes engaños contemporáneos.
P. ¿Es el minimalismo cosa de ricos?
R. No debería, pero lo es. Cuando dejas de comprar 70 prendas al año (que es lo que de media adquiere un estadounidense) para concentrarte en solo cinco valiosas piezas es probable que te pidan mil pavos por cada una de ellas, o que te compres una mansión de 60 millones y la vacíes aún más, como Kanye West y Kim Kardashian.
P. ¿Y de blancos? ¿Es cosa de blancos?
R. La idea del minimalismo que surge con la modernidad es un invento occidental, aunque hunda sus raíces en milenarias filosofías orientales. En el caso de la música fue sobre todo un club privado de hombres blancos: La Monte Young Steve Reich, Terry Riley Philip Glass... Por eso es tan interesante el caso de Julius Eastman, que era negro y gay. Y en los años 80, en el Nueva York del sida, ofreció una perspectiva muy poderosa, muy poco amable. Su obra se está descubriendo en los últimos años.
P. A usted le ayudó vestir siempre de gris cuando Donald Trump, tal vez el político menos minimalista de la historia, ganó las elecciones.
R. Fue mi manera de encontrar estabilidad en un entorno súbitamente tan hostil. Los japoneses tienen una palabra para eso: iki. En el libro lo digo, a partir del filósofo Shūzō Kuki, autor de La estructura del ‘iki’ (1930): “el gris puede reflejar la unión minimalista de los opuestos al tiempo que su sentido de escapismo”.
P. ¿Fue el confinamiento la experiencia minimalista definitiva?
R. Escribí un artículo en el que lo comparaba con las técnicas de privación sensorial, esos tanques de agua en los que quedas suspendido a oscuras. Nos permitió pensar en lo que nos rodeaba. Y como solo podías acceder a lo que tenías en casa, muchos se plantearon el estilo de vida minimalista. Si no puedes ir a ninguna parte, más te vale no haberlo tirado todo. Así que todo el mundo se lio a comprar. Yo, sin ir más lejos, me hice con mi primera tele.
P. ¿Y será minimalista el famoso metaverso?
R. Será la paradoja definitiva. Nada en el mundo físico. Todo en el digital. Estoy bastante dividido al respecto. Y no entiendo demasiado la apuesta de Facebook [que incluye un cambio de nombre de la compañía, para pasar a llamarse Meta] Creo que ya vivimos en el metaverso; estamos todo el día en la nube. No veo el interés a reunirte con tus compañeros de trabajo en la realidad virtual. Espero que mi futuro vaya más hacia verme con mis amigos más a menudo en el mundo real.
P. ¿En qué está trabajando ahora?
R. En un libro sobre Internet, y cómo la cultura del algoritmo nos determina. ¿Cómo está cambiándonos Instagram? ¿Por qué Tik Tok define el modo en que bailamos? ¿De qué manera Twitter está afectando a la literatura ensayística?
P. ¿Está en todas esas redes?
R. Me temo que sí. Entré en Tik Tok con propósito de investigar y ahora soy una víctima más.
P. ¿Diría que hay una forma millenial, un tanto egocéntrica, de escribir ensayo?
R. Las redes sociales incentivan a compartir tu punto de vista, a aportar todo el rato tu visión personal. De pronto, solo se pueden escribir y leer textos que parten de la propia experiencia. Todo son memoirs. Yo lo disfruto, pero me gustaría a veces poder simplemente leer sobre un tema, sin que la personalidad de quien lo escribe se meta por medio. Puede resultar agotador. Curiosamente, tanto personalismo acaba resultando en una homogeneización del estilo. Todo son ensayos personales, hasta cuando el tema es la Casa Blanca.
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