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Perú late al ritmo criollo

Los centros sociales y culturales de Lima, nacidos en los años treinta, son los fortines de los valses y la polka

Rosa Guzmán en el Centro Social Musical Breña
Rosa Guzmán en el Centro Social Musical BreñaJ. F.

Los espacios de culto de la música criolla, los denominados centros sociales musicales, reúnen cada semana en Lima, la capital del país, a los mejores intérpretes de valses y polkas que siguen la herencia de Felipe Pinglo Alva, el mayor compositor del género. Por las noches, estos lugares sin rótulos y de escasa publicidad, convocan a público y músicos jóvenes y de la tercera edad para escuchar, bailar, cantar o tocar guitarras y cajón.

“A veces están aquí hasta las seis de la mañana, y les pregunto si sus esposas no estarán preocupadas. Pero así son los criollos, no pueden vivir sin su música, no se cansan”, asegura Eva Chávez, presidenta del Centro Social Musical El Tigre, y miembro de la directiva de la Asociación de Centros Culturales y Musicales del Perú (Acecum).

Los centros, creados por socios que aportan una cuota de inscripción y una mensualidad, existen desde 1935, según el periodista Alfredo Kato, que los conoció en el momento de mayor auge, en los setenta. Kato indica que el primer centro surgió en una casa frente al cine Conde de Lemos, en los Barrios Altos de Lima. “Lo fundaron tras la inesperada muerte del compositor Carlos Saco, autor del vals Cuando el indio llora. Entre los fundadores estaba Alejandro Ascoy [guitarrista del dúo musical La Limeñita y Ascoy]”, afirma.

El periodista destaca que tras la muerte del compositor Pinglo, varios músicos fundaron el Centro Social y Musical Pinglo en Barrios Altos: “Poco a poco fueron surgiendo [los centros musicales] Victoria, Giuffra, Callao, Unión, Barrios Altos, Rímac, Carlos Valderrama, entre otros”. La música en El Tigre comienza pasadas las once de la noche de los domingos cerca de la Escuela de Bellas Artes, en Barrios Altos, frente a una casa donde vivió Pinglo. “Este es en un local alquilado a una asociación deportiva, prefiero no cobrar entrada porque limita a quienes vienen”, explica la presidenta. Con la venta de bebidas y caucau —un plato de comida criolla— puede pagar la movilidad de los músicos. Para los cantantes no hay estipendio.

Los socios de los centros conocen los días y horarios de sus similares y disfrutan de las jaranas. Esta noche en El Tigre, agradece la presencia de socios del Centro Musical Callao y del Tipuani, uno de los más antiguos, que hace tres meses fue desalojado de su antiguo local. Están presentes también los intérpretes, primera y segunda guitarra, de la Asociación Casa de José Villalobos, otro destacado compositor. Los valses criollos cantan predominantemente al amor o al desamor, a las mujeres, y a las diferencias sociales en Perú. Las polkas, en cambio, son más festivas y menos sentimentales.

Los valses criollos cantan predominantemente al amor o al desamor, a las mujeres, y a las diferencias sociales en Perú

José Leturia, autor del libro Origen, ritmos y controversias de la música criolla, ha vuelto a Perú tras 13 años residiendo en Europa y asiste a El Tigre. “Mi padre administraba el centro Pinglo en Barrios Altos, y quiero potenciar aquí lo que he bebido desde niño en estos espacios. Veo que en solo tres años han desaparecido en Lima tres centros”, afirma.

El escritor destaca la trayectoria de El Tigre y el Centro Social Cultural Musical Breña. “El Breña se ha organizado mejor, con una mejor gestión están haciendo presentaciones [de producciones] de diferentes músicos”, señaló. La institución, una de las pocas con local propio, fue fundada en 1974 y abre los viernes por la noche.

En el Breña, el público paga al ingreso 4,2 dólares (15 soles) y mientras espera la música, consume papa rellena, escabeche de pollo y tamales. Hay mesas enteras de jóvenes y músicos de variadas edades. Un socio comenta que para quien asiste todos los viernes, sumarse a la institución es una ventaja porque no les cobran la entrada. “Necesita recomendación de un socio y una inscripción de 200 soles [42 dólares]”, explica.

Antonio Rossell, trabajador portuario jubilado de 80 años, vicepresidente de Acecum y socio del Centro Callao, lamenta el poco apoyo del Ministerio de Cultura. “La vida del centro musical es bonita, se goza, pero también es penosa. No todos los centros están iguales, hay personas que no pueden ni aportar cinco soles”, asegura.

El presidente de Acecum, Freddy Linares Hillpha, asegura que hay centros en Lima que no forman parte de la asociación: “No todos tienen constitución legal. Nuestra tarea es formalizar la institucionalidad. Los centros son los únicos fortines donde se sostiene la música criolla”, explica Linares.

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