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De cómo un azulejo en Las Ventas puede hacer feliz a un gran pintor taurino (César Palacios)

Notario gráfico de la plaza de Madrid, artista reconocido y autor de miles de dibujos de toros

César Palacios, junto a su esposa y Miguel Abellán, director del Centro de Asuntos Taurinos, en el acto del descubrimiento del azulejo.
César Palacios, junto a su esposa y Miguel Abellán, director del Centro de Asuntos Taurinos, en el acto del descubrimiento del azulejo.
Antonio Lorca

“He salido por la puerta grande. Me siento muy feliz. Es una maravilla y el honor más grande que he podido recibir en vida. Vamos, que me ofrecen a cambio un ‘mercedes’ y no lo quiero”.

Así de eufórico se muestra César Palacios (Madrid, 1937) al recordar el azulejo que el Centro de Asuntos Taurinos (CAT) descubrió en su honor y memoria el pasado 2 de mayo.

“La Comunidad de Madrid, a César Palacios Romera, por una vida dedicada a tu plaza monumental de Las Ventas de Madrid”.

Esa es la leyenda que figura en una de las paredes del patio de caballos, y que tan contento mantiene a este hombre, que nació a escasos metros de la plaza, que vive en la misma calle, y que no entiende su vida sin Las Ventas, su casa, donde ha trabajado y ha podido expresar su condición de artista.

César Palacios es uno de los grandes pintores y dibujantes taurinos vivos. Él ha sido el notario gráfico de la plaza de toros de Madrid, su escuela, su estudio, donde ha plasmado miles de dibujos de toros que han surgido del trazo de un rotulador negro.

Acomodador, portero, arenero, y una única pasión: el toro

Es un artista unido existencialmente a Las Ventas, y que, hoy, a sus 83 años, con la salud algo quebrada, pero embargado por la emoción del homenaje recibido, no puede ocultar un rictus de melancólica tristeza en su semblante.

“Y no es para menos”, comenta, “porque mis limitaciones físicas me impiden acudir a la plaza, como he hecho toda mi vida. Es una situación horrible”.

Asistió al descubrimiento del azulejo el pasado 2 de mayo, pero no pudo ver en su burladero de siempre el festival que aquella tarde organizó la Comunidad de Madrid; y las dos corridas que se han celebrado después las ha visto por televisión.

Es la primera vez que eso le sucede desde que cumplió los 26 años, una penitencia excesivamente dura para él.

César Palacios vio la luz en el número 5 de una calle a dos pasos de la plaza. Ha cambiado tres veces de domicilio, pero se ha limitado a cambiar el número del portal, -el 1, el 31 y el 16, donde vive ahora- porque se ha resistido a alejarse de su entorno.

Uno de los dibujos taurinos de César Palacios.
Uno de los dibujos taurinos de César Palacios.

Su padre, aficionado, conocía a los empleados de la plaza y era amigo de Paco Parejo, el mayoral de Las Ventas, que fue cuñado de Antoñete. Esta circunstancia motivó que el niño César correteara por los pasillos venteños antes de que, siendo un mozalbete, entrara a trabajar en el madrileño matadero de Legazpi.

Para entonces, ya había descubierto que su vocación era el dibujo. Cursó estudios en la Real Academia de las Artes de San Fernando y en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Allí aprendió a dibujar el cuerpo humano, hasta que se dio de bruces con el toro.

Con 25 años entró como empleado en Las Ventas, y esa ha sido su casa hasta la edad de jubilación.

“Ahí he trabajado de todo”, cuenta César Palacios. “Acomodador, primero; después, portero, y, desde 1980 hasta 1999, arenero. Calculo que habré hecho más de 1.300 paseíllos”.

Y el toro.

“Sí, el toro ha sido mi pasión. Acudía a la plaza con un cuaderno y un rotulador negro, y dibujaba todas las tardes cuando las circunstancias me lo permitían. La verdad es que yo he sido autodidacta, en ese ruedo he aprendido a dibujar y he disfrutado cada tarde”.

Poco a poco, Palacios se hizo un nombre rotulador en mano, comenzó a colaborar en periódicos y revistas, y su condición artística superó con creces sus habilidades como arenero.

Un dibujo a plumilla sobre la Virgen de la Macarena es su obra favorita

En 2018, el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid le encomendó ilustrar el cartel anunciador de la tradicional corrida de toros Goyesca del 2 de mayo, obra que actualmente se encuentra expuesta en el Museo Taurino de la plaza. Su producción artística, centrada en el mundo del toro, el dominio del color y el dibujo directo, y recogida en varios libros, la ha mostrado en más de 60 exposiciones en España, Alemania, Francia y Estados Unidos.

“El toro me ha vuelto loco”, dice; “en el ruedo y en el campo, pero siempre me ha interesado más que el torero. Y lo que más me ha gustado ha sido el dibujo con rotulador y plumilla”.

A pesar de ello, ha probado con el óleo, la acuarela y la pintura acrílica, y con escenarios y modelos fuera del ámbito taurino; incluso con la corriente abstracta.

Pregunta. ¿Cuál es su obra favorita?

Respuesta. “Un dibujo a plumilla sobre la Virgen de la Macarena de Sevilla, a raíz de un viaje que hice con mi esposa en 1964. Estaba la imagen en besamanos, tomé unos apuntes, y el cuadro final cuelga en el cabecero de nuestra cama de matrimonio”.

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P. Toda la vida dibujando al toro, y su obra más querida es un motivo religioso…

R. “Sí, porque forma parte de mis sentimientos y creencias. Ese cuadro no tiene precio. Una señora me llegó a ofrecer un cheque en blanco y lo rechacé”.

Y a pocos metros del dibujo de la Macarena, una cabeza de toro cuelga en el salón de su vivienda. Es la de ‘Rendao’, un ejemplar de la ganadería de Jaral de la Mira, que el picador Alfonso Rodríguez Mazón ‘El Moro’ le brindó en Las Ventas en el año 1973. Aclara Palacios que fue un caso único en la historia, aunque en 1993 volvió a recibir el brindis de otro picador, el francés Buig Michel, en la plaza de Arles.

Dos brindis de picadores y otros de una larga lista de matadores que el homenajeado guarda con esmero en su casa, un atiborrado museo donde se apilan cuadros, fotografías, placas, premios y galardones de todo tipo, recuerdos de toda una vida.

P. ¿Se considera usted un buen pintor?

R. “Eso tendrán que decirlo los demás”, tercia su esposa, Lolita.

“He sido uno más”, aclara Palacios; “un apasionado, eso sí, al que, unas veces, el toro ha metido la cabeza y ha dibujado un buen muletazo, y otras no ha habido forma. Eso es al arte, porque depende del momento y de cómo te sientas para que la inspiración te acompañe”.

César Palacios ya no dibuja. Ha cerrado su estudio y se ha visto obligado a cambiar sus paseos por la plaza por las citas médicas para mantener a raya esa tos persistente que le impide moverse sin andador.

“Es terrible no poder ir a los toros”, se lamenta el artista, “pero diga que estoy muy agradecido al Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad. Ese azulejo estará ahí toda la vida; no duermo pensando en él”.

“¿Hemos terminado?”, pregunta César Palacios.

“¿Le importa que encienda un cigarrito…?”

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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