"La música es lo más cercano a la idea de Dios"
Berchtesgaden es un bonito pueblo del sureste de Alemania. Tan bonito que allí estableció Adolf Hitler su residencia de montaña, lo que obligó a sus habitantes a marcharse. "Berchtesgaden es el mejor lugar de Alemania para vivir", recuerda Karl Bartos -que allí nació, en 1952, pese a que su familia estuvo entre los exiliados por Hitler- ante una ensalada mixta que come con apetito.
El músico alemán, exmiembro del grupo de electrónica Kraftwerk, escoge al principio un restaurante de sushi cerca de su hotel, pero está cerrado, así que hay que buscar una alternativa. "¿Algún sitio de pescado?", propone Bartos, vegetariano ocasional. "No he comido carne desde hace años. Es terrible que maten a tantos animales". Ya no respeta la regla a rajatabla, pero si puede ser pescado, mejor. "Gracias", le dice en español al camarero que le trae una dorada a la bilbaína.
El artista dejó al grupo Kraftwerk en 1990 en busca de la evolución musical
Ayudado por la banda sonora melancólica del bar, desde All by myself de Celine Dyon hasta Tears in heaven de Eric Clapton, Bartos, de 69 años, vuelve de pronto a ser el veinteañero que se unió a Kraftwerk para su gira por EE UU en 1975. "Preguntaron a mi profesor de música por un joven con talento", explica. Poco después se encontraba en Nueva York con la que se convertiría en una de las bandas más famosas de la historia de la música electrónica. "Fue lo mejor que me pudo pasar entonces. Era la Nueva York de Taxi driver. América vivía su renacimiento, tras Vietnam", detalla el músico. Con Kraftwerk, Bartos viajó por todo el mundo y se hizo famoso, hasta el triste desenlace de 1990. Harto de "fumar cigarritos de la risa y subir al escenario a ver qué pasaba", el artista buscaba la evolución musical. Además, según dice, la extracción social diferente (baja en el caso de Bartos) de los miembros del grupo abrió una brecha que causó la ruptura. "Hace tiempo me encontré con Florian [Schneider] y fue algo así como: 'Hola, ¿qué tal?' y ya", revela Bartos. Las posibilidades de que se reúnan son "cero". Es un pasado que "está muerto" y Bartos no tiene remordimientos. En cambio, sí echa de menos algo de su juventud. "La segunda mitad de los sesenta fue una utopía irrepetible. Por un milisegundo todo el mundo se unió. Las izquierdas llegaron al Gobierno, las universidades se llenaron de talentos y gracias a grupos como The Beatles y The Who la música pop se hizo importante". Hoy, ser original y emerger es más complejo y Bartos cree que las descargas no autorizadas restan oportunidades a los jóvenes talentos. Ni siquiera la propuesta de Radiohead de permitir la descarga de su álbum a cambio de una oferta libre es una solución: "Te lo puedes permitir si tienes mucho dinero".
Bartos no ha modificado, sin embargo, su concepto romántico de la música: "No puede cambiar el mundo, pero sí reconforta nuestras vidas. Es lo más cerca que podemos estar de la idea de Dios. Sin música, la vida no tendría sentido". En su carrera en solitario (su último concierto español fue en Madrid en el festival de electrónica REC), Bartos continúa uniendo notas y vídeos, porque "hacia allí va el futuro". Y sigue tocando las canciones de Kraftwerk porque cuando arranca The Model "la gente sonríe". Él también sonríe. ¿Está Karl Bartos feliz? "La vida es demasiado breve para no aprovecharla".
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