Inmune a la poética de la sirena urbana
La historia debe de ser tan metafórica como lírica, pero me deja en plan témpano
Imagino que la cinefilia busca desesperadamente tablas de náufrago, su ansia de descubrimientos venturosos en las enmascaradas, bastante solas y condicionadas salas de cine. A falta de los productos estrepitosos, espectaculares, con tirón comercial o primorosos que las majors han guardado con siete llaves hasta que se largue la peste y se cumplan los milimétricos cálculos de su gran negocio, los espectadores deben recurrir a las películas que exhiben heroicamente las pequeñas distribuidoras, cine independiente, con pretensiones de autoría o de vanguardia, documentales, esas cosas. Ojalá que ese público encuentre perlas. A mí me cuesta trabajo en estos tiempos aciagos, mi búsqueda es casi siempre infructuosa.
Me recomiendan que vea la película alemana Ondina, avalada por premios en los festivales, lo cual no supone ninguna garantía para mis plebeyos gustos. Y es una cinematografía, la alemana, a la que le debo escasas satisfacciones. Los grandes directores de esa nacionalidad tuvieron que salir corriendo (la mayoría eran judíos) o por vocación hacia Hollywood, que les ofrecía infinitos medios para desarrollar su talento. Hablo de Murnau, Lang, Lubitsch, Siodmak, cuyas obras alcanzarían el clasicismo. Pero nunca me entusiasmó el pretendidamente revolucionario nuevo cine alemán. Wenders me interesó en sus deslumbrantes principios. También alguna película de Herzog. Pero se agotaron muy pronto. El resto de su larga filmografía me ha provocado notable tedio.
Entre los directores actuales del cine alemán, Christian Petzold realizó la atractiva y en algunos momentos fascinante Bárbara. También me descubrió en ella a la excelente actriz Nina Hoss. Otras películas suyas como Phoenix y En tránsito me cuesta recordarlas. Ondina parte de una mitología nórdica que desconozco, la de una romántica y amorosa sirena de agua dulce condenada a la infelicidad. Aquí la encarna una señora que explica a los turistas el desarrollo urbano de Berlín (ciudad en la que he pasado bastante tiempo y que me place mucho) pero me resultan agotadoras las largas explicaciones que ofrece la guía sobre su nueva arquitectura. Resulta que la dama ha sido traicionada y abandonada por su último novio, al que esta asegura que lo matará si no regresa. Y ahí empieza un lío de personajes y sensaciones que no sé si es onírico o real. Como soy un poco lerdo, necesito que me expliquen con claridad las cosas. No me basta con la etérea magia ni en los cuentos de hadas. Si no comprendo lo que me están contando, me largo de la historia. Y nunca considero que la culpa sea mía, de mi poca capacidad de entendimiento, sino de que el director no se explica bien.
La nueva y apasionada aventura amorosa de la sirena urbana con un buzo industrial debe de ser tan metafórica como lírica, pero me deja en plan témpano. Leo extractos de las reseñas que se han escrito sobre Ondina en la prensa nacional e internacional. Y son cantidad de laudatorias. Hablan de su hipnosis, su fascinación, su originalidad. Al parecer, es un thriller sobrenatural, una fantasía atípica y poética, les recuerda a Romeo y Julieta. Pues celebro que entusiasme tanto a los críticos. Yo, es que no me entero de nada.
ONDINA
Dirección: Christian Petzold.
Intérpretes: Paula Beer, Franz Rogowski, Maryam Zaree.
Género: 'thriller'. Alemania, 2020.
Duración: 91 minutos.
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