‘Encanto’ o la familia rota de Disney
La película trae un mensaje sobre el peligro de las expectativas familiares detrás de las mágicas imágenes tomadas de ‘Cien Años de Soledad’
El entusiasmo por los superpoderes y los héroes perfectos en el mundo de Disney parece estar agotándose. O al menos, parece tambalear en Encanto, su nueva película cuyo estreno mundial es este jueves y una gran apuesta comercial de la empresa en el día de Acción de Gracias desde la celebrada Coco de estudios Pixar en noviembre del 2017. Encanto es una película con más realismo mágico que fantasía, pero sobre todo, con más cariño por personajes rotos que por los intachables.
Encanto, en su primera escena, introduce la herida con la que carga una familia colombiana, los Madrigal. Después de ser amenazados en su pueblo por un grupo violento de hombres, la pareja Madrigal decide huir de su hogar con tres trillizos. No sabemos bien quiénes son los violentos, ni por qué están allí. Sin embargo, a la tragedia le sigue un milagro: los Madrigal sobrevivientes llegarán a vivir en un pueblo nuevo que se llama Encanto, donde serán protegidos por una vela que nunca se apaga y que le otorga a cada descendiente un don mágico. En los Madrigal hay hijos que pueden cambiar el clima con sus pensamientos o curar una herida con una arepa; y hay nietos que pueden entender el idioma de los animales o escuchar conversaciones a kilómetros de distancia.
Bajo la dirección musical del puertorriqueño Lin Manuel Miranda –que no ha parado de publicar películas este año con In The Heights; Vivo y Tick, tick…BOOM!–, Encanto es un musical en el que también tienen espacio la salsa del cartagenero Joe Arroyo y el vallenato pop del samario Carlos Vives. La película es codirigida y escrita por Charise Castro Smith, Jared Bush y Bryon Howard, los dos últimos parte de Zootopia, la película del 2016 de Disney en cuya banda sonora estaba otra famosa cantante colombiana, Shakira.
Si Coco tomaba su inspiración de una importante tradición mexicana –el Día de los Muertos– la narrativa de Encanto no está basada en una tradición sino en un libro: Cien Años de Soledad del Nobel Gabriel García Márquez. La famosa novela colombiana ocurría en la enorme casa de los Buendía, otra familia migrante y gobernada por la matriarca Úrsula Iguarán, fundadores del pueblo del realismo mágico llamado Macondo. Por allí pasaron, entre muchos, Remedios la Bella, la mujer más hermosa que podía matar con su encanto, o cientos de mariposas amarillas que perseguían a Mauricio Babilonia. En el pueblo de Encanto no hay Úrsula Iguarán pero sí otra matriarca, Alma, la abuela que sobrevivió al desplazamiento; no hay Remedios la bella pero sí Isabella, una nieta cuyo don mágico es ser tan hermosa que germinan flores por donde camina. Y no hay Mauricio Babilonia pero sí aparecen repentinamente las mariposas amarillas que le perseguían.
Macondo es, para Disney, ese pueblo con grandes familias migrantes buscando un mejor futuro, pero sin la trágica parte en la novela que cuenta una masacre. No sabemos si a los Madrigal los desplazan las FARC, o los paramilitares, o el ejército colombiano, lo que los haría parte de los nueve millones de víctimas que ha dejado la guerra y cuyo futuro fue más trágico y complejo que el de los Madrigal. La figura de ‘los malos’ en la película es tan ambigua que, en una reseña de un crítico en San Francisco, el autor cree que los que desplazan a la familia son los del border patrol: agentes de migración de Estados Unidos. Quizás esa ambigüedad es la que permite que sea apta para niños de todo el mundo, pero en este pueblo de migrantes eso poco importa. En Encanto, ‘el mal’ es bastante marginal.
La verdadera tragedia de Encanto es, nos dice Disney también al principio, que la protagonista es la única de los Madrigal que no tiene un don mágico: Mirabel, una tierna chica de pelo rizado y lentes verdes que vive una crisis de identidad en esta familia de súper poderosos. “Eres perfecta tal cual eres”, le consuela su madre. Aunque como todo halago de una madre a una adolescente, es ignorado de inmediato.
Mirabel, nuestra heroína sin superpoderes, debe descubrir durante todo el filme por qué sus familiares corren el riesgo de perder sus dones mágicos. Sin caer en spoilers, lo más interesante de esta película no es lo que descubre Mirabel al final sobre su casa mágica y los super poderes en peligro. Lo más interesante es lo que va encontrando en el camino. Quizás su hermana hermosa no quiere casarse con el hombre más guapo del pueblo (como lo espera su abuela Alma), y quizás su otra hermana –Luisa, una chica con el súper poder de la fuerza– está cansada de trabajar todos los días y necesita un descanso. Quizá ella misma, Mirabel, vive mejor sin un súper poder que defina toda su identidad. Lo que permite a Mirabel ser Mirabel es precisamente no tener un encanto.
En Encanto las super poderosas, las más hermosas, las más fuertes, las más trabajadoras, las abuelas ‘yo todo lo puedo’, viven sus propias crisis de identidad. “Estás cargando demasiado peso”, le dice Mirabel a una de ellas. Toda la familia, desde el principio, intenta poner una cara alegre a pesar de que saben que la casa está llena de grietas, por las expectativas que han puesto los otros sobre ellos, y con cualquier paso en falso toda la casa se cae al piso.
Lo que hace más hermoso a Encanto no son las referencias a Cien Años de Soledad, ni su celebración por la multiculturalidad colombiana, ni su salsa, ni sus arepas, ni sus hermosas guacamayas. Lo mejor de Encanto es el enorme peso de las expectativas que se cultivan dentro de una familia tradicional. Si bien la película no pone en cuestión la familia heteronormativa –eso ya hace la nueva pareja gay de Superman–, sí es una entrada para mostrarle a los más chicos los enormes quiebres dentro de una familia nuclear. A veces está bien no querer ser súper poderoso, sobre todo en el siglo XXI, y está bien no intentar satisfacer los deseos de los mayores. Para quienes lleven a sus hijos, hijas o hijes, el encanto de la música y los dibujos animados es para los niños, pero el mensaje más urgente es para los adultos. Quizás las expectativas sobre sus pequeños se quiebren eventualmente, y eso está bien, eso es encanto también.
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