Jasmila Žbanić: “Las matanzas en Bosnia son parte de la historia de Europa, aunque muchos políticos no quieran verlo”
La cineasta estrena ‘Quo Vadis, Aida?’, candidata al Oscar a mejor película internacional, sobre el asesinato de 8.300 musulmanes en Srebrenica
Jasmila Žbanić tenía 17 años, y una adolescencia feliz, cuando empezó el sitio de Sarajevo durante la guerra de los Balcanes. Hoy tiene 46, un Oso de Oro obtenido por su primera película, Grbavica (2006), y con su quinto largometraje de ficción, Quo Vadis, Aida?, que se estrena en España este viernes, ha logrado dos candidaturas al Bafta, otra al Oscar a mejor película internacional y el premio Spirit del cine independiente en esa misma categoría. “Los trofeos sirven para publicidad, eso es bueno, aumenta el eco”, ríe. “El cine tiene el poder de cambiar a la gente. Yo soy optimista”. ¿De verdad? “Sí, las películas pueden ponerte en el lugar de otro, llegar a tu alma y hacerte comprender ideas muy distintas. Yo misma he cambiado después de ver filmes como Lawrence de Arabia”.
Quo Vadis, Aida? ilustra una de las matanzas de la guerra de los Balcanes, la cometida por los serbios contra los civiles bosnios de Srebrenica. En julio de 1995, el ejército al mando de Ratko Mladic —condenado en 2017 a cadena perpetua por genocidio— entró en la ciudad, declarada por la ONU zona segura bajo la protección de 400 cascos azules neerlandeses, y asesinó a más de 8.300 bosnios, la mayor parte de ellos capturados entre los 25.000 que se encontraban a las puertas del campamento internacional pidiendo protección. Las tropas de Mladic separaron hombres y adolescentes de mujeres y niños, fusilaron al primer grupo y los enterraron en fosas comunes. Mientras se cometía la mayor matanza étnica en suelo europeo desde la II Guerra Mundial, los cascos azules simplemente se fueron. Aida, la protagonista del filme, es una traductora que trabaja para las tropas internacionales y que intentará por todos los medios salvar a su marido y a sus dos hijos, veinteañeros. Aida es ficción, el resto de lo mostrado ocurrió y se basa en transcripciones de juicios y en relatos de testigos.
Panorama oscuro
La película cierra un ciclo vital de Žbanić, cuyo trabajo de fin de estudios de cine se centraba en las fosas comunes. “En aquel momento hice un documental —no tenía dinero para plantearme una ficción— sobre algo que me parecía increíble que pasara a mi alrededor: que la gente encontrara a sus seres queridos en esas tumbas comunales”, recuerda en entrevista telemática. “Aquel dolor de los supervivientes me obsesionó hasta el punto de que durante años pensé en la película que podría hacer”. Todavía quedan más de 1.000 cadáveres sin localizar de la matanza de Srebrenica, ciudad que, tras la partición de la antigua Yugoslavia, está situada en la República Srpska, la parte serbia del Estado de Bosnia y Herzegovina. “Los políticos locales utilizan todas sus herramientas para entorpecer la búsqueda”, asegura, “sin importarles los familiares”. Por eso prefirió rodar una película de ficción antes que un documental. “El público tiene así una perspectiva muy humana, muy personal. La protagonista es una madre que lucha por salvar a su marido y a sus hijos”.
“¿Qué haría hoy la UE? De nuevo me temo lo peor. Porque hace 20 años no se permitían en público discursos fascistas como los que ahora se escuchan
Aunque los cascos azules entregaron directamente 350 refugiados musulmanes a los serbios, en la película las críticas no van tanto a estos soldados como a los políticos que los dirigían. “La ONU es una buena idea si se dirige bien”, reflexiona la cineasta, para subrayar a continuación otra institución manchada por su comportamiento en la guerra de los Balcanes: la Unión Europea. “La UE se comportó de manera... muy extraña dentro de la ONU. Y no movieron ni un dedo. ¿Qué haría hoy la UE? De nuevo me temo lo peor. Porque hace 20 años no se permitían en público discursos fascistas como los que ahora se escuchan. La UE no paró la guerra en mi país, y ha permitido que esos grupos crecieran”.
En ese distanciamiento desde la política de un hecho geográficamente indiscutible, que Bosnia está en Europa, tampoco ayudan declaraciones como la escuchada en la última entrega de los premios del cine europeo, cuando se dijo que el continente llevaba 70 años sin conflictos bélicos. “Por un lado me dolió, por otro no me choca. Siempre nos han hecho sentir extraños, como expulsados de Europa. Las matanzas en Bosnia son parte de la historia de Europa, aunque muchos políticos no quieran verlo”.
Para Žbanić, el filme ha supuesto un esfuerzo de cinco años de búsqueda de presupuesto, y agradece el compromiso de los actores —algunos serbios, que han recibido ataques de la prensa local— y del equipo. “El rodaje se hizo en 42 días, tuvimos que coordinar muchas agendas”, rememora, y por eso, sin plantearlo, el 11 de julio de 2019 (aniversario de la matanza) rodaron una de las secuencias más emotivas: “Lo hicimos a la primera, en una olla a presión emocional, y no hubo fuerzas para una segunda toma de seguridad”. También recuerda otras dos anécdotas: “Un día, ensayábamos con los extras cómo iban a subir a los autobuses y a los camiones serbios que los trasladaban a una muerte segura, y uno me apuntó: ‘Así no nos metían’. Era un superviviente, y por supuesto, lo filmamos como nos dijo”. En otra jornada, dos mujeres fueron hospitalizadas tras sufrir crisis de ansiedad al ser registradas por actores que encarnaban a soldados serbios.
Ahora, la cineasta necesita separarse un poco de los acontecimientos más oscuros de la Europa reciente. “Voy a aceptar algunos de los proyectos que me proponen desde EE UU”, país donde trabajó como marionetista antes de volver a Bosnia a empezar en el cine. “Dirigiré algún guion escrito por otros. Que me ayude a coger perspectiva. Pero en el futuro quiero rodar una película sobre el sitio de Sarajevo. Lo viví con 17 años, necesito contarlo”.
Babelia
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