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Christo, el artista que caminó sobre el agua

El documental 'Walking on Water', estrenado en el Festival de Toronto, sigue la creación de la última gran obra efímera del búlgaro

Christo Vladimirov sobre los muelles flotantes el día de la intervención en el Lago Iseo, Italia.
Christo Vladimirov sobre los muelles flotantes el día de la intervención en el Lago Iseo, Italia.

En 50 años de carrera, Christo Vladimirov Javacheff, o simplemente Christo, y su mujer, Jeanne-Claude, realizaron juntos 23 proyectos artísticos. Obras tremendamente ambiciosas, pero también efímeras, creadas para un espacio y lugar concretos, durante un tiempo determinado. Ya fuera envolver el Reichstag de Berlín o llenar de puertas el Central Park de Nueva York. Y en esas cinco décadas, más del doble de proyectos, 47, se les han quedado por el camino porque no lograron los permisos necesarios. “Algunos son rechazados y los olvidamos, otros se quedan en nuestro corazón y los seguimos intentando”, explicó el artista búlgaro durante el Festival de Toronto, donde ha estrenado el documental Walking on Water, dirigido por Andrey Paounov, un vistazo a la creación de uno de esos proyectos que se quedó en su corazón y consiguió realizar 46 años después de que la pareja lo imaginara, The Floating Piers (Los muelles flotantes) en el Lago Iseo, Italia.

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Delgado, lleno de energía a sus 83 años y con un difícil acento a pesar de llevar más de la mitad de su vida residiendo en Nueva York, Christo sigue hablando en plural. Lo hace en el documental, rodado entre 2015 y 2016, desde el comienzo del proyecto a su inauguración y clausura; y lo hace en persona, a pesar de que su mujer y pareja artística, Jeanne-Claude, murió en 2009. Después de aquella fecha “parecía que Christo había desaparecido del escenario público”, reza el documental al inicio. Estaría desaparecido, pero no con los brazos cruzados.

Christo Vladimirov pintando una de las telas de la instalación.
Christo Vladimirov pintando una de las telas de la instalación.

“Cuando Jeanne-Claude murió, después de muchos problemas, le dije a Vladimir [Yavachev, su sobrino y jefe de producción] y mis colaboradores que quería hacer algo muy rápido porque no sabía lo que yo iba a vivir”, cuenta acelerado. Desempolvó todos esos proyectos que había ideado con su mujer y recuperó el de estos muelles flotantes que intentaron colocar, sin éxito, primero en el Río de la Plata en Argentina en 1970 y después en Japón en los 80. “Pensé en Italia”, dice. Se acordó del lago Iseo, en Brescia, y de Montisola, la isla en el centro del lago. “Con una población de dos mil habitantes pero sin puentes que la conecten a tierra firme”, explica. Sorprendentemente, consiguieron los permisos y en el plazo de dos años, como cuenta la película, lo llevó a cabo: crearon y colocaron tres kilómetros de una plataforma flotante recubierta de una tela naranja que llegaron a pisar más de 50.000 personas al día en sus dos semanas de exposición. Después la retiró y recicló todos los materiales. Las obras de Christo no permanecen, son solo realidad un tiempo determinado para comunicarse con el paisaje en el que las piensa e integra. “Me gustan las cosas reales, el miedo real, la humedad real, la sequedad real, no la realidad virtual”, dice. “Estar al límite constantemente para sentirte vivo. De eso va esto”.

Christo Vladimirov en un fotograma del documental 'Walking on Water'.
Christo Vladimirov en un fotograma del documental 'Walking on Water'.

La película acaba con Christo tomando medidas al aire, en medio del desierto de Abu Dabi, como imaginando La Mastaba, su siguiente obra, otra de las que lleva años persiguiendo. Es la urgencia de no parar porque no sabe lo que le queda. “Sigo porque no puedo tener una vida tranquila. No puedo desprenderme de lo que hago: está en mi cuerpo, en mi piel, en mi existencia. Por eso, con 83 años que tengo, me niego a mirar atrás, me niego a reflexionar sobre el pasado, a hacer una retrospectiva”, dice. “Eso será un trabajo de las generaciones siguientes cuando me muera. No quiero perder mi tiempo en ponerme sentimental sobre lo que hice 20 años atrás, quiero sentir físicamente el arte. Por eso hicimos este documental. Porque nunca habrá otro Floating Piers igual”.

Las obras que no existen

"Lo más difícil es hacerlo muy simple", dice Christo. En la belleza de la aparente sencillez está su satisfacción artística. "Y la maravillosa ingeniería lo hace realidad". Ideas que pinta sobre papel y que luego vende. Con ese dinero el artista y su mujer ya fallecida, Jeanne-Claude, han financiado todas y cada una de las 23 obras que han creado. Jamás aceptan donaciones o sponsors. Venden incluso los bocetos de las obras que nunca existieron y que jamás existirán. "Como el proyecto de cubrir la estatua de Colón de Barcelona", dice. "Lo intentamos en 1975, pero el alcalde –Joaquín Viola– fue asesinado, lo retomamos en los 80 y después en 1994 el famoso Pasqual Maragall nos dijo que fuéramos, que nos daba los permisos, pero ya no quisimos hacerlo. Ya no era el momento".

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