Espiritismo en pandemia

La película más chula del año es de terror y va sobre la pandemia. Tiene todo el sentido. Y entiéndase el adjetivo “chula” con la acepción más cotidiana y coloquial de la palabra, la de bonita y graciosa, la de estilosa y, perdón por la expresión, guay. La británica Host, dirigida por el casi novel Rob Savage, rodada con la eclosión del coronavirus en nuestras cabezas y ambientada durante la etapa más dura del confinamiento, adopta la fórmula narrativa de títulos como Open Windows, Searching y, sobre todo, el dueto formado por Eliminado y Eliminado: Dark Web: historias en tiempo real con el punto de vista único de la pantalla de un ordenador, luego multiplicado en varios minipuntos con sucesivas ventanas que se abren y se cierran. Aquí, en menos de una hora, una de las múltiples sesiones de Zoom entre amigas, como diversión en los hogares ante la imposibilidad de salir al exterior. Aunque con un añadido: una reunión cibernética con el travieso y peligroso objetivo de una sesión de espiritismo.

Con la guía de una médium profesional, primero entre las risas y el cachondeo, después con el pavor en el cuerpo tras los sucesivos hechos sobrenaturales acaecidos en cada una de las casas de las chicas, Host se desarrolla con un tono de enorme cotidianidad en el que cabe el dolor, pero también las carcajadas nerviosas. Las de sus protagonistas y las del espectador. Y lo mejor de esta obra posibilista y fantástica es que el terror esté, cadencia perfecta en montaje, no tanto en el plano de la presencia espectral como en el contraplano de sus mujeres, sufriendo, gozando, riendo, llorando, sobresaltándose y temblando, todas ellas actrices sin renombre que ejemplifican lo que debe ser una interpretación de rostro en primer plano.

Cuando el miedo habita dentro de tu hogar y la amenaza de la peste está en el exterior, no hay escapatoria.