Dos años de cárcel por falsear hallazgos arqueológicos en el yacimiento de Iruña-Veleia
La jueza considera que se manipularon piezas para conferirles un valor histórico
El Juzgado de lo Penal 1 de Vitoria-Gasteiz ha condenado a dos años y tres meses de prisión al arqueólogo Eliseo Gil por un delito continuado de estafa y otro de falsedad documental, en el caso de sus hallazgos en el yacimiento de Iruña-Veleia (Álava).El fraude se remonta a 2005 y 2006. Gil anunció que su equipo había dado con unas piezas de arcilla del siglo III que representaban un calvario y que contenían referencias jeroglíficas egipcias y signos de euskera. Este hallazgo era algo revolucionario puesto que adelantaba la aparición de los primeros vocablos escritos en lengua vasca 800 años. Pero el hito ha quedado desmontado en el juicio: la magistrada entiende que en la excavación se realizaron grabados sobre 36 piezas arqueológicas para conferirles así un valor histórico del que carecían, por ser simplemente cerámica ordinaria, y poco relevante, de la época romana.
La Fiscalía —que cifraba en más de cien las intervenciones recientes en las cerámicas— y la Diputación de Álava, personadas como acusación, reclamaban entre cinco años y medio y siete años y medio de cárcel para Gil, pero las “dilaciones en el proceso”, que se ha prolongado durante casi 15 años, han influido en la decisión judicial, según la resolución. La sentencia también condena a un año y tres meses de cárcel a Rubén Cerdán, un supuesto físico nuclear formado en Tel Aviv que elaboró los informes que avalaban la autenticidad de los hallazgos. Gil, según la sentencia, también debe pagar 72 euros, dos euros por cada pieza adulterada. Además, él y su socio tendrán que abonar 12.490 euros a la Diputación Foral de Vitoria, a quien le cobraron el informe irregular valorado en esa suma por el que Cerdán, “movido por el ánimo de obtener un lucro ilícito” según la sentencia, confería relevancia a esos materiales vulgares.
El grupo Lurmen gestionaba los trabajos en el yacimiento Iruña-Veleia y actuaba con una subvención de 3,7 millones de euros a cargo de la sociedad pública Euskotren.El juicio requirió 12 sesiones. En él varios investigadores declararon que se fueron de la excavación por las irregularidades en los métodos. Las piezas valiosas aparecían solo después de pasar por los lavados manuales, y los hallazgos sobre el terreno nunca revelaban incisiones reseñables. Cuando se colocaron cámaras de seguridad en el yacimiento, nunca más volvieron a aparecer restos con el empaque histórico que supuestamente tenían los que habían sido hallados hasta entonces.
Uno de los trabajadores, Óscar Escribano, admitió que falsificó uno de los vestigios a modo de “broma”. Escribano declaró en la primera jornada del juicio y aceptó un año de cárcel.En la sentencia la magistrada admite que no puede confirmarse totalmente si fue Eliseo Gil quien realizó los grabados sobre las piezas cerámicas, pero los conocimientos del arqueólogo y el cargo que ostentaba como director de las operaciones le permitían conocer a la perfección que los materiales que mostraba como únicos eran falsos. “Él mismo o terceros por su encargo tuvieron la ocasión de causar los daños que las piezas presentan”, explica la resolución. Las sospechas ponían a Gil en la diana porque los estudios realizados sobre los materiales mostraban que las grafías se asemejaban mucho a muescas que el propio arqueólogo aplicó en forma de adorno sobre una letrina que se construyó como réplica en la excavación.
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