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Blas I, casi rey de Camboya

Una publicación del Ministerio de Defensa recupera la figura del aventurero español Blas Ruiz que en el siglo XVI estuvo a punto tomar el poder en el reino jemer

Mapa holandés de Johannes Janssonius. 'Indiae Orientalis Nova descriptio'.
Mapa holandés de Johannes Janssonius. 'Indiae Orientalis Nova descriptio'.
Vicente G. Olaya

Nunca hubo un Blas I de Camboya, pero cerca estuvo. La revista Ejército, editada por el Ministerio de Defensa, ha rescatado en su último número la sorprendente historia del español Blas Ruiz, que a punto estuvo de convertirse en monarca del reino de los jemeres a finales del siglo XVI. Cuenta la escritora y orientalista Elizabeth Manzo en su artículo El hombre que pudo reinar que igual que Cortés tomó Tenochtitlan en 1521 con unos 400 españoles, 15 caballos y 7 cañones, Ruiz buscó imitarlo en Asia 75 años después, pero con muchos menos efectivos. De hecho, lo intentó dos veces: la primera con 40 hombres, la segunda con dos: él y su amigo portugués Diogo Veloso. Y lo logró.

De todas formas, no fueron estos los primeros españoles en soñar con invadir Camboya. “Por asombroso que pueda parecer, ya en 1576 el entonces gobernador de Filipinas, Francisco de Sande, escribrió muy convencido a Felipe II que una flota de galeras que él mismo mandaría construir y un contingente de 4.000 a 6.000 hombres traídos de Nueva España o del Perú serían suficientes para derrocar a la dinastía Ming y conquistar China”, escribe la orientalista. Felipe II ni le respondió, pero a Blas Ruiz sí le sonó bien aquella empresa.

En 1596, él y Veloso se sumaron a una expedición del también español Juan Juárez de Gallinato para subir las aguas del río Mekong. En total, 40 hombres. Se desconoce cómo, pero dieron muerte al “impostor rey Ram I”, como le denomina Manzo. (Los nombres de todos los personajes son aproximados porque, según las fuentes que se consulten, su transcripción al español resulta bastante distinta). Pero Gallinato, en el último momento, decidió no continuar y regresó a la siempre segura colonia de Filipinas.

Ruiz y Veloso, enfurecidos, decidieron entonces volver solos y por su cuenta a Camboya para acabar lo que Gallinato no pudo o no quiso hacer: “restaurar al verdadero rey Satha de Camboya”. Su ruta pasaba por Laos, cruzando las selvas y montañas del reino de Champa (actual Vietnam), hasta que alcanzaron la ciudad de Alanchan (Vientian, Laos), donde estaba exiliada la corte del joven Satha. Allí el rey laosiano les explicó que tras la muerte de Ram I, el nuevo monarca de Camboya era su hijo Ram II, al que algunos historiadores llaman Prauncar.

El rey de Laos y los dos aventueros acordaron deponer a Ram II y colocar en el trono a Satha. Ruiz y Veloso reunieron, incluso, la ayuda de tropas japonesas y musulmanas malayas con el falso argumento de que una potente flota española venida de Filipinas se les uniría en breve para ayudarlos. Ellos mismos acaudillaron la guerra, la ganaron y recuperaron el cetro para Satha. Este les nombró en agradecimiento chofas (gobernadores) de las provincias de Treang y Ba Phnom, respectivamente, “para que ellos y después de ellos quien ellos quisiesen, los tuviesen y los gozasen perpetuamente”.

Tras la sorprendente victoria, el gobernador de Filipinas les envió una escuadra de 200 hombres de refuerzo, pero esta naufragó. Solo llegaron un fraile y 14 navegantes de apoyo. Satha, además, tenía problemas con el alcohol con lo que el reino quedó pronto en manos del almirante malayo Lacasamana. El país se convirtió en un caos, lo que fue aprovechado por Ram II para intentar recuperar el reino. Ruiz escribió entonces a Filipinas reclamando refuerzos urgentes. Llegaron dos barcos, pero Lacamasana convenció a Satha para que los alejase de la capital. Fray Gabriel Quiroga de San Antonio relata en su Breve y verdadera relación de los successos del Reyno de Camboxa (1604) que “las guerras, conspiraciones y asesinatos se producían por la rivalidad ambiciosa de los mandarines y la pasividad del rey, solo interesado en la bebida, el juego y la caza”. El monarca intentó rectificar cuando se dio cuenta de su error: los españoles no podían ayudarle al estar demasiado lejos. Pero ya era tarde.

Lacamasana prendió fuego a los navíos españoles y “allí murieron los castillas y los tres religiosos dominicos, abrasados que no vencidos, pues pelearon como leones y vengaron muy bien sus muertes”. Luego fallecieron los restantes españoles que quedaban en Camboya, “pues malayos, laosianos y todos juntos acometieron a los capitanes Diego Belloso y Blas Ruiz y a la gente que venía con ellos y a todos los acabaron”.

En la reseña que la Real Academia de la Historia hace de Blas Ruiz, escrita por Santiago Ruiz-Morales, se lee: “Esta aventura, tan quijotesca, espectacular y llena de románticos episodios, como cuando Ruiz atacó Pnom Penh al mando de un ejército de japoneses cristianos, terminó en desastre, pero constituyó uno más de los poco conocidos, pero bien documentados, episodios de españoles en el continente asiático”.

En 1934, Camboya levantó en su frontera con Vietnam un sencillo monumento dedicado a los dos aventureros, donde se les conoce como “los hijos adoptivos de Satha”, el rey que perdió su reino porque bebía demasiado y no confió en la pareja de amigos.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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