La complicada vida de ‘Angie’, la balada más famosa de The Rolling Stones
Críticas feroces, problemas con los derechos de autor y compuesta en las peores condiciones. Se reedita ’Goats Head Soup’, el disco donde se incluye la célebre canción de los británicos
“Este es, hasta la fecha, el trabajo más deprimente que he tenido que hacer como crítico de rock. Esta canción es un terrible error desde cualquier punto desde donde se mire. Angie es atroz”. Pocas críticas tan demoledoras contra unas estrellas del rock como la que firmó Nick Kent en New Musical Express en 1973. Efectivamente, Angie no tuvo un camino fácil hasta convertirse en la balada más famosa de la historia deThe Rolling Stones. Vilipendiada por el núcleo duro de seguidores del grupo por considerarla meliflua, no surgió de la pluma de Mick Jagger, como es habitual en las composiciones del grupo. La escribió Keith Richards en uno de los peores momentos de su vida: cuando se estaba intentando librar de la heroína en una clínica de Suiza. Y para los que se aferran a las leyendas del rock: no, no está dedicada a la primera mujer de David Bowie, Angela Angie Barnett.
La escribió Keith Richards en uno de los peores momentos de su vida: cuando se estaba intentando librar de la heroína en una clínica de Suiza
Angie está incluida en el disco de 1973 de The Rolling Stones Goats Head Soup, que se reedita estos días con material inédito y un concierto de la época. La historia de Angie comienza en abril de 1972, con el guitarrista de los Rolling Stones pasando el síndrome de abstinencia, ingresado en una clínica en Vevey (Suiza). “No sé lo que se creerá la gente que es el mono, pero es un puto horror. Si se compara, es mejor que perder una pierna en las trincheras o morir de hambre, pero no es un buen sitio para estar”, escribe Richards en su biografía, Vida.
Después de tres días donde “el cuerpo entero se te pone del revés”, en palabras del rockero, comenzó a sentirse mejor, con fuerzas para mover los dedos. Cogió una guitarra, la rasgueó y cantó lo primero que se le vino a la cabeza, una historia sobre el final de un romance. En la misma clínica estaba dando a luz la pareja de Richards, Anita Pallenberg. Era el segundo descendiente (el primero fue Marlon, en 1969) de la pareja, una niña aún sin el nombre por decidir. “Me senté en la cama y escribí Angie en una tarde. Empecé a cantar: ‘Angie, Angie’. No era sobre nadie en particular. No era más que un nombre, podía haber sido, ’ooooh, Diana”, cuenta el stone. En ese momento no sabía que su hija, que llegaría al mundo horas después, iba a llamarse Angela. De hecho, decidieron llamar a la recién nacida Dandelion, pero… “Le pusimos Angela de segundo nombre porque nació en un hospital católico donde insistieron que se añadiera también un nombre como es debido”, escribe con sorna Richards.
La canción está firmada por Jagger / Richards, el modo habitual, abriendo las especulaciones sobre quién hizo más o menos. El vocalista de la canción siempre reconoció que Richards fue el impulsor de la pieza, pero que él “la completó”. Richards se la adjudica prácticamente entera. El dúo siempre negó que estuviese dedicada a la mujer por esa época de David Bowie, Angela Angie Barnett. Pero el rumor creció y creció, quizá alimentado por la propia Barnett, que en su autobiografía y en alguna entrevista desveló que un día irrumpió en su dormitorio y pilló a su marido y a Jagger “desnudos en la cama”.
Angie no fue abrazada por los seguidores más ceñudos del grupo, que la tacharon de blanda. La banda venía de grabar Exile On Main Street (1972), un disco de sucio rock and roll y country-rock surgido de una reclusión en el sur de Francia, en una mansión que se compró Richards. Allí también se alojaban los camellos de la banda, en un ambiente canalla y machote. La almibarada Angie no parecía la mejor continuación de aquella fiesta rockera.
Robert Greenfield, que se marchó de gira con el grupo en 1971 para luego escribir Ain’t Time We Say Goodbye, contó: “Titulé mi libro como una frase de Angie porque me gusta como poética del relato (No es tiempo de decir adiós, en la traducción al castellano), pero la canción me parece sensiblera y demasiado dulce”. Hay quien hila más fino y, no sin razón, recuerda que en Goats Head Soup hay piezas reposadas de más valor que Angie, entre ellas Coming Down Again, también de Richards (incluso la canta él) y dedicada a su conflictiva relación con las drogas duras.
Existe una derivada económica que atañe a la composición. Entre los rescoldos de la negociación a cara de perro entre Allen Klein, el turbio manager del grupo, y los Stones, apareció Angie. Del material de los setenta de los británicos, Klein se quedó con parte de los derechos de autor de Angie y de la espléndida Wild Horses, a la postre, la balada más vendida del grupo y la de más empaque artístico, respectivamente.
A pesar del pedregoso camino, Angie triunfó. Número cinco en Reino Unido y uno en Estados Unidos, Australia, Francia y Canadá. En España también tuvo repercusión, convirtiéndose en el momento de los arrumacos en los guateques de los años finales del franquismo. Mick Jagger, siempre con su frontal visión marquetiniana y conocedor de su impacto en España, la recuperó en la gira de 1982 en los históricos conciertos de los británicos en el Vicente Calderón.
El tema, sin embargo, no es de los favoritos en sus directos. Según la exhaustiva página que recoge el repertorio en vivo de los grupos, setlist.fm, Angie figura en el puesto número 21 de las más interpretadas en las giras. Encabezan los explosivos Jumpin’ Jack Flash y Brown Sugar. Tampoco es apreciada por los versionadores. Uno de los pocos valientes fue Melendi, en 2011, en una inenarrable adaptación al castellano.
Aunque no fuese dedicada a su hija Angela, ella se quedó para siempre con el apelativo de Angie. Cuando se casó en 1998 y mientras en la ceremonia Richards (de padrino) y ella caminaban al altar, el eterno saxofonista de los Stones, Bobby Keys, interpretó con su instrumento Angie. Al final, resulta que quizá sí exista una verdadera Angie.
Babelia
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