España devolverá a Polonia un díptico expoliado por los nazis
La Abogacía del Estado tiene que decidir si entrega la réplica de una ‘Dolorosa’ y un ‘Ecce Homo’ del pintor flamenco Dierik Bouts, que se exhiben en el Museo de Pontevedra, a Varsovia o a la familia saqueada en la II Guerra Mundial
El Museo de Pontevedra inauguró el viernes una exposición muy especial: supone la despedida de la réplica de un díptico del pintor flamenco Dieric Bouts, que regresará a Polonia 80 años después de haber sido expoliado por el ejército nazi. Hace un año, en pleno confinamiento, el centro gallego recibió una carta del Gobierno polaco con una reclamamación de dos cuadros —un Ecce Homo y una Dolorosa— que habían sido parte de la muestra permanente y ahora estaban en una sala de reserva. La Abogacía del Estado deberá determinar el nuevo hogar de la obra, ya que ha sido también reclamada por los descendientes de la propietaria original, la princesa polaca Izabella Czartoryska-Działyńska. Por el momento, debido a las restricciones sanitarias de Galicia, las piezas podrán ser visitadas solo por el público de Pontevedra, que podrá recibir información sobre el expolio a través de un código QR.
La recuperación del díptico —pintado en uno de los talleres de imitadores de Bouts en el siglo XVIII— ha sido todo un desafío. Desde Polonia, distintos expertos unieron fuerzas para localizarlo tras un exhaustivo proceso de verificación, que incluye el cruce de referencias en publicaciones y la revisión de bases de datos. En Pontevedra, la experta en arte flamenco Ana Diéguez Rodríguez elaboró un informe para determinar cómo habían llegado las dos piezas al museo. Los cuadros salieron de Varsovia en 1944 y reaparecieron en 1973 en el mercado del arte de Madrid. El museo adquirió las obras dentro de la colección de José Fernández López, en 1994. No se sabe si el coleccionista las compró en la capital ni cómo entraron a España.
Lo que les pasó en Polonia resulta más claro. A principios del siglo XIX, la princesa Czartoryska-Działyńska convirtió el castillo de Gołuchów, en el centro-oeste del país, en un museo. Apasionada del arte desde la infancia, allí exhibía piezas antiguas de gran valor histórico que obtenía gracias a su red de contactos. La actual encargada de esa residencia, Paulina Vogt, señala que el díptico —cuya fecha de entrada en la colección no está clara— no se encontraba entre los objetos disponibles para el público, sino en un espacio privado en la primera planta. Hoy se exhiben ahí dos antiguas copias de los cuadros. Según Vogt, esto demuestra que el díptico tenía un significado especial. Aunque los gobiernos no han confirmado la fecha de devolución de las piezas, ni su próximo paradero, la galerista señala que lo ideal sería que regresaran al castillo: “La documentación que tenemos corrobora que pertenecieron a este lugar”.
Los últimos herederos legítimos de los cuadros fueron el hijo de Czartoryska, Augustyn Józef, y su esposa, la princesa española María Dolores Borbón-Dos Sicilias, quienes los ocultaron en una de las paredes del palacio, pero acabaron detenidos por la Gestapo y después trasladados a Sevilla por intercesión de Franco. En 1944, el díptico fue definitivamente sacado de Varsovia y llevado al castillo austriaco de Fischhorn. Vogt señala que ya en 1939 los alemanes eran conscientes del enorme valor de la colección de arte antiguo de la familia: “Muchas de las obras robadas de Gołuchów acabaron en el comercio de arte de Berlín y algunas aparecieron en manos privadas. Algo parecido pudo haber pasado con el díptico”, añade.
El autor del libro El expolio nazi (2020), Miguel Martorell, explica por teléfono que los dos cuadros son un ejemplo de las obras clásicas apreciadas por los nazis. Eran un recurso económico en la Alemania derrotada y con la moneda devaluada. Además, su pequeño tamaño facilitaba el traslado. Martorell comenta que se desconoce cuantos objetos han entrado en España, pero asegura que un buen número respondía al perfil del díptico. El experto también señala la política racial del Tercer Reich, que consistía en despojar de sus posesiones a los países que consideraban inferiores: “En Europa occidental se respetaron las colecciones estatales, de la Iglesia y privadas. En países como Polonia ocurre justo lo contrario”. El Ministerio de Cultura polaco estima que en ese periodo los alemanes rapiñaron 500.000 piezas en todo el país.
Recuperar una obra muy replicada
Restaurar un expolio es siempre difícil. La cuestión del origen y de quién fue el verdadero propietario del objeto es una de las principales barreras para los que solicitan su devolución. Además, el carácter transfronterizo del robo dificulta el procedimiento porque la jurisdicción en este ámbito y el tipo de pruebas a presentar varían según el país. Sin embargo, ese no fue el mayor problema en este caso. En un correo electrónico, fuentes del Ministerio de Cultura polaco valoran la colaboración con España. Martorell resalta la buena voluntad con la que ha actuado el museo pontevedrés, ya que, apunta, otros son más reacios. Este es el caso del Museo Thyssen, que ha ganado un pleito contra el nieto de una pareja judía a la que se le arrebató un cuadro de Camille Pissaro. El vicepresidente de la Diputación de Pontevedra, César Mosquera, recalca que “es una alegría colaborar para reparar el expolio nazi”.
En este caso, el mayor desafío fue determinar que las obras eran las mismas. El díptico es una de las piezas con más réplicas conocidas, según Diéguez Rodríguez: “Era muy difícil saber si se trataba de los mismos, cuando existen más de 200 copias”, cuenta. La experta insiste en que no se sabía que las piezas que circularon por el mercado de arte español formaban parte de un expolio. Por eso, la adquisición se realizó dentro de la normalidad en este tipo de transacciones. En esto coincide la historiadora de arte de la Universidad de Wrocław Agnieszka Patała. Según ella, el estudio del díptico de Bouts ha precisado de un rigor especial por la cantidad de piezas parecidas.
Patała explica que la pieza es un ejemplo de las “obras de lujo” al óleo, producidas por la escuela flamenca, y defiende su absoluta calidad: “Los pintores neerlandeses de la Edad Media dominaban su oficio, eran perfectos técnica y artísticamente”. Patała añade que el alto nivel de este tipo de obras cautivó a la nobleza e impulsó su producción a gran escala. La mejor forma de ocultar algo es a plena vista y, sin saberlo, el ejército nazi hizo exactamente eso con la réplica del díptico de Bouts.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.