Andrés Marín baila desde maitines hasta completas
En ‘La vigilia perfecta’, pieza que estrena en la Bienal de Flamenco de Sevilla, el coreógrafo recorre La Cartuja durante todo el día coincidiendo con las horas litúrgicas
“Tengo 51 años y una cabeza peligrosa. Nunca he tenido miedo a experimentar, a enfrentar el flamenco a nuevos instrumentos y composiciones ajenas”. Así de claro lo tiene Andrés Marín, un bailaor y coreógrafo osado desde el inicio de su carrera que con el tiempo se autoimpone mayores retos. Tanto como para atreverse con el caballero de la triste figura (su D. Qixote abrió la Biennale d’Art Flamenco de París en 2017) y para plantear La divina comedia, con la que estaba previsto que se clausurara esta edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Pero llegó el coronavirus y truncó los ensayos del macroespectáculo en el que Marín llevaba trabajando seis meses y que iba a contar con colaboraciones de Rocío Molina, Antonio Canales, José Antonio o La Tremendita, entre otros. Y como no podía ser de otra forma, el bailaor ha buscado un nuevo desafío al que enfrentarse, esta vez con un equipo reducido, que le permitirá estar presente en la Bienal: La vigilia perfecta, que se estrenará el 3 de octubre en La Cartuja, sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.
Con su nueva propuesta Andrés Marín está decidido a contestarse una pregunta: “¿Qué puedo hacer en mi tiempo y con mi tiempo?”. Y lo hará a través de las ocho piezas que interpretará, coincidiendo con los tiempos litúrgicos, en la cartuja de Santa María de las Cuevas, junto a los mismos muros en los que tantas veces resonaron los cánticos de los monjes desde maitines hasta completas. En esos escenarios de contemplación, pero también en espacios de duro trabajo, como las huertas que los cartujos cultivaban para su propio sustento o ante las altas chimeneas en las que trasegaban los operarios de la fábrica de cerámica que ocupó el conjunto en 1839 tras la desamortización, interpretará ocho fragmentos de danza. Lo hará entre las seis de la mañana, que bailará Maitines en el claustrillo, y las nueve de la noche, cuando ofrecerá Completas ya ante el público: 250 personas acomodadas al aire libre en el callejón de legos.
Esta última pieza -uno de los siete espectáculos que la Bienal retransmitirá en streaming para consolar a los aficionados extranjeros que este año no han podido acudir a la cita a causa de la pandemia- será una síntesis de unos 60 minutos de las siete micropiezas –de entre 8 y 10 minutos cada una– que Marín interpretará sin público a lo largo del día en distintos espacios del conjunto monumental y que también se ofrecerán en directo a través el canal de YouTube de la Bienal de Flamenco (www.youtube.com/user/labienal). Las conexiones serán a las 6.00, 7.30, 9.00, 11.00, 13.00, 16.00, 19.00 y terminarán a las 21.00 con el espectáculo ante el público.
“La vigilia perfecta habla del tiempo, el hombre y el trabajo en horarios monásticos con un lenguaje flamenco, pero con elementos ajenos como el saxo solista de Alfonso Padilla, que interpretará piezas de Luciano Berio, Giacinto Scelsi y José María Sánchez Verdú. Son obras contemporáneas compuestas como solos en las que, sin embargo, el compás entra bien. Padilla viene con cinco saxofones distintos”, explica el bailaor sevillano durante uno de los ensayos en La Cartuja mientras el artista plástico José Miguel Pereñíguez le coloca un singular capirote, uno de los artilugios que ha creado para el montaje.
“Es la deconstrucción de un capirote, pero también un tocado que emula la altura de las chimeneas de La Cartuja. Estoy acostumbrado a crear objetos sobre una idea de cierta funcionalidad, pero como al final son obras que se exponen no existe una colisión entre lo funcional y lo estético. Sin embargo, aquí tengo que hacer algo que funcione de verdad, que no se caiga, que sea ligero… Y esas cosas me tienen obsesionado”, desvela Pereñíguez (Sevilla, 42 años) mientras da al bailaor instrucciones precisas para colocarse el gorro.
Marín, que en producciones anteriores ha colaborado con artistas ajenos al flamenco como Blanca Li, Llorenç Barber, Pilar Albarracín o Laurent Berger, elaboró con Pereñíguez La jornada, una propuesta sobre el tiempo y el trabajo que no llegó a estrenarse y que ha servido de base para La vigilia perfecta cuando Antonio Zoido, director de la Bienal, le propuso presentar algo en un espacio singular en sustitución de La divina comedia.
“Lo que me gusta es el riesgo, hacer algo que se salga de los límites de mi comodidad y encontrar otro universo que me ofrezca estabilidad”, argumenta Marín. “Es como hacer de la vida la regla y de la regla la vida”, añade Pereñíguez, quien ha encontrado muchas referencias comunes con el bailaor que no tienen que ver con el flamenco. “Es muy bonita la idea de que el saxo suene en un espacio abierto, hay algo mágico cuando las notas se disuelven en el aire, que no se produce en un espacio cerrado cuando el sonido cae sobre los espectadores”, apunta Pereñíguez.
Marín, que desde que creó su propia compañía en 2002 con Más allá del tiempo es un asiduo a los grandes teatros y festivales de danza europeos, sigue pensando en el infierno, el purgatorio y el paraíso de Dante ahora más que nunca cuando tiene sus citas con la luz entre laudes y vísperas.
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