De cómo París volvió a robar la idea del arte
La restauración del Pompidou y el Grand Palais apunta a un mayor peso de la ciudad, donde invierten cada vez más galerías, fundaciones y marcas de lujo, en la Europa posterior al Brexit
¿Volverá a convertirse París en la capital artística que ya fue en los tiempos de las vanguardias? En el microcosmos del arte francés reina un optimismo inédito, a medida que se acumulan las buenas noticias para la ciudad y que el Brexit crea un contexto favorable para sus ambiciones. El paisaje museístico se encuentra en plena transformación. A las renovaciones inminentes del Centro Pompidou y del Grand Palais, anunciadas en las últimas semanas, se les sumará la inauguración de la Colección Pinault, que ocupará la antigua Bolsa de Comercio, en el centro de la ciudad, tras la intervención del arquitecto japonés Tadao Ando. El edificio, cuya inauguración estaba prevista para enero y ha quedado aplazada sin fecha fija, exhibirá parte de un conjunto de 10.000 obras pertenecientes al millonario François Pinault, dueño de firmas como Gucci o Saint Laurent. Se integrará a una concentración de fundaciones privadas en la que ya figuran grupos de lujo como Louis Vuitton, Galerías Lafayette o Cartier, que se dispone a abrir una segunda sede pegada al Louvre en 2024, a tiempo para los Juegos Olímpicos de París.
La entrada en vigor del Brexit favorece los intereses de la capital francesa frente a los de Londres, que hasta 2019 acumulaba más del 60% de las transacciones comerciales en el sector del arte en Europa. “El Londres del Brexit pierde atractivo para los artistas, por razones culturales y políticas. La salida del Reino Unido ha debilitado a Europa en su conjunto, pero puede favorecer a algunos países”, insinuaba ayer el presidente del Centro Pompidou, Serge Lasvignes, en conversación telefónica. Entre ellos se encuentra Francia y su capital, que aspira a potenciar su oferta artística ante esta nueva coyuntura. En otoño de 2023, el Centro Pompidou echará el cierre durante tres años para emprender “una renovación total” de su edificio, dotada en 200 millones de euros, que le permitirá eliminar el amianto de su estructura, cambiar los ascensores, adecuarse a las normas de seguridad en vigor y encarar este futuro radiante con un lavado de cara. Volverá a abrir en 2027, en ocasión de su 50º aniversario.
“Cuando se inauguró en 1977, el Pompidou era un edificio futurista, pero desde entonces casi no se ha intervenido en él. El museo ha envejecido y eso genera problemas de seguridad, para los visitantes y para la colección, y también de sostenibilidad. Cuando acaben las obras, ahorraremos un 40% en energía eléctrica”, precisa Lasvignes, partidario de prácticas más ecorresponsables, como limitar los préstamos que llegan de lejos “si no son cruciales para la calidad de una muestra”. En su interior ya se detecta ese giro ecológico: la artista Hito Steyerl, invitada a exponer en el Pompidou esta primavera, ha decidido reutilizar la escenografía de la muestra anterior, que protagonizó el fallecido Christo, en lugar de crear una nueva para la ocasión.
El Grand Palais también acaba de iniciar un largo proceso de renovación que terminará en 2024 y que cuenta con un presupuesto de 466 millones de euros. El plan inicial pretendía remodelar la totalidad de su superficie para crear un macromuseo de perfil pluridisciplinar. Ante el coste desmedido del proyecto, el Ministerio de Cultura francés lo acabó considerando “demasiado faraónico” y reduciendo su amplitud hace unas semanas. Más que una transformación integral, será una restauración al uso. Su presidente, Chris Dercon, que dirigió la Tate Modern en Londres, parece sentirse aliviado por el cambio. “No quería ser responsable de un presupuesto descontrolado o de un calendario imposible de respetar. Era un proyecto propio de un periodo en el que no nos hacíamos las preguntas adecuadas en materia de sostenibilidad”, respondía ayer Dercon, que ahora sueña con otro tipo de expansiones para el centro que dirige. Para él, ampliar un museo del siglo XXI supone “contestar a las preguntas para las que Google no tiene respuesta”.
Nacido en Bélgica y con una amplia trayectoria en Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania, Dercon representa la internacionalización creciente que vive esos días la capital francesa, en la que también participan otros responsables de grandes instituciones parisienses, como el británico Simon Baker, director de la Maison Européenne de la Photographie, o la española Miren Arzalluz, al frente del Palais Galliera. Hace solo tres años no había ningún extranjero, exceptuando a Marta Gili en el Jeu de Paume. “Además, una nueva generación que creció en un entorno muy internacional empieza a acceder a cargos de responsabilidad en los museos, mientras que la periferia de París se llena de residencias y talleres de artistas llegados de África o de China”, apunta Dercon sobre la actividad detectada en la banlieue, en la que ya hace años que se fijan fundaciones y galerías. El presidente del Grand Palais ve cómo aparece en la ciudad “un nuevo espacio de cooperación, un diálogo entre sectores, una permeabilidad nueva de las instituciones”. En ella también participan las marcas de moda francesas, que suelen preferir promover iniciativas en París antes que en otras capitales. Chanel, que tradicionalmente organiza sus desfiles en el Grand Palais, participará en esta fastuosa restauración con una dotación de 25 millones de euros.
Puentes con la moda
Los puentes existentes entre el sector del lujo y el del arte, un vector fundamental para las industrias culturales ante la liquidez menguante de las instituciones públicas, se multiplican desde hace años en la capital francesa. El artista Kenny Scharf, surgido de la escena neoyorquina de la que formaron parte Basquiat o Keith Haring y resucitado gracias a su reciente colaboración con Dior, protagoniza la primera muestra del espacio que la galerista Almine Rech acaba de inaugurar en París, el segundo que abre en la capital francesa. “La ciudad nunca ha perdido su estatus y su importancia, pero los ha ido reforzando en los últimos años”, afirmaba ayer Rech, que también cuenta con sedes en Bruselas y en Londres. “De momento, mantendré abierta mi galería londinense. La capital británica seguirá siendo importante. Sobre todo, si encuentra soluciones interesantes en materia de comercio internacional. Pero sí que se está produciendo un reequilibrio…”, advierte Rech. Hasta hace unas semanas, el Reino Unido se beneficiaba por contar con la tasa impositiva más baja del continente para las obras de arte, para las que el IVA era solo del 5%. Desde el 1 de enero, sin embargo, galeristas y coleccionistas se encuentran con nuevos obstáculos fiscales para realizar cualquier importación o exportación. La burocracia ralentiza los envíos y las tasas de aduana aumentan desde que el Reino Unido salió del mercado común. A la espera de la entrada en vigor de una posible fiscalidad adaptada para las industrias creativas, por la que abogan muchos agentes del sector, las galerías internacionales prefieren reforzar su presencia en París. En especial, en la lujosa Avenida Matignon, arteria comercial perpendicular a los Campos Elíseos donde no dejan de abrir nuevas salas.
Tras la llegada de la propia Rech y de la muy londinense White Cube, ligada al ascenso de los Young British Artists, el galerista Emmanuel Perrotin también ultima la apertura de un espacio de cinco plantas de cara a la primavera y la casa de subastas Sotheby’s piensa instalar allí su nueva sede a partir de 2023. Otros nombres de envergadura, como Pace o Hauser & Wirth, llevan meses buscando local en la capital francesa, según la prensa especializada. Por su parte, Galleria Continua acaba de inaugurar, de la mano del estelar fotógrafo JR, un nuevo espacio en el barrio del Marais, punto de máxima concentración de galerías que también escogió el alemán David Zwirner, siempre situado en las primeras posiciones de las listas de personalidades más poderosas del arte, para implantar su primera sede en París, en 2019. “Yo soy europeo y quiero tener una galería europea”, justificó entonces, dejando claro que la que posee en Londres dejaría de merecer ese epíteto. Mientras tanto, la veterana galerista Marian Goodman, otro de los nombres más destacados del mundo del arte contemporáneo, decidió cerrar en diciembre su espacio en la capital británica “por la incertidumbre de la crisis sanitaria y el Brexit”. El que tiene en el Marais parisiense, en cambio, sigue abierto.
Babelia
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