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El inmaduro
Columna
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Amor a Kafka

Querido Franz, no sabemos quién fuiste, pero estamos todos enamorados de ti

Manuel Vilas
El escritor Franz Kafka alrededor de 1905.
El escritor Franz Kafka alrededor de 1905.Getty Images

Me he pasado la vida leyendo libros sobre ti, querido Franz Kafka. Ahora mismo estoy viajando a Italia con el último libro que se ha editado sobre ti en la mano. A la gente, a los historiadores, a los intelectuales, les obsesiona tu paso por el mundo y necesitan escribir interpretaciones sobre tus inacabadas, insensatas novelas. El libro que llevo en la mano mientras paso los controles de seguridad del aeropuerto Adolfo Suárez lo ha escrito Benjamin Balint y se titula El último proceso de Kafka y yo lo devoro con amor porque habla de ti. Lo leo kafkianamente, pues mientras paso las páginas miro en mi teléfono móvil el implacable avance del coronavirus sobre Italia. Yo viajo, menos mal, a Roma, y el coronavirus se pasea por el norte, por la Lombardía y por el Véneto. Parece que regresa la Edad Media. Que retorna la maldición de la antigua peste. Ahora mismo el mundo contempla un combate entre Dante y Kafka.

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Querido Franz, no sabemos quién fuiste, pero estamos todos enamorados de ti. Nos hubiera gustado tanto conocerte, estrecharte la mano, mirarte a los ojos, que nos dijeras una palabra pensada solo para uno de nosotros. Todo cuanto escribiste nos conduce a ti, al enigma de tu vida. Mientras el coronavirus ataca Venecia, Balint me cuenta lo que ha pasado con tus manuscritos, todos tus papeles, que quedaron bajo la custodia de tu gran amigo Max Brod. Sin embargo, pese a tantas páginas que se escriben sobre ti, echo de menos que alguien, más osado, se atreviera a escribir un ensayo de ficción, una biografía alternativa, en donde no contrajeras la tuberculosis (que fue el coronavirus de los años veinte del siglo pasado), en donde lograras escapar de la Alemania nazi y te exiliaras en Nueva York, y te casaras allí con una americana, y luego te divorciaras, y regresaras, acabada la segunda guerra mundial, a Praga y allí lucharas contra el estalinismo, y luego te instalases en París, y en el 58, más o menos, te dieran el Premio Nobel, que rechazarías o aceptarías (aquí no sé qué inventarme).

Y te imagino visitando Madrid en 1961 y yendo a ver a Vicente Aleixandre, a su casa de la calle Velintonia, y luego sueño que mueres en Londres en 1965. Si esa hubiera sido tu vida, entonces Esther Hoffe, la amante de tu amigo Max Brod, no hubiera vendido el manuscrito de El proceso por dos millones de dólares. El valor de las cosas es un misterio que abordaste en tus novelas. La peste está llegando a Europa y como siempre viene de Oriente. Yo embarco ahora mismo con el libro de Balint en la mano. Le pregunto a la azafata si van a cerrar el espacio aéreo italiano. Dice que no, al menos de momento. Noto la presencia de Dante. El mundo siempre fue de Dante y de Kafka. Yo me quedo con Kafka, mi ángel de la guarda.

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