Esclavismo del siglo XXI

La precariedad de las condiciones laborales de los trabajadores se ha instalado en demasiados lugares. Ya sea en la recogida de la fruta de ciertas empresas españolas, en la edificación de los estadios de fútbol de Qatar, o en el sector de la construcción de Singapur, donde la situación de los inmigrantes parece estar cerca del esclavismo. En A Land Imagined, interesante producción entre Singapur, Países Bajos y Francia, dirigida por el cineasta local Yeo Siew Hua, un policía pregunta al encargado de una obra: “¿Por qué tienen ustedes el pasaporte de sus trabajadores?”. La respuesta lo dice todo: “Por si los pierden”.

Cuando aparece la violencia, Yeo la filma de manera deliberada de un modo tan cotidiano y desmitificador que se presenta torpe, casi absurda

Leopardo de Oro en el festival de Locarno, la película aglutina la vertiente social y la intriga criminal, conformando un thriller policiaco que, en el retrato de personajes, acaba introduciéndose en los modos del cine negro, mujer fatal incluida. Una fusión que, en el límite del riesgo, añade un elemento psicológico casi sobrenatural, que quizá sea el que más rechine dentro de una apuesta arriesgada, tanto en su tono como en su estructura, con variaciones constantes del tiempo, entre el pasado y el presente, y de los puntos de vista, el de un inmigrante chino desaparecido y el del policía encargado del caso.

La crudeza del paisaje, enfrentada a los rotundos colores de neón de los interiores, entronca bien con algunos thrillers sociales chinos recientes: La ceniza es el blanco más puro y El lago del ganso salvaje. Sin embargo, cuando aparece la violencia, Yeo la filma de manera deliberada de un modo tan cotidiano y desmitificador que se presenta torpe, casi absurda, con sus golpes desmañados y su nula capacidad para el acierto, sea un puñetazo o un disparo.

Película abierta en sus interpretaciones y en su simbolismo, A Land imagined concreta en su título la más clara de sus metáforas: la tierra imaginada de los inmigrantes chinos, indios y de Bangladés no es sino un infierno de soledad e insomnio, de violencia seca y autodestrucción interior. Y aunque en las obras donde trabaja el protagonista se quiera ganar terreno al mar, resulta imposible vencer a la naturaleza de las cosas y al imperio del dinero.