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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Oda a ‘Mad Men’

Hubiese vendido a un precio razonable mi alma por crear un personaje como Don Draper

Jesús Ruiz Mantilla

Dejé sonriente a Don Draper en un cruce de caminos de la América profunda. Termina Mad Men pero he decidido no ver el último capítulo. Así, esta gran novela americana —en este caso sí vale el tópico— quedará abierta permanentemente en mí como una enciclopedia a la que acudir para escudriñar el alma de nuestros semejantes, donde entremos y salgamos a capricho, sin necesidad de conocer el final. Decidí que el último plano de la entrega anterior al fin abriera un suspense dentro de mí.

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Hubiese vendido a un precio razonable mi alma por crear un personaje como Don Draper. Ya que Matthew Weiner tuvo el acierto de inventarlo y el para siempre legendario Jon Hamm darle vida, me conformo con contemplar su manera de sentarse, la destreza al servirse una copa, el desorden permanente de sus claroscuros. Cierra esta temporada Mad men, la única obra televisiva que conozco sin altibajos, con siete capítulos en los que Draper va despojándose de sí mismo. Como un mueble de mudanza en la soledad de su casa vacía, enjaulado en las entreplantas, dejado de la mano de Dios en cualquier carretera… Durante toda la serie no ha hecho más que esculpir un anuncio de sí mismo, adoptar otros nombres, navegar entre varias familias, vestirse y desnudarse ante sus amantes, guardar la compostura en presencia de sus hijos, abrir su más auténtica condición en la noche disfuncional de su oficina frente la fascinante Peggy. El mundo en avalancha, en pleno friso de los sesenta, donde se abrió paso una nueva mentalidad pero predominaban las pulsiones de siempre, antecediendo el puro presente. Los hombres como niños; las mujeres, en silencio, manejando los hilos. La brutalidad del lenguaje en mitad de aquel ambiente moral y físicamente tan poco respirable, a tientas entre el sexismo descarnado y la nicotina volante. La enjundia hecha estética de toda la condición humana. Mad Men: esa obra de arte. Ahora que ha terminado, sigan disfrutándola. Hagan como yo, vuelvan a empezar.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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