‘La noche de la iguana’ como canto a la resiliencia y el impulso de tirar para adelante
Carlota Subirós monta la obra de Tennessee Williams en el TNC con la vista en la actualidad y atención a elementos que dejó de lado el cine
El título La noche de la iguana es para mucha gente inseparable del pulso entre Richard Burton y Ava Garner, como el alcoholizado reverendo Shannon en crisis y Maxine, la dueña de un hotelito en la costa mexicana, en el celebrado filme de John Huston de 1964 (sin olvidar que en la película salían Deborah Kerr como la rígida Hannah y Sue Lyon como una nueva Lolita, Charlotte, dos años después de la de Kubrick). Pero la obra teatral homónima de Tennessee Williams en que estaba basado el filme es, pese a la fama de este, mucho más. Lo subraya la directora Carlota Subirós que estrena el jueves 11 (hasta el 28 de marzo) en la sala principal del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) de Barcelona su montaje en catalán, el primero, de la pieza. La nit de la iguana, traducida por la propia Subirós, es una gran producción, desacostumbrada en estos tiempos de pandemia y penuria, que cuenta con 12 actores y actrices y una escenografía realmente espectacular (de Max Glaenzel) que representa la terraza del hotel suspendida entre el mar y la selva. La directora ha montado la obra de Williams con un ojo puesto en la actualidad y prestando atención a aspectos del texto original que la película obvió o abordó superficialmente. Además, a diferencia del filme, en sobrio blanco y negro, el espectáculo es, claro, en “estridente” color.
“Es una obra aparentemente muy popular, pero en realidad una gran desconocida”, subrayó al presentar el espectáculo el director del TNC, Xavier Albertí. “Todos conocemos la película, pero pocos la profundidad filosófica y teatral de la pieza de Tennessee Williams, que habla de náufragos de la vida, de personas que se reinventan, y posee un último acto que es filosofía estoica de superación en vena”. Para Albertí, en estos momentos, con su énfasis en seguir adelante, es una obra “más significativa, iluminadora y necesaria que nunca”. Por no hablar de la metáfora de la iguana atada a un poste.
Es la segunda vez que Subirós se enfrenta a un texto del dramaturgo estadounidense en el TNC, donde ya montó hace ocho años La rosa tatuada -obra que Williams escribió precisamente durante una estancia en Barcelona-. La directora ha recordado la primera vez que vio la película, de adolescente, con su padre (el filósofo Pep Subirós) y la fuerza que transmitía. Ha subrayado que los personajes de la obra teatral “son gente muy maltratada por la vida, supervivientes, en momentos muy difíciles, que ponen humor, rabia o deseo en su impulso por seguir viviendo”. Según Carlota Subirós, esos personajes “celebran la vida y tiran para adelante”. Ese impulso para encontrar la manera de vivir más allá de la desesperación y la caída libre en la autodestrucción le parece el punto fundamental de una pieza que reivindica “la resistencia, la supervivencia y la resiliencia, a pesar de los pesares”.
Para la directora, el propio trabajo de montar el espectáculo “es una celebración en unos momentos tan difíciles”. En ese sentido, ha recalcado la necesidad de “defender el territorio” del teatro y la importancia de seguir fabulando”. Ha recordado que la obra transcurre en el corazón de México, en un hotel decadente junto a la selva y la playa que reverberan y palpitan, un cul de sac en el que se encuentran esos náufragos de la vida que no aceptan la derrota. Los principales son Shannon (Joan Carreras), el sacerdote reconvertido en guía turístico, con su tormenta espiritual, crisis de fe y afán de trascendencia; Maxine (Nora Navas), la viuda dueña del hotel, con su sexualidad y sus deseos, la pintora Hanna (Màrcia Cisteró), con su sabiduría, su esfuerzo ascético para no sucumbir a la carne ni a la derrota, y que es el personaje “más desconocido y al que la obra teatral revela”; y Nonno (Lluís Soler), su abuelo poeta, centenario y moribundo, obsesionado con un último poema. Para la directora hay un quinto personaje principal que es el contexto, el paisaje, el hotel Costa Verde, ese universo oscuro y enigmático que late bajo la superficie.
Subirós ha devuelto presencia en su montaje a otros personajes muy secundarios o anecdóticos en el filme y les ha dado “un universo propio”, los nadadores mexicanos (que en el espectáculo se interpretan innovadoramente desde técnicas de clown y danza), y la familia de turistas alemanes (el padre es un empresario de la industria del armamento). “La película obviaba las referencias a la Segunda Guerra Mundial”, ha explicado. “Nosotros devolvemos la función a la fecha en que transcurre la obra original, 1940”. En la pieza, los alemanes, los Fahrenkopf, que no son los Trapp, precisamente, celebran los bombardeos y las victorias nazis. Destacar que a frau Fahrenkopf la encarna la mezzosoprano Claudia Schneider, habitual del recordado Carles Santos. “La obra pasa mientras el mundo se abisma en un escenario que guarda paralelismos con la actualidad, cuando estamos a la espera de ver qué pasa con la ultraderecha en las elecciones catalanas”, ha dicho en alusión a Vox. El turismo es otro tema muy de hoy presente en la obra y que Subirós ha recalcado.
Una hora menos, por la covid
La adaptación ha requerido cortar mucho para dejar la representación en dos horas (la obra suele durar tres) y adaptarse e la normativa anticovid que obliga a que no haya entreactos. “Me ha dolido dejar fuera algunas cosas, pero la esencia se mantiene”. También es verdad que los tempos teatrales han cambiado mucho y en el original había reiteraciones que hoy no son necesarias”.
Carreras y Navas han señalado ambos las “evidentes” diferencias con Burton y Ava Garner. “Si me tuviera que comparar con ella sería muy infeliz”, ha bromeado la actriz catalana, que ha recordado que en el teatro en Broadway el personaje lo interpretó ¡Bette Davis!
Babelia
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