Raphael Bob-Waksberg, de un caballo parlanchín a un libro
El creador de la serie ‘BoJack Horseman’ publica su primer libro, ‘Alguien que te quiera con todas tus heridas’, en el que disecciona aún más la ansiedad y la depresión en seres incompletos
Raphael Bob-Waksberg no es un creador cualquiera. Ha conseguido que miles de personas se sientan identificadas con un caballo parlanchín, alcohólico y depresivo. Es un dibujo animado, pero para muchos BoJack Horseman es más que eso. Este caballo antropomorfo, que no deja de hablar de sus sentimientos y fracasos vitales, es quizá uno de los seres de la ficción norteamericana con los que más fácil es tener una conexión emocional, hasta el punto de llegar a entender al personaje como si fuera un amigo o un familiar, al modo de lo que pasó años atrás con otros personajes televisivos como Tony Soprano (The Sopranos), Don Draper (Mad Men) o Alicia Florrick (The Good Wife).
Desde 2014, Bob-Waksberg ha sido el principal guionista detrás de Bojack Horseman, una de las series más aclamadas por la crítica estadounidense y una de las principales apuestas de Netflix durante seis temporadas. Ahora, este escritor y cómico de 37 años ha publicado su primer libro, Alguien que te quiera con todas tus heridas (Círculo de Tiza, 2021). “No recuerdo haber decidido nunca escribirlo. Probablemente sería mucho más productivo si pudiera decidir cosas así. A veces, escribía cosas que realmente no encajaban en ningún otro lugar y, con el tiempo, me di cuenta de que estaba siendo escritas para este libro. Así que, realmente, se me acercaron sigilosamente y acabaron cogiendo esta forma”, explica Bob-Waksberg desde Los Ángeles.
Alguien que te quiera con todas tus heridas es un conjunto de relatos que, como en la serie que le ha colocado en el punto de mira de medio Hollywood, ahonda en los sinsabores de la existencia a través de personajes solitarios e incompletos, que buscan un lugar y cierta identidad en mitad de una sociedad moderna demasiado voraz. Y, como en Bojack Horseman, se desarrollan repletos de humor. Al lector es fácil que se le alargue una sonrisa a la vez que se dice para sí mismo que maldita la gracia que tiene todo en esa cita a través de una aplicación, en esa comida con un ex o en el día siguiente de una resaca. “No sé cómo expresar la tristeza, excepto a través del humor. Es posible que haya otras maneras de hacerlo, pero nunca las aprendí. Una vez, cuando estaba rompiendo con una novia, me gritó porque sonreía demasiado”, cuenta su autor.
Hábil en la disección de la ansiedad o la depresión, Bob-Waksberg asegura que “la soledad” del escritor de narrativa es la principal diferencia que se ha encontrado con respecto a ser guionista. “La televisión es mucho más colaborativa. Tenía toda una sala de escritores para decirme si mi idea era buena o no. En cambio, para los relatos, tenía que ser yo quien me dijera a mí mismo si mis ideas molaban. ¡Afortunadamente, soy muy bueno en eso!”. Para todo lo demás, afirma, no hay muchas diferencias entre escribir un capítulo de una serie de animación para adultos o un relato. “No soy mucho un pensador visual. Incluso mis guiones de televisión están muy centrados en el diálogo, aunque me gusta pensar que me he vuelto más visual a través de mi tiempo en la animación. Todavía soy un poco alérgico a describir imágenes solo para establecer una escena o presentar un personaje. Estoy interesado en lo que está sucediendo”.
Criado en Palo Alto (California), Bob-Waksberg se dedicó primeramente al teatro hasta que hizo un master de guionista en Nueva York y empezó a hacer sketches en internet con un grupo cómico. Allí conoció a Lisa Hanawalt, una talentosa ilustradora que dibujaba para The New York Times o Vanity Fair. Sus dibujos fueron la inspiración de Bob-Waksberg para crear BoJack Horseman, el gran proyecto de ambos que convenció a los directivos de Netflix. En la serie televisiva, su creador usaba un mundo surrealista, donde animales antropomorfos conviven con personas, una de esas ideas disparatas que acaban por añadir más condimentos a las situaciones humorísticas. Y ahora, en su libro, Bob-Waksberg también recurre al surrealismo, aunque se niega a explicar una razón concreta para su estilo. “Desafortunadamente, cada vez que intento describir mi trabajo, un gran cangrejo sale de mi boca en lugar de las palabras adecuadas. Con el tiempo me encuentro con que toda mi habitación se llena de cangrejos y no he hecho ningún progreso explicando nada sobre mi trabajo”.
De esta forma, en uno de los relatos, el narrador se pone en la visión de un perro, como antes hicieron otros escritores como Paul Auster. “Nunca fui una persona a la que le gustasen mucho los animales hasta que conocí a la mujer que ahora es mi esposa y a su perro, que ahora es mi perro. La gente podría sorprenderse al enterarse de esto sobre mí porque, después de todo, soy el tipo que hizo un programa de televisión completo sobre animales. Pero diría que esa serie de televisión trata sobre cómo todos los animales son idiotas, incluidos los humanos”, explica el escritor californiano, y añade: “Cuando empecé a llevar a mi perro al trabajo me fascinó tratar de entender su pensamiento. Siento que la versión estándar de los perros es que son tontos, pero no creo que eso sea del todo correcto. Los perros pueden ser muy inteligentes y observadores, pero su contexto para entender el mundo es completamente diferente al nuestro”.
Babelia
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