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El Museo Thyssen no devolverá el 'pissarro' expoliado por los nazis

Un tribunal desestima la demanda de una familia judía que pretendía recuperar su cuadro

Miguel Ángel García Vega
El cuadro 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia' (1897), que reclama la familia Cassirer y que forma parte de la colección del Museo Thyssen-Bornemisza.
El cuadro 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia' (1897), que reclama la familia Cassirer y que forma parte de la colección del Museo Thyssen-Bornemisza.CRISTÓBAL MANUEL

El Museo Thyssen-Bornemisza parece que ha ganado la batalla final. Tras diez años de litigio, un juez federal de Los Ángeles ha desestimado una demanda que pretendía recuperar una pintura del maestro impresionista Camille Pissarro, Rue St. Honoré, aprés-midi. Effet de pluie (Calle St. Honoré por la tarde. Efecto de lluvia), que desde finales de 1992 cuelga en las paredes de la institución madrileña.

La obra, fechada en 1897, perteneció en su día a Lilly Cassirer, una acaudalada mujer judía que se vio obligada a desprenderse de la tela en 1939 por una cantidad ínfima (360 dólares) para conseguir un visado que la sacara del país y huir de una muerte casi segura en algún campo de concentración nazi.

El cuadro fue adquirido en 1976 por el Barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza y casi tres décadas después, en 2000, fue descubierto por casualidad en la primera planta del museo por Claude Cassirer, nieto de Lilly. Cinco años más tarde, la familia demandaba en los tribunales californianos a España y al museo exigiendo su restitución. Entonces, contaron su historia.

Detalle del cuadro 'Calle St. Honoré por la tarde. Efecto de lluvia', de Pissarro.
Detalle del cuadro 'Calle St. Honoré por la tarde. Efecto de lluvia', de Pissarro.

Tras la guerra, así lo explicó la agencia EFE en su día, Lilly Cassirer reclamó por vía judicial la obra de Pissarro y en 1958 el Gobierno federal alemán la reconoció como su propietaria legal y le entregó una compensación de 120.000 marcos.

Hasta 2002, en California, siguiendo el relato que difundió la agencia española, la ley establecía la prescripción de supuestos delitos relacionados con obras artísticas en tres años desde el hallazgo de la pieza y, a partir de ese año, se cambió la norma para los supuestos que guardaban relación con el Holocausto, de tal forma que se amplió el plazo hasta el final de 2010. Ese año, la Corte Novena del Circuito Federal de Apelaciones en California consideró que dicho Estado se había extralimitado al legislar un asunto vinculado con las relaciones internacionales, algo que es competencia exclusiva de la autoridad federal. En 2011, los cargos contra España se desestimaron. Antes, en septiembre de 2010, había fallecido, a los 89 años, Claude Cassirer, quedando la reclamación en manos de sus herederos. Sobre todo, David y Ava Cassirer. A lo que se sumó el apoyo económico de la United Jewish Federation del condado de San Diego. No hay que olvidar que un litigio de estas características puede superar en costes legales el millón de dólares. Sin embargo, la disputa merece la pena en lo moral y en lo económico. El pissarro está asegurado en unos nueve millones de euros, pero dada la bonanza del mercado del arte es bastante fácil que en subasta duplique ese precio.

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En 2013, en una sentencia inesperada, el caso se reabrió y volvió a ponerse sobre la mesa. Ahora el juez estadounidense John F. Walter hace suyas casi todas las alegaciones que en su tiempo presentaron los representantes legales del Museo Thyssen-Bornemisza, que básicamente se fundamentan en que Lilly ya fue compensada en su día por el Estado alemán con 120.000 marcos y que este caso debe dirimirse bajo la legislación y los tribunales españoles. Estados Unidos no puede ser un juez universal.

De todas formas, Evelio Acevedo, gerente de la Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, ha contado en The New York Times que el museo está estudiando algún tipo de “reconocimiento moral” de las circunstancias en las que la obra fue expoliada (algo que nadie discute). La opción podría ser una placa próxima al cuadro que explique el origen y la triste historia de la pieza.

Pese a que las posibilidades de recuperar el cuadro son casi nulas, la familia Cassirer ha comentado que recurrirá la sentencia. En declaraciones al rotativo estadounidense, Laura Brill, abogada de los demandantes, sostiene que “los museos y los gobiernos de todo el mundo reconocen la necesidad de devolver el arte expoliado por los nazis a sus legítimos dueños”. Y añade: “Aquí nadie discute que el pissarro era propiedad de los Cassirer hasta que fue robado por los nazis en 1939”. Argumentos que no han servido para poner en duda que realmente la legítima propiedad de la obra corresponde a la Fundación Thyssen. El pissarro se queda en España.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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