Alicia Maguiña, la voz del folclor popular peruano
Desde fines de los años 50, la cantautora se dedicó a poner en valor los géneros que en Lima eran vistos como propios de la servidumbre
Alicia Maguiña Málaga, cantautora y estudiosa del folclore peruano costeño y andino, un referente de la cultura del siglo XX, ha fallecido la madrugada del lunes en un hospital público de Lima, a los 81 años, luego de ser internada a causa de un derrame cerebral. Las fotos en blanco y negro de sus primeros años como intérprete y compositora, a fines de la década del 50, prueban que la artista se abrió paso en ambientes predominantemente masculinos, los de la música criolla, afroperuana, y luego andina. Pero también enfrentó barreras de discriminación social y racial al cultivar géneros musicales poco valorados o rechazados de plano por la clase media y alta de la capital durante décadas.
La artista era hija de un juez y de un ama de casa que tocaba guitarra flamenca, según documentó el programa de televisión Sucedió en el Perú, y desde niña ―cuando descubrió los valses peruanos en la radio y las melancólicas canciones en quechua de las trabajadoras del hogar― supo que quería dedicar su vida a la música. Se mantuvo en esa ley hasta los 77 años, conduciendo el programa ‘La hora de Alicia Maguiña’ en la emisora estatal Radio Nacional dos veces por semana, y como profesora de baile de marinera limeña, una de sus especialidades.
Maguiña recibió en 2011 la máxima condecoración que entrega el Estado peruano, la orden del sol en el grado de gran oficial, por su destacada trayectoria como compositora y cantante. Además, en 2014, la Escuela Nacional de Folklore le otorgó el grado de Amauta (gran maestro o sabio, en quechua) por su “valioso aporte al desarrollo de la cultura y folclor nacional”.
Compuso su primer vals a los 16 años, llamado Inocente amor y su tema más conocido, Indio (de 1963), ha sido interpretado por los cantantes peruanos de música criolla más encumbrados. La letra, de solo 18 versos, es un canto de indignación contra el maltrato a los indígenas en su país y su esperanza en que la situación cambie.
La artista estuvo casada por pocos años con Eduardo Bryce Echenique, hermano del novelista Alfredo Bryce, y tuvo dos hijos. Su segundo matrimonio fue en 1968, con el guitarrista Carlos Hayre, con quien vivió durante 26 años. “Nos miraban con burla”, ha contado Maguiña acerca de esa relación, debido a que ella era una mujer blanca y divorciada, y él un artista afroperuano.
“Fue una mujer que desafió en más de un aspecto las convenciones de su tiempo. En primer lugar, su relación sentimental con Carlos Hayre, innovador guitarrista y compositor afroperuano, no solo levantó polvo en la conservadora sociedad limeña, sino tuvo como consecuencia una rica producción discográfica, fundamental en la renovación de lo criollo, la música tradicional costeña-”, comenta Jorge Olazo, percusionista de la banda peruana Bareto y profesor de música. “Su obra, como compositora e intérprete, abarca tanto la tradición costeña ―era una férrea defensora de la marinera limeña― como la música andina, especialmente la música del Valle del Mantaro (Andes del centro), cualidad muy escasa en un país que, a mediados del siglo pasado, mantenía estas tradiciones en extremos opuestos del gusto popular”, añade Olazo.
El músico destaca como clásicos de la música peruana los discos Alicia y Carlos y La voz de la tierra, que incluyen ambas tradiciones: la costeña y andina. “Tuve la suerte de ver a Maguiña participando en la Fiesta de la Virgen de Cocharcas en Sapallanga, cerca a Huancayo (Valle del Mantaro): era cargada en un anda como la misma virgen, en medio del recorrido de la procesión, para cantarle a la imagen divina en el momento cumbre”, recuerda el guitarrista, acerca de una tradición que la artista cultivó por 30 años hasta 2014. Participaba en esa festividad ataviada como colla de la virgen, es decir, el personaje que representa a la esposa del inca, y que canta y baila en la procesión. Esa fiesta es patrimonio cultural desde 2014.
Belleza y seriedad
“Creo que si ha tenido tanta influencia en el público que ha preferido su música se debe a las letras de sus canciones, era una mujer muy seria, profunda y cautelosa. Desde muy joven fue así, siempre supo lo que necesitaba para crear y lo fue aprendiendo toda su vida”, dice Martha Mifflin, directora de Radio Filarmonía y compañera de promoción de Maguiña en el colegio alemán Santa Úrsula, de Lima.
Mifflin destacó también la elegancia y sobriedad de la artista, un elemento que otros especialistas, como el antropólogo Rodrigo Montoya, también señalan en ella. “Tenía una manera de colocarse en el centro (del escenario) sin amaneramientos, se imponía solo por su calidad y por el respeto a la música”, describió Montoya en un programa de televisión.
En el programa Sucedió en el Perú, Maguiña remarcó el año pasado su afán por respetar el vestuario y los movimientos de las danzas tal cual se lo transmitían los principales maestros de cada género. “No entiendo la renuncia a la belleza”, afirmó la artista. La cantautora participó de circuitos en los que participaron otros referentes de la cultura como el intelectual afroperuano Nicomedes Santa Cruz y el antropólogo y escritor José María Arguedas, quien casi en simultáneo con Maguiña fue el puente de lo andino y lo costeño en Lima, aunque en la literatura.
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