Vida de laboratorio

Reivindicar a Marie Curie como icono feminista no es nada demasiado original. Aunque eso es casi lo de menos ante una película convencional, teñida de una épica superficial y sobre todo bastante insulsa sobre la decubridora junto su marido, Pierre Curie, del radio y el polonio. Dirigida por la autora franco-iraní Marjane Satrapi, la película esta basada en la novela gráfica de la estadounidense Lauren Redniss Radioactive. Marie And Pierre Curie. A Tale Of Love And Fallout. Según Satrapi su película es un retrato muy fiel y muy documentado en las cartas personales de una científica pionera y dos veces Premio Nobel. Sea como sea, todo muy mascado en unos diálogos que parecen hechos para ilustrar un biopic digno de la Wikipedia.

La británica Rosamund Pike interpreta a una Curie cuya rebeldía se traduce en un gesto tan tenso como intenso. Demasiado nerviosa y soberbia, es una mujer que no acepta el ninguneo de los hombres ni en la academia ni en su casa. Obsesionada con sus investigaciones, la película también la muestra un poquito obsesiva compulsiva cuando le da por recoger la casa. Un personaje de laboratorio al que no le basta aullar desesperada por la muerte de su marido para hacernos ver que es humana.

Con saltos en el tiempo para que el espectador asista a una clase de buenas y malas prácticas de la radiactividad, la película se pierde en una mecánica escolar de empollón de clase de historia. Satrapi, por ejemplo, recoge y desaprovecha la conexión de los Curie con la gran Loïe Fuller, a quien el Pabellón de la Electricidad de la Exposición Universal de París de 1900 le hizo idear sus alas luminosas, objeto mágico de algunas de las coreografías más brillantes y visionarias de la historia. Una artista total, además de científica e inventora, que aquí solo queda como un bonito cromo dentro de un álbum de lugares comunes incapaces de volar por encima de los hechos que se enuncian.