Lady Gaga: sopor general
El nuevo disco de la neoyorquina, ‘Chromatica’, obtiene una puntuación de 4 sobre 10
Después de un par de flirteos con la sinceridad, Lady Gaga vuelve, por fin, a lo que mejor se le da: presentar algo dramáticamente mundano como si fuera algo fabulosamente extraordinario. Para ello, Stefani Joanne Angelina Germanotta (su nombre real) se sirve de todos los trucos que tan bien le funcionaron entre 2008 y 2011, cuando entró en escena como un elefante rosa con zapatos de tacón apartando a patadas todo lo que encontraba por su camino. Bueno, de todos los trucos menos uno: las canciones.
Su disco The Fame estaba plagado de éxitos. The Fame Monster era una maravilla, acaso el único momento en que la música ha estado a la altura –e incluso un poco por encima- de todo lo sorprendente y descabellado de la iconografía creada por Lady Gaga. Born This Way era más mundano, pero seguía ofreciendo mucho a lo que asirse. Sin embargo, en este Chromatica apenas hay cuatro temas que escapen del sopor general.
Este disco es como bailar en una boda. Lo haces porque es lo que toca, estás allí y no importa lo que suene, bailas y, con un poco de suerte, igual hasta te lo pasas bien. Y si no, tampoco pasa nada
Este disco es como bailar en una boda. Lo haces porque es lo que toca, estás en una boda y no importa lo que suene, bailas y, con un poco de suerte, igual hasta te lo pasas bien. Y si no, tampoco pasa nada. Llegarás por la noche a casa con el alivio de saber que ya te queda una boda menos a la que asistir en tu vida.
Los intentos de Chromatica por sacarte a la pista son tan torpes, cuando no directamente desesperados, que hay momentos en los que da hasta cierto pudor ver cómo se contornea frente a ti tratando de convencerte de que si te aburres es porque quieres. Está claro que solo un descastado podría bostezar hasta salírsele la mandíbula ante un disco que cuenta entre sus productores Axwell (Swedish House Mafia), los franceses Tchami y Madeon o Skrillex.
Además, colaboran Ariana Grande (en la insípida pero al menos no demasiado molesta Rain On Me), la coreanas Blackpink (en la interesante pero errática Sour Candy) o Elton John (en la directamente ridícula Sine Form Above). Es terriblemente tentador decidir que uno ya puede darse el alta, recoger sus cosas y salir de este disco después del dueto con Elton John. Nadie se queda en la cama de un hospital por gusto.
Pero sería una pena, porque los dos temas que llegan después y que cierran el álbum son, junto a la lograda Stupid Love y al único amago de acometer algo remotamente moderno que es 911, lo mejor del largo. 1000 Doves sigue la narrativa a base de house noventero, europop de concurso de televisión holandés y electro ochentero de todo Chromatica, pero por fin encuentra una melodía que no requiere de Germanotta desgañitándose para llamar la atención.
Para terminar, Babylon, que es casi una versión de Vogue, de Madonna, pero a estas alturas de la escucha sabe a gloria, como ese bocadillo de jamón después de donar sangre. El álbum también tiene sus interludios instrumentales, que son ideales para ir a la cocina y ver cuánto le falta a la pasta para cocerse.
Con Dua Lipa enseñando cómo hacer un disco de pop de baile retro pero brillante, Charli XCX lanzando álbumes modernos pero empáticos e incluso Madonna reinventándose como pope de la experimentación y la conversión en arte de los más chifladas ideas, Lady Gaga ahora parece que puede entrar en la liga de aquellas estrellas que lo son solo porque sus fans así lo han decidido. Haga lo que haga. Si sus seguidores superan la dura prueba que es Chromatica, lo pueden superar todo.
Babelia
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