Muere el músico Florian Schneider, cofundador de Kraftwerk, a los 73 años
El artista formó en 1970, junto con Ralf Hütter, la banda alemana que creó el pop electrónico
Florian Schneider, fundador y cerebro de Kraftwerk, ha muerto a los 73 años de un cáncer, según confirmó un representante del cuarteto en un breve comunicado. Schneider era descendiente de arquitectos. Lo habían sido su abuelo y su padre, Paul Schneider-Esleben, uno de los artífices de la reconstrucción de Alemania después de la II Guerra Mundial, reconocido con la Orden del mérito de la República Federal Alemana en 1968.
Ese mismo año Schneider empezaba a hacer música con su amigo Ralf Hütter. Ambos pertenecían a la primera generación nacida tras la guerra. Criado en Düsseldorf, que había quedado en la zona de ocupación británica, sus influencias culturales eran anglosajonas, pero a la hora de construir un sonido que pudieran reconocer como propio, esa generación de veinteañeros se encontraba sin referentes. Rechazaban tanto la música heredada de sus padres, que traía recuerdos del pasado nazi, como el rock estadounidense, que no dejaba de ser el país de uno de los ejércitos que habían bombardeado e invadido Alemania.
De esa búsqueda de algo propio nació el krautrock, etiqueta en principio despectiva creada por los medios británicos para definir lo que pasaba en la Alemania federal en los setenta. Can, Neu!, Faust, Popol Vuh, Cluster o Kraftwerk tenían poco que ver entre ellos excepto su afinidad con los movimientos estudiantiles de Mayo del 68 y sus influencias: la psicodelia, el jazz de vanguardia, la improvisación, el minimalismo, la música concreta o la incipiente electrónica.
Precisamente en esa última fue donde Schneider empezó a encontrar su propio lenguaje. Flautista, violinista y guitarrista, empezó a filtrar su travesera con procesados electrónicos. Efectos que ya se notaban en los primeros discos del grupo, Kraftwerk 1, de 1970 y Kraftwerk 2, de 1972. Para entonces Schneider y Hütter ya habían fundado su estudio de grabación en Düsseldorf, Kling Klang Studio, donde no solo ensayaban y grababan, también empezaban a crear los instrumentos necesarios para su visión de un pop robótico, sin sentimientos, como hecho por máquinas que celebraban a otras máquinas. Una revisión del futurismo de los años veinte. Lo llamaban industrielle volksmusik: “Música folk de las fábricas”
Con esas premisas crearon en 1974 Autobahn, un disco conceptual sobre ¡autopistas!. Ya habían reclutado al percusionista Wolfgang Flür, que había creado una básica batería electrónica, la antecesora de las cajas de ritmos. Por primera vez incluían voz, en alemán, por supuesto. Sorprendentemente entró en los discos más vendidos de Estados Unidos y Reino Unido. Y aunque la instrumentación electrónica se combinaba con otra convencional, Autobahn se considera el primer álbum popular de synthpop, electropop, tecnopop o como quiera que se denomine este mes al pop electrónico. Nacía la leyenda de Kraftwerk, para muchos una banda tan importante o más que los Beatles a la hora de entender la música popular. Los padres de un movimiento que desde entonces no dejaría de crecer. Y cuyas ramificaciones van más allá del pop. Resulta irónico que el frío sonido de un grupo que permanecía hierático sobre el escenario sea la base sobre la que se desarrolló la música electrónica de baile e incluso parte del hip-hop.
Convertidos en un cuarteto con la llegada de un segundo percusionista, Karl Bartos, publicarían en 1975 Radio-activity que confirmó su estatus de estrellas del pop. Después vendrían Trans-Europe Express (1977) y The Man-Machine (1978). Con este último mostraban la imagen a la que siempre se les une: camisa roja, corbata negra, pelo corto, rostros sin expresión... hombres máquina. El disco incluía su mayor éxito, The Model, una melancólica balada electrónica, que se adelantó tanto a su tiempo que no llegó al número uno de las listas británicas hasta 1982, en pleno apogeo de los primeros grupos que recogían abiertamente sus enseñanzas, OMD, Ultravox o Gary Numan.
Convertidos en un mito, empezaron a espaciar cada vez más sus lanzamientos, aunque no dejaron de girar. Su último disco, Tour de France Soundtracks, es de 2003. Schneider dejó Kratfwerk en 2008. Para entonces Flür había sido expulsado y Bartos tampoco seguía en la formación. Si hubo algún motivo concreto, no se explicó. Permaneció fuera de la vida pública desde entonces, con la excepción del lanzamiento de un único trabajo, Stop Plastic Pollution, en 2015. Nada más se sabía de él hasta su fallecimiento, que confirma que los hombres máquina tampoco son eternos.
Babelia
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