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“Quiero reivindicar el fado como una música curativa”

Ana Moura, que actúa hoy en el Teatro Real, prepara un disco “rompedor”

La cantante portuguesa de fados Ana Moura, en entrevista en Madrid en 2016
La cantante portuguesa de fados Ana Moura, en entrevista en Madrid en 2016Santi Burgos

Allá por 2012, cuando Ana Moura (Santarém, 1979) puso rumbo a Los Ángeles, muchos amantes de la música popular portuguesa pusieron el grito en el cielo. ¿Una fadista en la Costa Oeste? ¿Con músicos estadounidenses en el estudio y un productor, Larry Klein, habituado a trabajar con artistas tan poco tradicionales como Joni Mitchell, Herbie Hancock o Tracy Chapman? Pese a los recelos, la grabación resultante de aquella aventura, Desfado, acabó erigiéndose en el disco más vendido de la década en el país vecino. Y más impactante todavía: Carlos do Carmo, el más venerado y relevante de los fadistas tradicionales, terminó reconociendo que aquel álbum había “influido a toda una generación”. Él también, como tantos otros, se había llevado al principio las manos a la cabeza.

A Moura se le escapa una tímida risita al otro lado de la línea telefónica, desde su oficina lisboeta, mientras recuerda la anécdota. “Sí, algunas veces me he sentido artísticamente incomprendida. Unas cuantas”, recapitula. Pero ese rechazo la hermana en cierto modo con la figura seminal de Amália Rodrigues, el referente más universal del fado, de la que se conmemora este año el centenario de su nacimiento. Rodrigues es hoy una heroína nacional en Portugal, un estandarte indiscutible. “Pero no siempre fue así, ni siquiera para una cantante de su altura”, avisa Moura.

Nunca su voz tuvo tanto cuerpo ni su canto resultó tan doliente

La efeméride en torno a la Rainha do Fado sirve hoy como hilo conductor para la décima edición del Festival de Fado en Madrid, comprimido esta vez, dadas las pandémicas circunstancias, en tres actuaciones consecutivas. Abre boca a media tarde Fábia Rebordão, prima de la propia Amália, que a los 35 años parece su viva reencarnación por timbre de voz y parecido físico. Ya en la sala principal, Cuca Roseta prosigue con un espectáculo monográfico, Obrigada Amália. Y Moura, que confía en que no se repita en el Teatro Real una revuelta del público similar a la que boicoteó la representación de Un Ballo in Maschera por el incumplimiento de la distancia de seguridad entre espectadores, asume el colofón alternando repertorio propio con el de la homenajeada. Siempre de la Amália más madura, en torno a sus 50 años. “Nunca su voz tuvo tanto cuerpo ni su canto resultó tan doliente”.

No habrá todavía ocasión de conocer el nuevo repertorio que Moura ha ido ultimando durante el confinamiento y que en pocos meses pondrá fin a un silencio discográfico de casi cinco años. “Será algo diferente, definitivamente rompedor”, avisa. “Nunca he creído en la existencia de fronteras para el fado. Yo soy fadista, es una condición inherente que no se puede reprimir. Aflora cualquiera que sea el origen del repertorio que interprete. Pero necesito seguir motivándome constantemente. Soy una enamorada de la vida, pero descubrir nuevas músicas, sin líneas rojas, es lo que da sentido a mi vida”.

En el pasado, Ana Moura deslumbró con sus recreaciones heterodoxas de No Expectations (Rolling Stones) y la estremecedora A Case Of You, de Joni Mitchell. Ejerció también como compañera circunstancial de escenario de Mick Jagger y Prince, pero esta vez las versiones no serán el factor sorpresa. “Me propongo reivindicar el fado como una música curativa. Hay quien lo asocia con la nostalgia o la tristeza, pero ese es un tópico que nunca he dado por bueno. Al contrario: el fado tiene la virtud de que comprendamos y nos sintamos comprendidos”.

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