_
_
_
_
DESDE EL PUENTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La inquietante pregunta que guarda el ‘Guernica’

Dado el clima político casi fratricida que existe hoy en España, ¿habría consenso entre los partidos para repatriar el cuadro de Picasso si estuviera todavía en el MoMA de Nueva York?

Manuel Vicent
Guernica Picasso
Trabajos de colocación del 'Guernica' de Picasso en el Casón del Buen Retiro de Madrid tras su regreso a España en 1981.MARISA FLÓREZ

Durante la ocupación de París por los nazis en la Segunda Guerra Mundial un oficial alemán le mostró a Picasso una reproducción del Guernica. “¿Este cuadro lo ha hecho usted?”, le preguntó con un tono amenazante. “No, este cuadro lo has hecho tú”, le contestó Picasso. Cuando algún joven me pregunta en qué consistió la Transición siempre me acuerdo de lo que me contó un día bajo la cúpula del hotel Palace de Madrid el arquitecto Josep Lluís Sert, sobrino del famoso pintor muralista Josep María Sert. Este arquitecto había creado el pabellón español de la Exposición Internacional que se celebró en París en 1937, donde se expuso el Guernica. El cuadro, que le había sido encargado al pintor por el Gobierno de la República en plena Guerra Civil, se convirtió muy pronto en un alegato universal de la izquierda contra el terror de las fuerzas reaccionarias.

Durante la dictadura, el nombre de Picasso y el cuadro del Guernica en concreto concitaron un odio visceral por parte de los franquistas. Un viernes 21 de noviembre de 1971, un grupo de seis individuos embozados con boina y camisa azul irrumpieron violentamente en la galería Theo de Madrid, donde se exponían 27 grabados de la Suite Vollard de Picasso. Amenazaron con una navaja a la empleada, apalearon al único visitante que se encontraba allí en ese momento, arrojaron ácido y pintura roja sobre los grabados, los machacaron con una maza y los rajaron a navajazos. El grupo se hacía llamar Comando de Lucha Antimarxista.

Bajo la cúpula del Palace el arquitecto Josep Lluís Sert me contaba: “Si, en aquellos días de París con España en llamas, entre los amigos que nos reuníamos en el café de Flore alguien hubiera dicho que ese cuadro del Guernica un día llegaría a España con un Borbón en el trono, con un Calvo Sotelo presidente del Gobierno, con Dolores Ibárruri en el Congreso de los Diputados, con un cura, el padre Sopeña, como director del museo del Prado y el cuadro protegido por la Guardia Civil, lo habríamos tomado por una broma surrealista de Luis Buñuel”. Cuando me pregunta algún joven por el espíritu de la Transición le digo que fue un clima político que permitió que este hecho fuera no solo posible, sino normal. Bien es cierto que durante varios años el Guernica expuesto en el Casón del Buen Retiro estuvo protegido por un cristal antibalas.

A mí me parecía que el único Guernica verdadero era la reproducción de 20x50 centímetros que los progres de entonces teníamos clavada con cuatro chinchetas en nuestra habitación. Hay muchas teorías sobre el motivo que sirvió de inspiración a Picasso para pintar ese cuadro. Josep Renau, entonces director general de Bellas Artes, quien le encargó la obra, dice que la tragedia de la ciudad de Guernica le sirvió solo para dar nombre al cuadro, puesto que el domingo 26 de abril de 1937, la fecha del bombardeo, la obra ya estaba en plena ejecución o casi terminada. Algunos críticos opinan que el cuadro es en realidad la unión de una tauromaquia y los desastres de la guerra de Goya. Todos los ojos que pintó en el Guernica, los del toro, los del caballo, los de todas las mujeres que aparecen en el cuadro, son siempre los ojos de Dora Maar, su amante.

El director de fotografía José Luis Alcaine cuenta que en su primer viaje a París en 1965 compró una reproducción del Guernica que presidió su estudio durante 18 años. Lo estuvo observando obsesivamente todo ese tiempo hasta el último detalle y su obsesión por las imágenes le llevó a descubrir un hecho insólito. Cuando pasaron en 2006 en la segunda cadena de TVE Adiós a las armas, la película de Frank Borzage, de 1932, con Gary Cooper y Helen Hayes, este cineasta pegó un salto en el sillón. En la secuencia del bombardeo de la carretera, Alcaine descubrió que estaban con un mismo trávelin de derecha a izquierda todas las imágenes del Guernica, el caballo relinchando, la mujer que clama al cielo, el dibujo en la puerta del fondo, el incendio de la casa, el muerto yacente con la mano abierta hacia el cielo, el sable roto, la oca que grita, la mujer con el niño en el regazo y otra que huye con los brazos abiertos. Y el toro, que según su teoría es el autorretrato del propio Picasso, como ya se pintó otras veces, presidiendo su obra. “Yo no busco, yo encuentro”, decía Picasso, y puede que fuera verdad en este caso.

Existen incontables interrogantes sobre el Guernica, pero, sea como sea, su carga energética sigue muy activa y de hecho ese cuadro hoy todavía plantea una pregunta fatídica. Dado el clima político casi fratricida que existe en España, si el Guernica estuviera todavía en el MoMA de Nueva York, ante la posibilidad de repatriarlo, ¿habría consenso entre los partidos? ¿Qué pasaría si el voto decisivo dependiera de la extrema derecha? En este caso la respuesta también está en el viento.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_