Genios de Flandes y Venecia se citan en Bruselas
De Pisanello y Van Eyck a Longhi, pasando por Tiziano y Rubens, el BOZAR muestra cuatro siglos de íntima relación entre dos descomunales polos pictóricos
De la flamenca Amberes hay en España un cierto conocimiento, pero menos sabido es que Bérgamo fue en su día capital tierra adentro de la Serenísima, la República de Venecia. Cuatro siglos de intensa relación artística entre aquel Flandes y aquella Venecia, cada cual brillante, rica y espléndida a su manera, llegan ahora al BOZAR de Bruselas en una exposición de algo más de 60 piezas en la que se codean Van Eyck y Jacopo Bellini, Van der Weyden y Pisanello, Giovanni Bellini y Dirk Bouts, Tiziano, Rubens, Jordaens, Canaletto, Guardi, Longhi... entre otros grandes de cuatro siglos grandiosos, del XV al XVIII, en la pintura europea.
Maestros venecianos y flamencos junta bajo un mismo techo medio centenar de obras de la Accademia Carrara de Bérgamo, cerrada por obras de puesta al día, y una quincena de aportes del museo Bellas Artes de Amberes que ilustran contactos e influencias recíprocas, tan intensas que el reflejo de una idea original rebota a la otra latitud con el vigor de un concepto nuevo.
El recorrido cronológico de la muestra deja de manifiesto que si hubo una relación evidente entre Flandes y diversas partes de Italia ninguna duró tanto ni fue tan intensa como la de Amberes con Venecia, emporios comerciales ambas, umbilicalmente unidas dos veces al año por barcos en que viajaban cuadros y pintores. "La pintura de la una no se puede comprender sin la otra; Rubens sin Tiziano", resume Giovanni Villa, comisario de la muestra.
La exposición se abre en el quattrocento (siglo XV), con un Retrato de Lionello d?Este realizado por Pisanello hacia 1441 que pasa por ser el primer retrato moderno de la historia de la pintura. Retratos había habido antes, muchos con los protagonistas presentados como donantes, pero Pisanello aisla por primera vez al personaje en busca de una afirmación del individuo. Esa imagen de perfil evocadora de la antigüedad clásica evoluciona en Flandes hacia la figura de tres cuartos, como se ve inmediatamente en el Retrato de Philippe de Croÿ dejado para la posteridad por Rogier Van der Weyden, composición recreada enseguida en el sur como muestra el Retrato de un hombre joven de Giovanni Bellini.
En esa misma sala primera, que por si sola justificaría la visita a la muestra, el espectador se encuentra con la sutilísima Santa Bárbara de Jan Van Eyck, joya entre las joyas, que todavía hoy sigue dando sorpresas y satisfacciones. Durante mucho tiempo tenida con razón por una obra inconclusa, las últimas investigaciones llevan a considerarla como pieza concebida para ser vista como hoy se contempla, con una intensa demanda de atención a sus infinitos detalles. Un portento analítico.
Declive veneciano
Maestros venecianos y flamencos se alarga en el espacio y en el tiempo hasta concluir con la sala dedicada al crepúsculo de la Serenísima, cuando Venecia ya sólo es sombra de lo que fue. Si Canaletto, pintor por antonomasia de la ciudad y triunfador en su tiempo, muestra el lado más atractivo y brillante de una fábrica urbana única, Francesco Guardi, pobre, no reconocido en vida pese a ser más original e inventivo que Canaletto, responde, justo al lado, con el retrato de una ciudad ya decrépita, en descomposición y tomada casi por lo que hoy podríamos llamar okupas. La decadencia de un tiempo y una sociedad quedan reflejados por Pietro Longhi en El Ridotto (Mascaras venecianas), una escena de juego y molicie, engaño y placer recogida en el casino homónimo de aquel siglo XVIII libertino que fue el de la gloria de Casanova y el del estertor de la República.
La despedida melancólica que al espectador ofrece Longhi, como un sic transit gloria mundi de una sociedad inconsciente de su perdición, pone en perspectiva los brillos y momentos exultantes de forma y color vistos previamente con ojos de Bellini, Tiziano, Patinir, Rubens y tantos otros.
Babelia
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