A subasta un autorretrato de Rembrandt valorado en 17 millones
El cuadro no había sido atribuido hasta ahora al pintor holandés
A finales de 1632, Rembrandt usaba una forma distinta a la habitual. Fue por unos pocos meses, suficientes para demostrar que este pequeño retrato sobre tabla es, en realidad, un autorretrato. Y que su precio no son los 700 euros en los que se vendió en 1970, sino los 17 millones de euros que Sotheby’s Londres espera alcanzar este martes. Ni siquiera la casa de subastas se lo atribuyó al maestro holandés en aquella primera puja, pero el informe del experto Colin Gleadell ha disparado la cantidad que debería pagarse por uno de los tres autorretratos de Rembrandt que quedan en el mercado, lejos de las colecciones públicas.
Hay expertos que alertan de un precio demasiado bajo, otros piden a las grandes fortunas holandesas que se movilicen para que el cuadro no abandone el país y hay quien asegura que la viuda de J. O. Leegenhoer, el sagaz comprador, se lo vendió a un coleccionista holandés hace unos años por 1,5 millones de euros. De hecho, la pieza llega a Sotheby’s desde la Noortman Master Paintings, en Maastrich. Todo apunta a que en esta opaca historia del arte el valioso cuadro que estuvo en el hogar de los Leegenhoer pasará a formar parte de alguna colección flotante de algún yate saudí, como el Salvator Mundi, de Leonardo da Vinci.
¿Por qué interesa tanto al mercado este autorretrato del pintor que más se ha retratado (unas 80 veces)? Básicamente, este producto no estaba en el mundo del arte. Además, es una imagen autobiográfica de un momento en el que Rembrandt llega a Ámsterdam y monta el negocio por su cuenta, y su carrera empieza a prosperar. Del cuadro se sabe, gracias a los estudios del experto en maderas Peter Karin, que el soporte salió del mismo roble que el retrato de Maurits Huygens, conservado en Hamburgo. Es coetáneo de Lección de anatomía (1632).
Se desconoce el motivo que le llevó a pintarse en ese momento, con 26 años, pero se cree que es una pieza pequeña porque es portátil, para que su prometida mostrara a sus padres el próspero ciudadano que la pretendía. Por eso Rembrandt se pinta con esa gola y ese sombrero de fieltro, propio de sus clientes pero no de sus posibilidades. El pintor cruzó al otro lado del espejo para pintarse como una de sus mejores ficciones. Como su mejor e inalcanzable Rembrandt.
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