El Arco del Triunfo soñado por Christo se hace realidad
El emblemático monumento parisino ya luce “empaquetado” tal como lo imaginó el artista búlgaro, fallecido hace un año
El primer sueño de Christo ha sido su último deseo cumplido. Fue mirando al Arco del Triunfo de París desde la ventana de su piso en la adyacente Avenue Foch, a comienzos de la década de los sesenta, cuando el entonces todavía desconocido artista plástico búlgaro Christo Vladimirov Javacheff (Gabrovo, 1935-Nueva York, 2020) concibió por primera vez la idea de “empaquetar” monumentos o edificios que marcaría su carrera y que, incluso después de su muerte hace ahora un año, sigue provocando tanto entusiasmo como rechazo. Para cumplir ese primer sueño han tenido que pasar casi seis décadas. Y varias muertes. Ni Christo ni su mujer y compañera artística, Jeanne-Claude, están ya vivos para celebrar esa visión que ha finalizado de forma póstuma el sobrino de la pareja, Vladímir Javacheff. Desde este sábado, 18 de septiembre, y durante 16 días, los parisinos y visitantes de la capital francesa podrán visitar ―y debatir― esta gran obra de Christo y Jean-Claude.
“Testamento póstumo de su genialidad artística, el Arco del Triunfo empaquetado es un regalo formidable a los parisinos, a los franceses y a todos los aficionados al arte”, dijo la ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, en la presentación este jueves de un proyecto que ha contado con la complicidad absoluta de las autoridades francesas, tanto políticas como culturales. “Querido Christo, desde las estrellas, gracias por haber amado tanto a Francia y gracias por ofrecernos este regalo increíble. Gracias por el genio, gracias por la locura, gracias por la poesía”, agregó junto a la alcaldesa de París —y flamante candidata presidencial socialista—, Anne Hidalgo, acompañada del presidente del Centro de Monumentos Nacionales, Philippe Béval, y el propio Javacheff. El presidente francés, Emmanuel Macron, que también visitó en la tarde del jueves el proyecto, dio su aprobación para este “con entusiasmo” en cuanto le fue presentada la idea en 2018, dijo el Elíseo en un comunicado.
Conceptualmente, el Arco del Triunfo empaquetado no varía apenas de otros “envueltos” históricos de Christo, especialmente el Reichstag alemán (1995) o el Pont Neuf (1985), que fue su primer gran proyecto de embalaje en tela en la capital francesa. Para empaquetar ahora el monumento de 50 metros de altura que Napoleón ordenó construir en 1806 para conmemorar las victorias del Ejército francés bajo su mando, se han utilizado 25.000 metros cuadrados de tela de polipropileno reciclable de color plata con reflejos azulados y 3.000 metros de cuerda roja, materiales habituales en la obra de Christo. Un proyecto “temporal” —según Javacheff, a su tío no le gustaba el término “efímero”— que ha requerido el trabajo de más de 1.200 personas y ha costado 14 millones de euros que serán sufragados íntegramente, como todos los del artista búlgaro, mediante la venta de dibujos y maquetas de la fundación Christo.
Lo que sí ha cambiado son los tiempos: si Christo tardó 10 años en recibir los permisos para envolver en tela el icónico puente sobre el río Sena (muchos otros proyectos en otras partes del mundo ni siquiera llegaron a recibir el visto bueno de las autoridades), con el Arco de Triunfo este trámite ha sido casi un paseo, gracias a la fama adquirida durante décadas por el artista y “los grandes recuerdos en los parisinos” que dejó el proyecto anterior, explicaba Vladímir Javacheff en una entrevista con EL PAÍS en vísperas de la presentación de la obra.
Como ha venido sucediendo con cada “empaquetado” de Christo y Jeanne-Claude, el impacto y la interpretación de la obra son dispares. “Christo nos perturba, nos trastoca, nos hace hablar”, destacó Hidalgo. “Hay a quienes les gusta, a quienes no, pero bueno, al final esa es la función del arte que Christo nos ha propuesto toda la vida (…) nos hace sentir vivos, porque genera una reacción a lo que vemos”.
“Christo sentía que no tenía que dar una explicación, que cada uno debía interpretar como quisiera las obras”, acotaba hace unos días Javacheff. “Lo interesante es que la gente ha empezado a hablar de esta obra cuando aún ni existía, que es como discutir el cuadro de un pintor antes incluso de que esté pintado. Eso a Christo le gustaba, que la gente haga su propia interpretación, que la vea y la disfrute cada cual a su manera diferente. O que la odie, eso ya cada uno”.
Con todo, el interrogante sobre cómo será recibida cada obra está siempre allí, proyecto tras proyecto. “Todas tienen mucho simbolismo, el Reichstag lo tenía porque era el Parlamento alemán que fue incendiado cuando los nazis llegaron al poder”, recuerda Javacheff. En el caso de un monumento como el Arco del Triunfo, los significados, y las memorias, se multiplican. “Significa muchas cosas para los franceses y para otras nacionalidades, fue el lugar donde se celebraba a los ejércitos que regresaban, luego fue la Tumba del Soldado Desconocido; también ha sido usado como marco de actos deportivos como el Tour o para celebraciones, como cuando Francia ganó el Mundial de fútbol. O cuando los franceses quieren protestar por algo”, dice en alusión al impacto nacional que provocaron los daños que sufrieron varias estatuas del conjunto durante una de las manifestaciones más violentas de los chalecos amarillos, a finales de 2018. Con el “empaquetado”, el Arco de Triunfo vuelve a ser noticia. “Ahora será una obra de arte, pero no una estática, porque la tela hace que el edificio se mueva y lleva sensualidad al conjunto, un sentido de fragilidad…, será una obra de arte viva por unos pocos días”.
También hay algo más diferente, y definitivo, en este Arco del Triunfo: no habrá más edificios o monumentos embalados, confirma Javacheff. “Seguir no sería ético. Este es el último empaquetado”.
Babelia
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