‘Feminista’, ‘Nigeriano’, ‘Finito’, ‘Niñero’, ‘Turronero’… Los toros, entre una ofensiva constante y el desamparo legal
La tauromaquia sufre un nuevo embate que pone en serio peligro el futuro de la plaza de Gijón
No es lo de menos, pero tampoco es lo más grave que la alcaldesa de Gijón haya decidido no renovar el contrato con la empresa que gestionaba la plaza de la ciudad, de modo que los toros desaparecen el próximo año de la tradicional Feria de la Virgen de Begoña.
Lo preocupante de verdad es que esos 10.000 espectadores que, según el empresario Carlos Zúñiga han acudido a los tendidos, no se rebelen contra la regidora socialista y defiendan de manera enérgica su derecho a presenciar festejos taurinos en su localidad.
Porque sería ingenuo pensar que la señora Ana González, ―así se llama la alcaldesa―, ha actuado de modo visceral, alocado e insensato porque dos asociaciones feministas hayan puesto el grito en el cielo a causa de los nombres de dos toros lidiados en la feria.
No. Los políticos actúan en función de sus perspectivas electorales, y la alcaldesa nunca comprometería su privilegiado puesto si considerara que una parte significativa de la ciudadanía le podría pasar factura en la próxima cita con las urnas.
Los nombres de dos toros no son más que la excusa para dar carpetazo a una feria
No. Tampoco tiene sentido alguno pensar que los nombres de un par de toros, a la sazón Feminista y Nigeriano, son motivos suficientes para dar carpetazo a una feria. No.
Se les debe suponer a la alcaldesa y a las feministas gijonesas más prudencia e inteligencia que la que se desprende de esta noticia curiosa y chistosa, si no llevara consigo una carga explosiva de muy negativas consecuencias.
Sin duda alguna, la señora Ana González y los antitaurinos conocen el tradicional proceso de inscripción de los apelativos de los toros, esa historia ya contada de que reciben el nombre de sus madres, y que estas pertenecen a familias de varias, muchas, generaciones de vacas que han dado lustre a una ganadería. Están al tanto, en consecuencia, de que los nombres no se eligen en la mañana de la corrida a capricho de los taurinos, y que, además, existe un sorteo en presencia de la autoridad competente. En suma, saben que Morante lidió a Feminista y a Nigeriano porque alguien de su cuadrilla sacó del fondo de un sombrero un papelito con los números 81 y 76, correspondientes a ese lote. Del mismo modo, se podría haber enfrentado a Niñero, Finito, Turronero, y otro Nigeriano, que completaban la corrida de esa tarde del 15 de agosto.
No. Saben que no existe intencionalidad política alguna en los nombres de los toros lidiados, pero puede ser una excusa válida, aunque infantil, eso sí, y colindante con la estulticia.
En consecuencia, no hay que ser licenciado para atisbar que algo más encierra esta singular historia. Algo serio, sin duda.
Y ese misterio escondido no es otro que el interés de la alcaldesa por erradicar la fiesta de los toros de su ciudad, decisión que tenía adoptada antes de la presente polémica; y así parece que lo ha reconocido ayer públicamente en una rueda de prensa.
Así, Feminista y Nigeriano no han sido más que las dos gotas de agua que han llenado el vaso de su paciencia, pero ha errado en el momento y las circunstancias: si tenía decidido no renovar la concesión de la plaza para celebrar festejos taurinos podría haberlo anunciado sin la muletilla de los nombres de los toros, con lo que se hubiera ahorrado ser el centro de una disputa poco atinada y algo ridícula.
Las administraciones públicas incumplen, una vez más, la ley que las obliga a promover la tauromaquia
Y, al final, consumado el fallo municipal, quedan sobre la mesa dos conclusiones muy alarmantes.
La primera es que, otra vez, la tauromaquia sufre en sus carnes las embestidas de los antitaurinos; y parece que ganarán esta batalla si los aficionados gijoneses no se rebelan. Si se pierde Gijón, cae una plaza de prestigio y profunda raigambre taurina. Eso lo sabe la alcaldesa, y sabrá, posiblemente, que no habrá una contestación social.
(Por cierto, el sector ha reaccionado airadamente y con razón contra la decisión de la señora González. Pero se nota a leguas que es una tropa acobardada, desperdigada y sin la convicción ni la munición adecuadas para una guerra tan cruenta. Mejor dicho: si los taurinos conformaran un grupo cohesionado y fueran capaces de blandir a los cuatro vientos la fuerza de la ley, no habría alcalde ni alcaldesa, ni presidente ni presidenta, que osara poner en duda la existencia de la fiesta).
Y la segunda: el Ayuntamiento de Gijón incumple la legalidad, que obliga a las administraciones públicas a defender, promover y apoyar la tauromaquia como patrimonio cultural de este país.
La incumple también el Gobierno central y el PSOE, que no recuerdan a la alcaldesa que las leyes están para cumplirlas. Y la incumple la oposición, que no llama la atención pública ante los reiterados desplantes y ataques que padece la fiesta de los toros.
Dice Ana González que ella no prohíbe nada, sino que va a utilizar la plaza para ‘otras cosas’. Ojalá más pronto que tarde la justicia ponga cordura y recuerde a los políticos que los derechos no se pueden suprimir.
Ahora, la excusa han sido los nombres de dos toros (todavía hay quien cree en una mano maliciosa con intención política), mañana será el color negro imperante en los animales bravos o el escaso número de toreras en activo... Todo vale.
Una ofensiva constante y desamparo legal… Ese es el movedizo y peligroso escenario en el que hoy se desenvuelve la tauromaquia.
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