La pólvora que explotó más de 200 años después de su preparación para un atentado
El municipio madrileño de Nuevo Baztán expone un documento original de la época del Terror de la Revolución Francesa que envolvía cuatro cartuchos preparados para ser disparados
Se ignora su nombre, pero se sabe que leía francés, que sabía de armas, que preparaba un atentado, que estaba asustado y que vivió o se refugió en el pueblo madrileño de Nuevo Baztán, una localidad proyectada en el siglo XVIII en los límites con la Alcarria y ejemplo del racionalismo urbano de la época. En el último tramo de escalera que llevaba a la buhardilla de una de las viviendas señoriales que rodean el palacio de Goyeneche, escondió una bolsa de arpillera, en cuyo interior guardó cuatro grandes cartuchos de pólvora negra atados con un papel donde se leen los nombres de los jueces, fiscales y suplentes que la Convención francesa designó durante el conocido como periodo del Terror (entre septiembre de 1793 y la primavera de 1794). Ahora, el enigmático material se expone en el centro de interpretación de este conjunto histórico de Madrid, aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre los motivos de que fuera escondido. “Es nuestro pequeño misterio aún no resuelto”, afirma Olga Vallespín, la arqueóloga que se encargó de la investigación.
Juan de Goyeneche (1656-1735) fue un financiero, periodista y político navarro que intentó poner en práctica en España las teorías económicas del ministro francés Jean-Baptiste Colbert, que propugnaban la promoción de la riqueza nacional para hacer frente a los gastos del Estado. Por eso, Goyeneche, que había nacido en el valle de Baztán, decidió promover, no muy lejos de Madrid, un complejo agroindustrial (especializado en vidrio, paños y vinos) que formaría una unidad urbanística con las viviendas de los trabajadores que lo completaban. Un gran palacio y una iglesia lo coronarían. Para ello, el financiero contrató a uno de los más reputados arquitectos de la época, José Benito de Churriguera, que trazó el entramado viario con tiralíneas: amplias y rectas calles y una enorme plaza central. Todo el conjunto se llamaría Nuevo Baztán, en recuerdo de los orígenes del mecenas. Pero a finales del XVIII, la localidad racionalista entró en decadencia por la competencia de otras industrias protegidas por la Corona, y durante la Guerra de la Independencia (1808-1812), las tropas de Napoleón la tomaron.
En el invierno de 2017, durante los trabajos de consolidación de tres edificios históricos y una nave industrial en el casco urbano ―la Comunidad de Madrid lleva más de dos décadas restaurando el conjunto, que está declarado Bien de Interés Cultural―, unos operarios hallaron la bolsa y la abrieron. Dentro descubrieron un paquete envuelto en tela y papel que contenía cartuchos y un polvo negro que no supieron reconocer. De hecho, arrojaron el polvo a la fogata que habían encendido para calentarse. Para su sorpresa, se produjo una pequeña explosión.
Francisco Benito Martín, el constructor de las obras, recuerda que dieron aviso a las autoridades municipales y a la arqueóloga Vallespín, responsable del seguimiento oficial de la consolidación arquitectónica. “El paquete estaba en el entredós de la escalera. Escondido detrás de unas maderas. Cuando tiramos el polvo negro al fuego, el susto fue grande”, admite. El arqueólogo y vecino de Nueva Baztán Enrique Navarro también fue avisado y se encargó de hacer las fotografías del hallazgo antes de su traslado al Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares. La Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid envió al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) una muestra para su análisis. Los técnicos determinaron que se trataba, sin duda, de pólvora negra.
El papel con el que habían sido fabricados los cartuchos llevaba, a su vez, impreso un sello de tinta con el escudo borbónico (un león rampante y un castillo) y las letras eme, ene y pe. Los especialistas han determinado que los cartuchos fueron fabricados en Navarra, en una factoría propiedad de Joseph Campillo.
Los Tedax del Servicio de Desactivación de Explosivos de Valdemoro de la Guardia Civil procedieron, igualmente, a la neutralización de los cartuchos, sin dañar las envolturas, con el asesoramiento de un experto en restauración. Durante el proceso de desactivación se retiró también el papel del decreto de la Convención que envolvía todo. Este documento está fechado en la época de la Revolución Francesa conocida como del Terror. Se trata de un decreto de la Convención del 26 de septiembre de 1793 con un listado de jueces y fiscales y su destino.
La hipótesis de Villaspín es que el paquete pudo ser ocultado durante la Revolución Francesa por un español que preparaba un atentado contra alguna autoridad nacional monárquica (los revolucionarios franceses ya habían guillotinado a Luis XVI el 21 de enero de 1793), acción que nunca pudo llevar a cabo por causas desconocidas. En cambio, para el arqueólogo Enrique Navarro los cartuchos son posteriores un par de décadas a la época del Terror y serían propiedad de alguien que se preparaba para atacar a las tropas francesas acantonadas en Nuevo Baztán durante la Guerra de la Independencia. Navarro cree que esta persona envolvió los cartuchos con un papel que encontró en la casa, mientras que Vallespín considera que ese documento “no es un papel cualquiera, sino de alguien preocupado e interesado con el periodo del Terror”. Afortunadamente, el paquete apareció, además, rodeado de paja, lo que permitió que quedase protegido de la humedad y que se mantuviera más de 200 años en “perfecto estado”, según los especialistas.
En la buhardilla se hallaron también algunos elementos cerámicos, como una bacinilla de loza blanca con listas azul cobalto y azulejos polícromos barrocos con motivos florales. Ahora, el conjunto se expone en el centro de interpretación de Nuevo Baztán que incluye una recreación olfativa de la pólvora negra, así como efectos especiales de ambientación bélica. La consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera, sostiene que “este tipo de historias muestran la importancia del trabajo de los arqueólogos e historiadores en la defensa y conocimiento de nuestro patrimonio cultural. Los centros de interpretación como el de Nuevo Baztán son fundamentales para ordenar, difundir y valorar la historia común de nuestro país”.
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